ISAIAS, Jehová es salvación
«El evangelista del Antiguo Testamento»
Llamado de Isaías.
De clase media alta, allegado a la familia real. Isaías nació probablemente en Jerusalén
(760 a.C) y estaba emparentado con la familia real. Según la tradición
talmúdica, Isaías posiblemente fue primo (pariente) del rey Uzías. En el
capítulo 7.3-5 leemos “Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu
corazón a causa de estos dos cabos de tizón que humean” Isaías utiliza
un lenguaje único, “tuteando al rey”. Aquí se ve al profeta hablando con la
autoridad de “enviado de Dios” pero también con un tono familiar al rey. Del
dialogo manifiesto en los versos del 3-17 del capítulo 7 vemos a un Isaías que
se movía entre los allegados del rey sin mayor problema. En el capítulo 39.3
leemos: “Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le dijo:
¿Qué dicen estos hombres, y de dónde han venido a ti? Y Ezequías respondió: De
tierra muy lejana han venido a mí, de Babilonia.” Actuaba muchas veces
como una especie de asesor y consultor real, debido a que se relacionaba muy
íntimamente con estos reyes. Así mismo se relacionaba con sacerdotes y altos
cargos de la capital del reino, veamos en el capítulo 8. 1-2 “Me dijo
Jehová: Toma una tabla grande, y escribe en ella con caracteres legibles
tocante a Maher-salal-hasbaz. Y junté conmigo por testigos fieles al sacerdote
Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías.” De esta manera podemos
concluir que estamos tratando la historia de un profeta que era de la clase
media alta de Jerusalén.
De labios inmundos. El llamamiento de Isaías empieza con el
reconocimiento: “Ay de mi que soy muerto” Isaías 6.5.
Él está reconociendo que es un pecador, que es un muerto en vida como cualquier
otro hombre. Isaías no es un tipo extraordinario. El hecho de que sea de la
familia real no lo hace extraordinario. Luego tenemos una confesión como: “Yo,
hombre de labios inmundos, que habito en un pueblo que también tiene labios
inmundos” Isaías 6.5. Isaías esta confesando que ha tenido la oportunidad
de ver al Señor, Adonay. Y ha escuchado a los ángeles cantando “santo,
santo, santo, Jehová de los ejércitos (YHVH Sebaot) y no le queda otra
que reconocer que ha habido una “gracia” manifiesta para su vida. Dios lo llama
por gracia. Isaías no tiene merito en sí mismo, ni por ser pariente del rey, ni
por ser de la clase media de Jerusalén. Dios lo llama porque Dios obra por gracia.
Isaías es un hombre que forma parte de un grupo de personas que blasfeman
contra Dios con sus labios. Ser de un pueblo “de labios inmundos”,
es igual como si en nuestro contexto dijéramos, “Yo, que consigo las
cosas con argolla, y que vivo en un pueblo en el que todos consiguen las cosas
con argolla”. Por ello podemos decir que Isaías, como cualquier otro
profeta y hombre de Dios, han actuado extraordinariamente por la gracia de
Dios, aunque ellos son ordinarios en sí mismos. Y es un llamado para nosotros,
a atrevernos y dejar que Dios nos use. Somos hombres y mujeres ordinarios, que
en las manos de Dios podemos hacer cosas extraordinarias.
“Heme aquí, envíame a mí”. (v.8) Finalmente tenemos la respuesta de este hombre que ha experimentado
la gracia de Dios. Es un “heme aquí” que no viene de un
encuentro emocional, no viene de una experiencia más de un culto espectacular;
viene de haber sido expuesta a un “poco” de la presencia de Dios. Es una de las
pocas visiones que son narradas en las Escrituras, en las que Dios mismo se
revela para marcar a “su escogido”. Éste es un “heme aquí” cargado
de compromiso y decisión, de un hombre que está dispuesto a dejarlo todo por
Dios. Nosotros solemos cantar “heme aquí” en varias versiones,
(tenemos la de Jesús Adrián Romero y la de Marcos Witt, y canciones más antiguas como el himno "Usa mi vida"). Pero no deja de ser
una emoción que nos embarga en el momento musical. El “heme aquí” de
Isaías es como el “Sí, acepto” que hace un hombre que se casa
delante de Dios, del ministro, su novia y de los invitados. Es un “heme
aquí” para siempre y sin retorno, no es la aceptación de una comisión
momentánea y pasajera. Isaías está diciendo a Dios: “Heme aquí… hasta
la muerte”.
El mensaje del profeta Isaías.
El Evangelista del Antiguo Testamento. Isaías es quizá el profeta que mas profetizó sobre
el Mesías. Encontré más de 16 profecías de Isaías cumplidas en Jesús, narradas
en el Nuevo Testamento. Podemos decir que él era el “evangelista del Antiguo
Testamento” anunciando “las buenas nuevas”. Es en Isaías 52.7 donde encontramos
el pasaje que dice: “!!Cuán hermosos son sobre los montes los pies del
que trae alegres nuevas, del que anuncia la paz, del que trae nuevas del bien,
del que publica salvación, del que dice a Sion: !!Tu Dios reina!”. También
encontramos en Isaías 9.2-3 ese hermoso pasaje que dice: “El pueblo que
andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de
muerte, luz resplandeció sobre ellos. Multiplicaste la gente, y aumentaste la
alegría. Se alegrarán delante de ti como se alegran en la siega, como se gozan
cuando reparten despojos.” Eso se cumple exactamente en Mateo 4.15-16.
Pero la profecía central de Isaías acerca del Mesías es sin duda, 7.14 que
dice: “Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen
concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emmanuel” esto se
cumple en Mateo 1.20-24, donde el escritor Mateo da por cumplida esta profecía
en Jesús. El otro pasaje fuertemente evangelista es Isaías 53.5, lo que yo le
llamo “el centro del evangelio de Isaías”, y dice: “Mas él herido fue
por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz
fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”. Esta profecía se
cumple en Mateo 8.17 que dice “para que se cumpliese lo dicho por el
profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó
nuestras dolencias”. Esto es “el mensaje de la cruz” predicado 700 años
a.C. Hoy, 2,000 años d.C. seguimos predicando el mismo mensaje. Y no es otra
cosa que el mensaje del sacrificio de Cristo por ti y por mí y por todo el
mundo.
¡No confíen en Egipto! Así he titulado a esta parte del mensaje de Isaías. Él nos está diciendo “no
confíen en el hombre”, “no confíes en tus fuerzas”, “No
confies en el campeón que hay en ti”. El profeta estuvo íntimamente ligado
a los reyes de turno, y su mensaje no pudo ser más claro y dependiente de Dios.
Isaías les va a decir “ustedes confían más en Egipto que en el Dios que
los libró de Egipto”, y esto es una contradicción y un mensaje para
nosotros. Dios nos está diciendo ahora miso, no confíes en el mundo del cual
Dios te rescató, es incongruente y absurdo. Éramos esclavos del mundo, y
¿confiamos más en el mundo? Eso les está diciendo Isaías al pueblo de Dios, a
Judá. Veamos el capítulo 30.1-5 “…Que se apartan para descender a
Egipto, y no han preguntado de mi boca; para fortalecerse con la fuerza de
Faraón, y poner su esperanza en la sombra de Egipto. Pero la fuerza de Faraón
se os cambiará en vergüenza, y el amparo en la sombra de Egipto en confusión. No
confiemos en el mundo, ni en nuestras fuerzas, ni en el hombre, confiemos en
Dios.
Muerte de Isaías.
Sanguinariedad de Manases. Hijo de Ezequías. En 2Reyes 21.16 encontramos que fue el peor rey que
tuvo Judá, “Fuera de esto, derramó Manasés mucha sangre inocente en
gran manera, hasta llenar a Jerusalén de extremo a extremo; además de su pecado
con que hizo pecar a Judá, para que hiciese lo malo ante los ojos de Jehová.” Fue
un tipo de lo peor: No siguió el camino recto de su padre. Toleró los
cultos asirios. Introdujo un sincretismo en el culto a
Jehová. Desarrolló la práctica de Invocación a los muertos. Practicó
el sacrificios de niños, sacrificó a sus propios hijos.
Martirio de Isaías: fue aserrado. El pueblo rebelde del tiempo de Isaías le decía: "No nos
profeticéis lo recto, decidnos cosas halagüeñas, profetizad mentiras" (Isaías
30:10). Hoy día sucede lo mismo, pero el verdadero mensajero de Jesucristo
siempre proclama lo que es verdad y recto; siempre condena lo falso y
equivocado. Por eso, según una tradición, Isaías perdió la vida. Cuando tuvo
noventa años fue aserrado sobre el tronco de un árbol por orden de Manasés.”
CONCLUSIÓN:
Isaías es uno de nuestros héroes de la fe, que narra el libro de Hebreos
11:37.
“Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada;
anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,
angustiados, maltratados”
- Seamos
humildes en aceptar el llamado de Dios para su ministerio. No es por
méritos personales, sino por su gracia.
- No
confiemos en nuestras fuerzas, ni en el apoyo humano que pudiéramos tener.
Confiemos sólo en Dios.
- Estemos
dispuestos a morir por Dios, aunque en realidad Dios nos quiere vivos para
hacer su obra.
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