El apóstol Pablo, en Romanos 11, utiliza la imagen del olivo para explicar la relación entre Israel y los gentiles en el plan redentor de Dios. Esta figura, profundamente enraizada en la vida agrícola de Palestina, tenía un significado especial para el pueblo judío, ya que tanto el olivo como la vid eran símbolos tradicionales de la nación de Israel.
John Stott resume esta metáfora de manera clara:
"El olivo cultivado es el pueblo de Dios, cuya raíz está en los patriarcas y cuyo tronco representa la continuidad de los siglos. Algunas de sus ramas han sido desgajadas —los judíos incrédulos—, y tú (el creyente gentil), siendo de olivo silvestre, has sido injertado entre las otras ramas (el remanente judío), de modo que ahora participas de la savia nutritiva de la raíz del olivo".
—John Stott, El mensaje de Romanos, pág. 347.El buen olivo: una sola planta, tres tipos de ramas
Una lectura cuidadosa y coherente con la totalidad del mensaje bíblico sugiere que en el olivo de Romanos 11 hay tres clases de ramas, todas conectadas —o desconectadas— de un mismo tronco: el pueblo redimido de Dios, cuya vida y unidad están determinadas por la fe en Jesucristo.
1. Ramas naturales no desgajadas
Estas representan al remanente fiel de Israel: judíos que desde el Antiguo Pacto vivieron por la fe en las promesas de Dios, anticipando al Mesías. Incluye figuras como Abraham, Moisés, David, los profetas, Ana, Simeón, Juan el Bautista, y todos aquellos que, aunque vivieron antes de Cristo, no rechazaron el Evangelio prometido. También están aquí los discípulos que creyeron en Jesús desde el principio.
2. Ramas naturales desgajadas y reinjertadas
Corresponden a judíos que en un primer momento rechazaron a Jesucristo, pero que posteriormente fueron llevados al arrepentimiento y la fe. En este grupo encontramos al apóstol Pablo, a Aquila y Priscila, y a miles de judíos convertidos en Pentecostés (Hechos 2) y a lo largo de todo el libro de los Hechos. Son ramas reinjertadas por la gracia de Dios, al abandonar su incredulidad.
3. Ramas silvestres injertadas
Estas son los gentiles creyentes: hombres y mujeres que no pertenecían originalmente al pueblo del pacto, pero que han sido injertados en el olivo por medio de la fe en Cristo. En el AT se prefiguran en personajes como Rut, Rahab o los prosélitos temerosos de Dios. En el NT, en creyentes como Lucas, Cornelio, Lidia, el eunuco etíope, Tito, Timoteo y millones más, de toda lengua, pueblo y nación.
El olivo es el Israel espiritual
El olivo representa al verdadero Israel de Dios (Gálatas 6:16), no una nación étnica, sino un pueblo compuesto por todos los que han creído en el Mesías prometido, sean judíos o gentiles. La raíz del olivo está en Abraham, el padre de la fe (Romanos 4), y el tronco es sostenido por el pacto de gracia. Solo hay una manera de ser parte de este olivo: por la fe en Jesucristo.
La advertencia de Pablo es clara:
Las ramas naturales pueden ser desgajadas si persisten en su incredulidad.
Las ramas silvestres pueden también ser cortadas si no perseveran en la fe (Romanos 11:22).
Pero ambas pueden ser injertadas o reinjertadas por gracia si creen en Cristo (Romanos 11:23).
Así, la inclusión o exclusión del pueblo de Dios no se basa en etnicidad, nacionalidad, ni esfuerzo humano, sino en la fe en el Salvador prometido. Tal como enseña Gálatas:
“Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús.
Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gálatas 3:28–29, RVR60)Conclusión: Cristo es la clave del injerto
Toda la enseñanza de Pablo en Romanos 11 apunta a una verdad central: Cristo es la Simiente en quien se cumplen todas las promesas hechas a Abraham (Gálatas 3:16). No hay dos pueblos, ni dos planes de redención. Hay un solo olivo, un solo Evangelio, y una sola manera de salvación: por la fe en Jesucristo, el Hijo de Dios.
domingo, 23 de mayo de 2021
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