La frase icónica de J. Vernon McGee muy conocida suele citarse así:
"You don’t polish brass on a sinking ship."
(No se pule el bronce de un barco que se está hundiendo).
Esta frase fue utilizada por McGee para expresar su visión premilenialista y dispensacionalista del mundo: creía que el mundo estaba condenado al juicio, como un barco que se hunde, y que por eso no tenía sentido intentar reformar la sociedad, sino más bien salvar a las personas individualmente mediante la predicación del evangelio.
En su contexto, McGee argumentaba que la tarea de la Iglesia no es mejorar el mundo (pulir el bronce), sino rescatar a las personas antes del juicio (salvar a los que están en el barco que se hunde).
Desde una perspectiva escatológica optimista, sin embargo, esta metáfora sería criticada como una visión derrotista y ajena al mandato cultural de Génesis 1:28 y la Gran Comisión. Kenneth Gentry, por ejemplo, ha argumentado que Cristo no nos llamó a abandonar el barco, sino a tomar el timón bajo su autoridad.
Texto base: 1 Corintios 15:20–26
“Porque es necesario que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.” (v.25)
La misión de la Iglesia ha sido definida por su Señor: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). Sin embargo, muchos creyentes viven con una expectativa pesimista, como si el cumplimiento de esta misión estuviese condenado al fracaso y debiésemos esperar que Cristo regrese para arreglar un mundo irremediablemente caído. Pero ¿es esta la visión que nos entrega la Escritura?
El apóstol Pablo, bajo la inspiración del Espíritu, presenta en 1 Corintios 15 una visión distinta: no de derrota, sino de conquista progresiva, de avance espiritual real, de victoria histórica del reino de Cristo. Esta visión es el corazón de una escatología optimista y bíblica.
1. El reinado actual de Cristo
Pablo declara que Cristo, resucitado de entre los muertos, está actualmente reinando desde su trono celestial:
“Porque es necesario que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Corintios 15:25).
Esta no es una entronización futura, sino presente. Como enseña Kenneth Gentry, este reinado comenzó en la ascensión (cf. Hechos 2:33–36) y continúa hasta que todos sus enemigos sean vencidos, siendo “la muerte el último enemigo” (v.26). Si la muerte es vencida al final, entonces todos los demás enemigos —idolatría, incredulidad, inmoralidad, persecución, error— están siendo vencidos antes de ese fin. Cristo no viene a reinar, Él ya reina.
2. Una conquista progresiva
La imagen que Pablo utiliza es la de una batalla en la que Cristo va sometiendo enemigos uno a uno. Este avance no es súbito ni catastrófico, sino progresivo y espiritual. El Salmo 110:1, citado aquí, se cumple en la era presente:
“Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”.
Esto implica que Cristo espera (con autoridad suprema) mientras sus enemigos son puestos bajo su dominio — a través del ministerio del Evangelio. La Iglesia, por tanto, no está en retirada, sino en campaña. Como diría R.C. Sproul, “Cristo está conquistando el mundo… no con espadas, sino con la verdad del Evangelio”.
3. El poder del Evangelio
Pablo escribió que “el Evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). En un mundo que idolatra el poder político o el prestigio cultural, Dios ha elegido salvar mediante la necedad de la predicación (1 Cor. 1:21). Esta es la herramienta de conquista del Reino.
En lugar de esperar que el mundo se hunda para que Cristo intervenga con una intervención catastrófica, una escatología optimista sostiene que el Evangelio triunfará: no necesariamente con mayorías absolutas en todas las culturas, pero sí con una influencia creciente y duradera, como una levadura que leuda toda la masa (Mateo 13:33), o como una semilla de mostaza que llega a ser un gran árbol (Mateo 13:31–32).
4. Esperanza realista, no utopía
La escatología optimista no niega el sufrimiento, la persecución o los fracasos temporales. Estos son parte de la batalla. Pero también afirma que, a la larga, el Reino de Dios prevalecerá.
Cristo no está perdiendo el mundo. La historia no es el relato del fracaso de la Iglesia, sino la narración de su crecimiento gradual bajo el reinado soberano del Mesías. Como enseña Gentry:
“Esperamos una victoria cada vez mayor del Reino en la historia, no mediante medios carnales ni coercitivos, sino mediante la proclamación del Evangelio y la obra del Espíritu Santo.”
5. Implicaciones prácticas
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Compromiso misional: Si Cristo vencerá por medio del Evangelio, entonces cada predicación, cada converso, cada acto de obediencia cuenta. El Reino avanza hoy.
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Valentía cultural: No tememos al mundo, porque Cristo ya lo ha vencido (Juan 16:33). No nos retiramos; confrontamos con verdad y gracia.
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Esperanza motivadora: No trabajamos en vano. Nuestra labor en el Señor no es infructuosa (1 Cor. 15:58), porque su reinado asegura el éxito.
Conclusión
El cristianismo optimista no es una fantasía infantil ni un escape del dolor presente. Es una interpretación bíblica robusta que afirma que Cristo reina ahora y que su Reino está creciendo en la historia.
R.C. Sproul lo expresó así:
“Mi esperanza para el futuro no está en la política, ni en la tecnología, sino en la soberanía absoluta de Dios sobre todas las cosas, incluida la historia.”
La misión no fracasará. El Evangelio no es una propuesta opcional, sino el poder de Dios que transforma individuos, familias, culturas y naciones. Cristo reinará hasta que todos sus enemigos sean puestos bajo sus pies, y nosotros, su pueblo, participamos activamente en esa conquista gloriosa.
¡Piensa en esto cristiano!
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