domingo, 19 de julio de 2020

Elena G. de White ¿Era Realmente Profeta de Dios?



Elena G. de White

Elena Gould Harmon nació el 26 de Noviembre 1827 en una pequeña granja cerca del pueblo de Gorham, en Maine. Solo unos pocos años después de su nacimiento, sus padres Robert y Eunice Harmon abandonaron la agricultura para mudarse a la ciudad cercana de Portland, donde su padre se convirtió en un fabricante de sombreros. Cuando tenía nueve años, ella fue permanentemente desfigurada cuando un compañero de estudios maliciosamente la golpeó en la cabeza con una roca. La roca la puso en un coma que duró varias semanas y le obligó a perder mucho tiempo de escuela. 

Cuando Elena tenía 12 años, ella y su familia asistieron a una reunión del campamento metodista de Buxton en Maine, y allí tuvo una experiencia religiosa en la que profesó fe en Jesucristo. En 1840 y 1842, ella y su familia asistieron a reuniones adventistas y se convierten en devotos de William Miller. Miller se había dedicado al estudio de la profecía bíblica y estaba convencida de que Cristo regresaría el 22 de octubre 1844. Cuando Cristo no regresó, un evento fallido que se conocería como La Gran Decepción, la mayoría de la gente abandonó el adventismo. Pero en medio de la confusión resultante, Elena afirmaba tener visiones recibidas que pronto fueron aceptadas como revelación dada por Dios. El pequeño movimiento adventista que quedaba estaba dividido por muchas diferencias y muchas luchas internas, pero Ellen creía que tenía un don que podría reunir y guiar al movimiento. Sus sueños y visiones continuaron, y ella rápidamente se convirtió en una líder entre ellos.

En 1846, Elena se casó con un joven predicador adventista llamado James White, y juntos viajaron extensamente difundiendo la fe adventista a Nueva Inglaterra y más allá. 12 meses más tarde dio a luz a un hijo, uno de los cuatro hijos que daría a luz, pero enseguida dejó al niño con su familia para continuar viajando, predicando y escribiendo.

En 1855, la familia White se mudo a Battle Creek, en Michigan, lugar que se convirtió en el centro del Adventismo. Cinco años más tarde, los representantes de cada congregación adventista se reunieron allí y determinaron que desde ese momento serían conocidos como Adventistas del Séptimo Día. Poco después se organizó formalmente como una denominación.

A lo largo de este tiempo Elena continuó recibiendo sueños proféticos y visiones —cerca de 2,000 durante su vida— y a través de ellos guió y formó la iglesia. Durante su vida, los Testimonios para la Iglesia fueron expandidos desde unas meras 16 páginas a nueve volúmenes completos. En 1863 recibió una visión sobre la salud humana y sus seguidores pronto adoptaron sus normas de salud como parte de su práctica, entre ellas el rechazo de la carne, el rechazo al café y el uso de recursos naturales en lugar de la medicación.

El movimiento adventista continuó expandiéndose y los Whites estaban en gran demanda en todo Estados Unidos. Viajaron constantemente, dirigiéndose a grandes congregaciones y reuniones de gente. Después de que James murió en 1881, Elena viajó aún más, pasando dos años en Inglaterra y casi nueve años en Australia. Pasó la mayor parte de los últimos 15 años de su vida en Elmshaven, California, y fue consumida en gran parte por la escritura y la organización de la denominación en crecimiento. Ella murió el 16 de julio de 1915, a la edad de 87. Durante su vida ella había predicado innumerables veces y había escrito unos 5,000 artículos y 40 libros. En el momento de su muerte, los Adventistas del Séptimo Día en todo el mundo tenían una membresía de casi 140,000 personas.
Su falsa enseñanza

En muchos aspectos, Elena de White aparentaba creer en la fe cristiana histórica. Ella creía en el regreso corporal inminente de Cristo; ella sostuvo la inspiración y la autoridad de la Biblia; y ella enseñó que somos salvos por la justicia de Cristo y no la nuestra. Pero en medio de esa verdad estaban algunas enseñanzas falsas y peligrosas. Me enfocaré en solo dos de ellas.

La falsa enseñanza más obvia fue la que dio a la Iglesia Adventista su nombre: la opinión de que el día correcto de adoración es el sábado y no el domingo. Poco después de que James y Elena se casaron, estudiaron un tratado escrito por Joseph Bates titulado “Reposo del Séptimo” y se convenció de que debían guardar el sábado como el día de reposo. Seis meses más tarde, Elena tuvo una visión en la que vio a la ley de Dios con un halo de luz que rodeaba el cuarto mandamiento. Ella y su marido tomaron esto como prueba de que su nueva comprensión era correcta. Ellos elevaron esto a una doctrina de primera importancia.

De mucha mayor importancia son las posturas aberrantes de los Whites sobre la muerte, el infierno y el castigo eterno. Los adventistas enseñan que Dios no atormenta eternamente a los pecadores, sino que los muertos entran en un sueño del alma hasta la segunda venida y el juicio final. Y en ese momento el castigo para los pecadores será que dejan de existir.

White sostuvo que un Dios de ira eterna no puede ser compatible con un Dios de amor y bondad. En el libro “El Conflicto de los Siglos”, escribió, “Qué repugnante a cada emoción del amor y la misericordia, e incluso a nuestro sentido de la justicia, es la doctrina de que los muertos impíos son atormentados con fuego y azufre en un infierno que arde eternamente; que por los pecados de una breve vida terrenal están sufriendo la tortura eterna”.

Ella también creyó que Dios simplemente aniquilaría a las almas de aquellos que no lo siguieran. “Pero vi que Dios no los encerraría en la miseria sin fin del infierno, ni se les llevará al cielo; por que al ponerlos en la compañía de los puros y santos los haría sumamente miserables. Pero Él los destruirá por completo y hará como si no hubieran sido; entonces su justicia estará satisfecha. Él formó al hombre del polvo de la tierra, y lo impío y desobediente será consumido por el fuego y volverá al mismo polvo”.
Seguidores y adherentes modernos

El Adventismo casi llegó a su fin en los días siguientes a la Gran Decepción. Pero Elena G. de White le dio nueva vida a este movimiento y una nueva voz. A través de la constante predicación, la enseñanza y la evangelización, ella y sus seguidores habían hecho crecer el movimiento a casi 140.000 antes de su muerte en 1915. Hoy se estima que hay 18 millones de Adventistas del Séptimo Día en el mundo. Sus creencias individuales varían tanto que algunos cristianos los consideran una secta, mientras que otros no lo hacen. (Nota del editor: en Latinoamérica es posible encontrar grupos adventistas mucho más apegados a la fe histórica, mientras otros grupos están aún más desviados que lo que leemos en este escrito).

Los Adventistas del Séptimo Día han seguido evolucionando. Ellos siguen considerando a Elena de White como alguien que tuvo un don especial dado por Dios, el de la profecía. Ellos continúan manteniendo el día de reposo y su énfasis en la alimentación saludable. Ellos siguen negando tanto la inmortalidad del alma y la realidad del infierno como un tormento eterno y consciente. Los sucesores de Elena G. de White también han desarrollado la distintiva y preocupante doctrina del Juicio Investigador. (El Ministerio de Investigacion y Apologetica Cristiana enumera sus afirmaciones, negaciones y enseñanzas más preocupantes y ofrece este consejo: “Hay demasiados problemas dentro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día como para recomendarla como una iglesia segura. Aunque hay grupos adventistas que están dentro de la ortodoxia, hay muchos de ellos que no lo están”).
¿Qué dice la Biblia al respecto?

La Biblia contradice gran parte de lo que Elena G. de White enseñó y lo que su iglesia enseña hoy en dia.

En el asunto del día de reposo, el Nuevo Testamento muestra claramente a cristianos adorando juntos el domingo en lugar del sábado. No solo eso, sino que Romanos 14 enseña que cada persona debe estar convencido en su propia mente sobre el día que observan como el día del Señor; si el sábado fuese determinante para todos los cristianos de hoy, este pasaje no tendría sentido.

En contraste con la enseñanza de White sobre el destino eterno de aquellos que no conocen al Señor, la Biblia enseña que el infierno es real, que es eterno, y que en el infierno la ira de Dios es derramada con un castigo eterno consciente. Juan el Bautista habló de Jesús, diciendo: “Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará” (Mt. 3:12). Jesús mismo habló del infierno diciendo: “Si tu mano te hace pecar, córtala. Es mejor entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que no se apaga” y ademas dice “irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mr. 9:43, Mt. 25:46 ). Y en las epístolas, Pablo advirtió, “Ellos sufrirán el castigo de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder” (2 Ts. 1:9). Solo al torcer deliberadamente las Escrituras alguien puede negar la realidad aterradora que el infierno es real y que los que no conocen al Señor estará allí para enfrentarse a su ira para siempre.

Artículo publicado en Coalición Por el Evangelio

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