Jesús viniendo en las nubes: Lenguaje apocalíptico de juicio
Uno de los discursos más profundos y debatidos de nuestro Señor Jesucristo es el llamado Discurso del Monte de los Olivos (Mt 24–25), donde el Señor anuncia eventos cargados de simbolismo profético. Entre ellos destaca la afirmación de Mateo 24:30: “verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”. La pregunta que surge es inevitable: ¿debemos entender esto en sentido literal —Cristo montado en una nube visible— o como un lenguaje simbólico de juicio?
Desde la tradición reformada, especialmente en la línea del preterismo parcial, sostenemos que este pasaje no describe la segunda venida final de Cristo, sino una venida en juicio histórico sobre Israel incrédulo en el año 70 d.C., mediante la destrucción del templo y de Jerusalén.
El trasfondo bíblico: Dios “viniendo en nubes”
Jesús utiliza aquí un lenguaje que sus oyentes conocían bien de las Escrituras. Isaías 19:1 declara: “He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto”. Ningún lector pensó jamás que Jehová literalmente cabalgó sobre vapor condensado en el cielo. Era un lenguaje profético de juicio: Dios manifestando su soberanía al usar a potencias extranjeras para castigar a Egipto. Y así sucedió: siglos después, Egipto fue abatido por Cambises II (525 a.C.), Artajerjes III (343 a.C.) y finalmente Alejandro Magno (332 a.C.), cumpliendo lo anunciado por el profeta.
Lo mismo ocurre en Mateo 24:30. El “venir en las nubes” no es un espectáculo literal de Cristo volando sobre Jerusalén, sino una teofanía judicial, en la cual el Hijo del Hombre es vindicado como Rey y Juez. Como afirma Kenneth L. Gentry, “el lenguaje apocalíptico de venir en las nubes no es meteorológico, sino teológico: señala la manifestación de la autoridad divina en actos de juicio histórico” (He Shall Have Dominion).
Jesús y el juicio sobre Jerusalén
El contexto inmediato lo confirma. En Mateo 24:2, Jesús había advertido: “De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”, refiriéndose al templo. El “venir sobre las nubes” se conecta directamente con ese evento. No es una venida universal y final, sino un juicio particular contra el Israel apóstata, que quebrantó el pacto y rechazó al Mesías.
R. C. Sproul, en The Last Days According to Jesus, observa que la audiencia original entendía este discurso en referencia a acontecimientos inminentes: “Si ignoramos el uso veterotestamentario del lenguaje de juicio en las nubes, corremos el riesgo de leer en Mateo 24 categorías que pertenecen más a nuestra imaginación moderna que al simbolismo profético de la Biblia”.
Burla y vindicación
Josefo relata que, durante el asedio romano en el año 70 d.C., algunos judíos se burlaban de los cristianos gritando desde las murallas “¡Viene el Hijo!”, jugando con la palabra hebrea ha-ben (el Hijo) y ha-even (la piedra lanzada por las catapultas romanas). Su sarcasmo, sin embargo, se convirtió en juicio: efectivamente, el Hijo del Hombre “vino” en juicio, no como víctima, sino como Rey exaltado, cumpliendo lo anunciado. (1)
Una venida gloriosa en juicio
Así, cuando Jesús dice en Mateo 24:30: “verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”, no debemos esperar una figura montada sobre nubes literales. Debemos reconocer un lenguaje apocalíptico, tomado de los profetas, para describir un acto judicial de Dios en la historia.
El preterismo parcial, en fidelidad a la tradición reformada, distingue claramente esta venida en juicio (70 d.C.) de la segunda venida final y corporal de Cristo al fin de los tiempos. Ambas realidades se complementan: la primera garantiza la certeza de la segunda.
Como afirma Sproul, “La venida de Cristo en juicio sobre Jerusalén fue un preludio histórico que atestigua que la Palabra de Dios no falla, y que la venida final en gloria será tan segura como el cumplimiento de esa profecía” (The Last Days According to Jesus).
Conclusión
Cristo vino en juicio sobre Jerusalén, y vendrá nuevamente al final de los tiempos en gloria visible y definitiva. Hoy, la exhortación es clara: no endurezcamos el corazón como Israel. El lenguaje apocalíptico no es evasión poética, sino un recordatorio de que el Hijo del Hombre es Rey soberano sobre la historia. La llamada es al arrepentimiento y a la fe, porque aquel que vino en juicio, vendrá también como Salvador y Juez de vivos y muertos.
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