UNA CRÍTICA A LA ADORACIÓN SINCRÉTICA EN LA IGLESIA CONTEMPORÁNEA
“Haznos dioses que vayan delante de nosotros… Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro… y él los tomó… e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto…” (Éxodo 32:1–6)
Introducción
El episodio del becerro de oro es una advertencia permanente sobre el riesgo de deformar la adoración legítima a Dios mediante la introducción de elementos no ordenados por Él. Aunque el pueblo de Israel no pretendía abandonar completamente al Señor, su intento de “visualizarlo” los llevó a una forma sincrética de idolatría. Hoy, muchos sectores del cristianismo evangélico —especialmente el neopentecostalismo— reproducen este patrón al adoptar prácticas litúrgicas que, aunque en nombre de Dios, no provienen de su Palabra.
El deseo humano de visualizar a Dios
Desde la antigüedad, el ser humano ha mostrado una tendencia a representar a Dios en formas visibles, tangibles y emocionales. En Éxodo 32, el pueblo de Israel pidió “dioses que vayan delante de nosotros” porque no sabían qué había sido de Moisés. Aunque habían visto el poder de Dios en Egipto, querían una imagen que pudieran controlar y manipular.
Este deseo sigue presente. El neopentecostalismo ha creado un entorno de adoración donde la experiencia visual, sensorial y emocional ocupa el lugar central. Audiencias que desean “sentir” a Dios son entretenidas con espectáculos que apelan más a los sentidos que al entendimiento de la verdad revelada.
Aarón: el liderazgo que cede al pueblo
Aarón, a pesar de conocer los mandamientos de Dios (Éxodo 20:4–5), accedió a la demanda popular. Fabricó el becerro, proclamó una fiesta para Jehová y construyó un altar. Lo más perturbador no fue su abandono de Dios, sino su intento de adorarlo por medios no autorizados. Esta es la esencia del sincretismo: mezclar lo santo con lo profano.
Hoy, muchos líderes evangélicos repiten el error de Aarón. En lugar de formar al pueblo en la adoración bíblica, ceden a sus expectativas. En Trujillo, Perú, se ha documentado que una iglesia neopentecostal ha llegado a entrevistar públicamente a personas que aparentan estar endemoniadas, convirtiendo el culto en un espectáculo de manipulación emocional. ¿Qué lugar ocupa la reverencia en tales contextos?
¿Qué es un “becerro de oro” en la Iglesia hoy?
Un becerro de oro no es solo un objeto de idolatría pagana. Es cualquier medio, imagen, emoción o estructura que, en nombre de Dios, sustituye lo que Él ha prescrito. Puede adoptar la forma de danzas litúrgicas no ordenadas, estructuras de culto con bloques rígidos de entretenimiento, uso de luces teatrales, adoración centrada en la experiencia estética o la exaltación de “ungidos” que actúan más como celebridades que como siervos de la Palabra.
Todo elemento introducido en el culto sin mandato bíblico es, en última instancia, una distorsión del carácter santo de Dios. La idolatría no comienza en la escultura, sino en el corazón del creyente que decide cómo debe ser Dios adorado, en lugar de someterse a la revelación.
Conclusión
La historia del becerro de oro no es una reliquia del Antiguo Testamento, sino un espejo de nuestra generación. La iglesia moderna debe preguntarse seriamente si está adorando al Dios verdadero de las Escrituras o a una representación culturalmente aceptada de Él. En nombre de la relevancia, la emoción o el crecimiento numérico, podríamos estar edificando becerros con oro evangélico.
0 comentarios:
Publicar un comentario