Una respuesta reformada a la visión dispensacionalista desde Romanos 11
Uno de los pilares del dispensacionalismo clásico es la idea de que Dios tiene dos pueblos distintos: el Israel étnico, con promesas terrenales y un plan específico dentro de la historia futura, y la Iglesia, compuesta mayoritariamente por gentiles, con promesas espirituales y celestiales. Esta separación, sin embargo, no encuentra apoyo bíblico sólido cuando se considera el testimonio completo de las Escrituras y, en particular, la enseñanza del apóstol Pablo en Romanos 11.
Un solo olivo, no dos
En Romanos 11, Pablo utiliza la imagen del olivo cultivado para describir al pueblo de Dios. Este olivo no es una alusión exclusiva a Israel étnico ni a la Iglesia gentil como entes separados, sino que es una imagen unificada del pueblo redimido de Dios, compuesto tanto por judíos como por gentiles que han creído en Cristo. La raíz del olivo representa a Abraham y los patriarcas, y su tronco, la continuidad del plan de redención.
“Y si algunas de las ramas fueron desgajadas, y tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas, y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo…” (Romanos 11:17)
Esta imagen no presenta dos olivos ni dos planes de salvación. No se trata de un olivo para Israel y otro para la Iglesia. El olivo es uno solo. Algunas ramas naturales (judíos incrédulos) fueron desgajadas por su incredulidad; otras ramas (gentiles creyentes) fueron injertadas por fe. Tanto judíos como gentiles comparten la misma raíz y participan del mismo tronco: Cristo y el pacto de gracia.
- Anthony Hoekema manifiesta que "el enfoque dispensacional separa excesivamente a Israel y la Iglesia, erosionando la unidad del propósito redentor".
- O. T. Allis y Herman Bavinck, recordando a Amós 3, afirman que el Nuevo Testamento interpreta y culmina al Antiguo; no existen dos pueblos paralelos sino una Iglesia formada por la promesa en Cristo.
- Ligon Duncan señala que en el sistema reformado, el cumplimiento de la promesa de Abraham se realiza en Cristo y su Iglesia, no en un Israel nacional restaurado.
¿Cuántos tipos de ramas hay?
Una lectura contextual y teológica de Romanos 11 sugiere tres tipos de ramas, pero todas en el mismo olivo:
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Ramas naturales no desgajadas: el remanente fiel de Israel (judíos creyentes desde Abraham hasta los tiempos de Jesús).
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Ramas naturales desgajadas y reinjertadas: judíos que inicialmente rechazaron a Cristo, pero luego fueron llevados al arrepentimiento y la fe.
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Ramas silvestres injertadas: gentiles que fueron incorporados al pueblo de Dios por la fe en Jesucristo.
La inclusión o exclusión de estas ramas no depende de su linaje étnico, sino de la fe o incredulidad. Pablo lo deja claro:
“Y aun ellos, si no permanecieren en incredulidad, serán injertados, pues poderoso es Dios para volverlos a injertar.” (Romanos 11:23)
¿Qué dice Gálatas?
La carta a los Gálatas refuerza esta unidad del pueblo de Dios:
“Ya no hay judío ni griego… porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gálatas 3:28–29)
El verdadero “Israel de Dios” (Gálatas 6:16) no es una nación étnica separada del cuerpo de Cristo, sino la comunidad de todos los creyentes —judíos y gentiles— que han sido unidos por la fe en el Mesías.
La promesa a Abraham y su simiente se cumple en Cristo (Gál. 3:16). No hay múltiples simientes, ni múltiples pueblos, sino una sola simiente redentora y un solo pueblo unido por la gracia.
¿Qué queda del Israel étnico?
Dios no ha abandonado a los judíos como pueblo, pero tampoco mantiene con ellos un plan redentor paralelo. La salvación de los judíos se da en los mismos términos que la de los gentiles: mediante la fe en Jesucristo. De hecho, el misterio que Pablo revela en Romanos 11:25–26 es que “todo Israel será salvo”, no por restauración nacional sino por la incorporación del remanente creyente al único pueblo de Dios, junto con los gentiles injertados.
Conclusión: Un solo pueblo, un solo pacto, una sola fe
La enseñanza reformada sostiene que Dios tiene un solo pueblo redimido, una sola historia de redención, y un solo Salvador: Jesucristo, en quien se cumplen todas las promesas del Antiguo Testamento. El “buen olivo” es la Iglesia —el Israel espiritual— formada por todos los que creen en el Evangelio. La distinción entre judío y gentil ha sido abolida en Cristo (Efesios 2:11–22).
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente... y a tu simiente, la cual es Cristo.” (Gálatas 3:16)
Todo aquel que está en Cristo es heredero del pacto, miembro del cuerpo, parte del olivo. No hay dos pueblos. Hay un solo redil y un solo pastor.
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¡Piensa en esto cristiano!
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