lunes, 25 de agosto de 2025

ADN Muestra la Falsedad del Mormonismo



Las pruebas de ADN y el mito mormón del origen hebreo de los nativos americanos

(Basado en el artículo de Bill McKeever, Christian Research Journal)

1. Introducción: Ciencia contra revelación

En los últimos años, la genética ha planteado un serio desafío al relato fundacional del mormonismo. El Libro de Mormón enseña que los pueblos indígenas de América descienden de israelitas que emigraron alrededor del año 600 a.C. Sin embargo, la evidencia científica indica que los nativos americanos tienen un origen principalmente asiático, lo que contradice directamente la narrativa sagrada de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (SUD).

2. El origen de la narrativa mormona

Joseph Smith afirmó haber traducido el Libro de Mormón de unas planchas de oro reveladas por el ángel Moroni. En ese libro, se cuenta que dos grupos —los nefitas y los lamanitas— descendían de la familia de Lehi, un profeta hebreo que salió de Jerusalén. Los lamanitas, por su rebelión, fueron maldecidos con piel oscura y se convirtieron en los antepasados de los pueblos originarios de América.

Esta narrativa fue enseñada por décadas como un hecho histórico y teológico central: los indígenas americanos eran literalmente descendientes de Israel.

3. El desafío de la ciencia moderna

El antropólogo Thomas Murphy, criado en un hogar mormón, aplicó estudios genéticos al linaje de los pueblos nativos. Sus investigaciones mostraron que no existe evidencia de un origen hebreo. Al contrario, el ADN mitocondrial conecta a los indígenas con poblaciones de Siberia y Asia oriental.

La reacción de la Iglesia fue intentar someter a Murphy a disciplina eclesiástica, aunque luego se retiró el proceso ante la presión pública.

4. Reacciones desde la academia y la apologética

Académicos de BYU ridiculizaron los hallazgos, pero la ciencia genética respaldó las conclusiones. Investigadores como Michael Crawford (Universidad de Kansas), Neill Sikes y Mikhail Derenko confirmaron que el ADN de los pueblos originarios de América es predominantemente asiático.

Aun apologistas mormones admitieron que el 99,6% de los marcadores genéticos provienen de Siberia. La fricción entre fe y ciencia se hizo más evidente.

5. Tensiones dentro del mormonismo

Algunos defensores SUD, como Jeff Lindsay, propusieron reinterpretar el Libro de Mormón: quizá no hablaba de todos los pueblos de América, sino de un grupo pequeño. Sin embargo, líderes anteriores como Spencer W. Kimball habían enseñado explícitamente que los descendientes de Lehi poblaron todas las Américas.

FARMS (Foundation for Ancient Research and Mormon Studies) intentó sostener el relato, pero cada vez más se veía como un intento desesperado de acomodar ciencia y revelación.

6. La teoría de la deriva genética

Los apologistas introdujeron la idea de la “deriva genética”: el supuesto linaje hebreo se habría diluido en matrimonios mixtos, quedando indetectable.

Pero Murphy respondió con un argumento contundente: el Libro de Mormón no habla de un grupo marginal, sino de millones de descendientes directos de Lehi. La ciencia muestra que nunca existió tal población hebrea en América.

7. Declaraciones contradictorias de los líderes mormones

Mientras algunos defensores intentaban reinterpretar, presidentes de la Iglesia como Gordon B. Hinckley continuaban identificando a los indígenas mexicanos y ecuatorianos como descendientes de Lehi.

Al mismo tiempo, líderes advertían contra el “intelectualismo” y pedían a los fieles confiar en la revelación más que en la ciencia. El resultado es un dilema interno: ¿seguir la evidencia o mantener la fe institucional?

8. Conclusión: Una fe en crisis

El ADN ha dejado en entredicho la pretensión histórica del Libro de Mormón. Aunque la Iglesia SUD evita declaraciones oficiales al respecto, la contradicción permanece abierta.

El problema de fondo no es solo científico, sino teológico: si la narrativa del Libro de Mormón sobre el origen de los pueblos americanos es falsa, ¿qué ocurre con el resto de la “revelación” de Joseph Smith?

El debate continúa, pero lo cierto es que la ciencia ha erosionado uno de los pilares del mormonismo, dejando a la Iglesia ante una encrucijada entre fidelidad institucional y coherencia intelectual.

¿Qué sucede cuando la ciencia choca con una revelación falsa?

El cristianismo histórico ha afirmado siempre que la revelación de Dios en la Escritura es suficiente, infalible y definitiva (2 Timoteo 3:16–17; Judas 3). El mormonismo, en cambio, sostiene que el Libro de Mormón es “otro testamento de Jesucristo”, una extensión de la revelación bíblica.

Pero las pruebas de ADN han demostrado algo incómodo: el relato fundacional del Libro de Mormón, según el cual los pueblos indígenas de América descienden de los israelitas del 600 a.C., es insostenible. La ciencia confirma lo que la teología reformada siempre ha declarado: la Palabra de Dios no necesita suplementos, y toda supuesta revelación que la contradice se desenmascara como mentira.

El relato mormón frente a la verdad bíblica

Joseph Smith enseñó que los nativos americanos son descendientes de Lehi, un profeta hebreo que salió de Jerusalén. Esta narrativa no es secundaria: constituye el eje histórico y teológico del Libro de Mormón.

En contraste, la Biblia enseña que la historia de la redención se centra en Cristo, no en pueblos ocultos ni migraciones inventadas (Lucas 24:27). El problema no es solo de historia, sino de idolatría: el mormonismo ha edificado una fe sobre una ficción, sustituyendo la Palabra de Dios por una mitología religiosa.

La evidencia genética: un golpe devastador

Estudios genéticos concluyen que los pueblos originarios de América tienen origen principalmente asiático, con migraciones desde Siberia y Asia oriental. No existe rastro de linaje hebreo.

Esto no solo contradice el Libro de Mormón, sino que desenmascara la falsedad de la revelación de Smith. Como advierte Pablo: “Si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8).

El ADN no hace más que confirmar lo que la Escritura ya había advertido: el mormonismo no es otro camino a Cristo, sino un “otro evangelio” condenado por Dios mismo.

Estrategias de evasión: reinterpretación y silencio

Apologistas mormones han propuesto que Lehi no era el padre de todos los pueblos indígenas, sino de un grupo minoritario que desapareció por mezcla genética. Sin embargo, los presidentes de la Iglesia SUD, desde Joseph Smith hasta Gordon B. Hinckley, enseñaron claramente que los indígenas de todo el continente eran descendientes de Lehi.

El intento de reinterpretar es un acto de desesperación teológica. Como dice el profeta Isaías: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).

El dilema del mormonismo: ciencia o revelación

Frente a la evidencia, la Iglesia SUD responde con ambigüedad. Algunos líderes aconsejan confiar en la “revelación espiritual” más que en la ciencia. Pero aquí surge el verdadero dilema: ¿puede la “revelación” de Smith sobrevivir a la luz de la verdad objetiva?

La teología reformada responde con claridad: toda revelación debe ser probada por la Escritura (Hechos 17:11). La Biblia no necesita ser confirmada por la ciencia, pero las falsas revelaciones quedan expuestas cuando la realidad las contradice.

Conclusión: Solo la Palabra de Dios permanece

El ADN ha puesto en jaque el fundamento histórico del mormonismo, pero el problema es más profundo: revela que el Libro de Mormón nunca fue Palabra de Dios. Joseph Smith fabricó un relato que la ciencia ahora desenmascara como ficción.

Los cristianos reformados descansamos en la verdad inmutable:

  • La Escritura es suficiente y final (Hebreos 1:1–2).

  • Cristo es el centro de la historia redentora, no una migración imaginaria a América.

  • El Espíritu Santo no contradice la Palabra escrita, y cualquier “revelación” que lo haga proviene del engañador.

Por eso, la evidencia genética no debilita la fe cristiana, sino que refuerza la afirmación de que la Biblia, y solo la Biblia, es la Palabra de Dios infalible y suficiente.


¡Piensa en esto cristiano!

miércoles, 20 de agosto de 2025

¿Ausencia de calvinismo en los Padres de la Iglesia?

 

Respuesta al comentario del Dr. Carlos Andrés Murr

Introducción

En una afirmación que el Dr. Carlos Andrés Murr señaló: “Hay calvinistas que no me ven como hermano y son muy agresivos… he leído todos los Padres Apostólicos y no veo la soteriología calvinista en los primeros 4 siglos hasta Agustín... Encontrar en los Padres de la Iglesia el lenguaje de ‘elección’, ‘predestinación’ y ‘depravación’ no significa que sostenían las redefiniciones que el calvinismo hoy asigna a estas palabras.”

El comentario plantea dos objeciones principales: (1) la ausencia de una soteriología “calvinista” en los Padres de la Iglesia anteriores a Agustín, y (2) la acusación de que la teología reformada redefine términos bíblicos como “elección”, “predestinación” y “depravación”. Este artículo busca responder académicamente a dichas objeciones, considerando el testimonio bíblico, patrístico y reformado.

I. La insuficiencia del argumento del silencio patrístico

Es cierto que la teología de los primeros siglos no presenta una sistematización explícita de la soteriología reformada. Sin embargo, esto responde más al contexto histórico que a una ausencia de contenido bíblico. Como señala J. N. D. Kelly, “la doctrina patrística se desarrolló siempre en respuesta a las controversias de su tiempo” (Kelly, Early Christian Doctrines, 1977, p. 5).

La Iglesia primitiva enfrentó luchas contra el gnosticismo, el docetismo y el arrianismo, más que contra un pelagianismo aún inexistente. Por ello, no sorprende que el tema de la gracia y la predestinación alcanzara su mayor desarrollo con Agustín, en el contexto de la controversia pelagiana. R. C. Sproul afirma: “Las doctrinas de la gracia no nacieron en el siglo XVI, sino que se hicieron necesarias cada vez que la verdad bíblica fue amenazada por el orgullo humano” (Sproul, Chosen by God, 1986, p. 25).

II. El testimonio bíblico de la elección y la gracia

Antes que en Agustín o Calvino, la doctrina de la elección se halla en la Escritura misma. Pablo declara que Dios “nos escogió en él antes de la fundación del mundo” (Ef 1:4), que la salvación “no depende del que quiere ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia” (Ro 9:16), y que el hombre natural “no puede entender las cosas que son del Espíritu de Dios” (1 Co 2:14). Estos textos no dejan lugar a dudas sobre la iniciativa soberana de Dios en la salvación.

La teología reformada no redefine los términos, sino que procura ser fiel a la lógica interna de la Escritura. Como diría Juan Calvino: “Decimos que Dios previó lo que quiso que aconteciera, y lo quiso porque así le plugo; y si alguien pregunta por qué quiso, respondemos: porque quiso” (Institución, III.23.2).

III. El lenguaje patrístico sobre la gracia y la predestinación

Contrario a la afirmación del Dr. Murr, los Padres de la Iglesia sí usaron categorías que prefiguran la teología reformada.

  • Clemente de Roma escribió: “Somos llamados por la voluntad de Dios en Cristo Jesús, y no por nosotros mismos” (1 Clem. 32).

  • Ignacio de Antioquía habló de los creyentes como “predestinados antes de los siglos” (Carta a los Efesios, 1:1).

  • Justino Mártir afirmó que “aquellos que son salvos han recibido la gracia de comprender y aceptar la verdad” (Diálogo con Trifón, 7).

  • Ireneo de Lyon subrayó que “nadie puede venir a Cristo si no es llamado por el Padre” (Contra las herejías, IV, 41,2).

Aunque los Padres no desarrollaron un sistema soteriológico tan definido como el de la Reforma, su lenguaje refleja claramente nociones de elección y gracia irresistible (gracia divina). Agustín, lejos de innovar, llevó a su culminación lo que ya estaba presente en germen.

IV. Caridad cristiana y verdad doctrinal

Es lamentable que algunos calvinistas se muestren agresivos hacia quienes no comparten su visión. Tal espíritu contradice el mandato apostólico de hablar “la verdad en amor” (Ef 4:15). No obstante, el reconocimiento fraternal no significa relativizar la verdad bíblica. Como escribió Herman Bavinck: “La gracia no destruye la naturaleza, sino que la restaura; y esa gracia comienza con la iniciativa de Dios, no con la cooperación del hombre” (Dogmática Reformada, III, p. 79).

La verdadera unidad cristiana no se edifica en minimizar las diferencias, sino en confesar juntos al Cristo de las Escrituras, el mismo que enseña que “a todos los que me da el Padre, vendrán a mí” (Jn 6:37).

Conclusión

El comentario del Dr. Murr parte de un falso dilema: o los Padres enseñaron un calvinismo pleno, o el calvinismo es una invención tardía. La historia de la teología muestra, más bien, un desarrollo progresivo en respuesta a nuevas controversias. La elección, la predestinación y la depravación total no son redefiniciones arbitrarias, sino categorías bíblicas confirmadas en los Padres y sistematizadas en Agustín y la Reforma.

Lejos de ser una novedad, la teología reformada se entiende como la expresión madura de una semilla ya presente en la Escritura y reconocida, aunque de manera embrionaria, en la tradición patrística.

Soli Deo Gloria.

martes, 19 de agosto de 2025

Falacias de un Cristiano Pro - Israel





1. Falsa dicotomía (falacia de blanco y negro)

“NO PUEDES SER CRISTIANO y ANTISEMITA a la VEZ. Los 2 son mutuamente exclusivos… O eres o no eres. PUNTO.”

  • Es verdad que el antisemitismo es pecado e incompatible con la fe cristiana, pero el autor plantea el asunto como si el único “pro-israelismo” válido fuera respaldar incondicionalmente al pueblo judío o al Estado moderno de Israel.

  • Elimina toda distinción entre amar al prójimo judío (mandato cristiano) y apoyar un programa político o escatológico (opcional y discutible).

2. Equivocación de términos (confusión conceptual)

“¿No es tu Dios el Dios de los judíos?”

  • Sí, pero Pablo mismo responde en Romanos 3:29: Dios es también el Dios de los gentiles.

  • Aquí el autor usa una verdad bíblica para sacar una conclusión que no se sigue: que el cristiano debe “respaldar” (sin matices) a “los judíos” o a Israel como nación política.

3. Falacia del hombre de paja

  • El comentario presupone que quien no comparte el sionismo político moderno “rechaza a los judíos en su corazón”.

  • Es un hombre de paja: caricaturiza la postura crítica hacia Israel moderno como si fuera odio al pueblo judío en general.

4. Apelación a las emociones (falacia ad misericordiam)

“…no hay espacio para antisemitismo en tu ❤”

  • Recurre al sentimentalismo con emojis y lenguaje afectivo para reforzar la afirmación, en lugar de sostenerla con argumentos exegéticos o teológicos.

5. Falacia ad baculum (apelación a la amenaza)

“Si no te gusta. Lo siento. Terminarás arreglándotelas con el mismo Dios de Abraham…”

  • Sugiere que disentir de su postura es exponerse a la ira directa de Dios. Esto es una forma de coacción emocional: “o estás conmigo, o estás contra Dios”.

6. Generalización apresurada

“Nuestra fe respalda a los judíos… ¡¡¡Siempre!!!”

  • Esa es una generalización sin matices. La fe cristiana no respalda toda práctica, creencia o acción de los judíos como pueblo ni del Israel moderno como Estado. Respaldar “siempre” implicaría incluso justificar rechazos a Cristo, lo cual sería contradictorio.

7. Comparación absurda (falacia de falsa analogía / culpa por asociación)

“…o terminarás con odio como Hugo Chávez.”

  • Equiparar cualquier crítica teológica o política a Israel con “ser como Hugo Chávez” es una analogía absurda y manipuladora. Es culpabilizar por asociación, sin conexión lógica.

En resumen:
Ese comentario contiene al menos 7 falacias/errores claros:

  1. Falsa dicotomía.

  2. Equivocación de términos.

  3. Hombre de paja.

  4. Apelación a las emociones.

  5. Apelación a la amenaza.

  6. Generalización apresurada.

  7. Comparación absurda (culpa por asociación).

Es un buen ejemplo de cómo un discurso puede sonar enérgico y piadoso, pero en realidad estar sustentado en mala lógica y exégesis defectuosa.