El Peligro del Cristianismo Cultural
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.”
—Mateo 15:8
En nuestros días, uno de los mayores desafíos para la iglesia no proviene de fuera, sino de dentro: es el fenómeno del cristianismo cultural. Se trata de una forma de fe superficial, vacía de compromiso real con Cristo, que se acomoda más a los valores del mundo que al llamado radical del Evangelio.
¿Qué caracteriza a un cristiano cultural?
-
Vive por valores distorsionados.
Persigue la comodidad y la prosperidad por encima de la justicia, la santidad y la verdad (Amós 6:1; Mateo 6:33). -
Se acercó al cristianismo como una solución rápida.
Creyó que Dios arreglaría sus problemas si hacía “una oración” o se bautizaba, sin comprender el llamado a negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir a Jesús (Lucas 9:23). -
Tiene una fe transaccional.
Cree que Dios le debe tranquilidad y bendiciones materiales como prueba de su amor, y se frustra cuando las dificultades llegan (Juan 16:33; 1 Pedro 4:12-13). -
Minimiza el señorío de Cristo.
Está dispuesto a aceptar a Jesús como Salvador, pero no como Señor de su vida (Romanos 10:9; Lucas 6:46). -
Lucha por decidir entre el fútbol o la playa y la adoración dominical.
La comunión con los santos es negociable, no una prioridad (Hebreos 10:25). -
Muestra una fe sin raíces o sin fruto.
Como en la parábola del sembrador, cree por un tiempo, pero abandona la fe ante la prueba o es ahogado por las preocupaciones y placeres del mundo (Lucas 8:13-14). -
No se distingue del mundo en su administración del dinero.
Gasta como todos, se endeuda sin reflexión, y da poco o nada al avance del Reino (Mateo 6:21; 2 Corintios 9:6-8). -
Sujeta la Escritura a su juicio personal.
Vive por interpretaciones subjetivas y emociones momentáneas más que por convicciones bíblicas claras (2 Timoteo 4:3-4). -
Es indiferente ante la decadencia moral.
Guarda silencio frente a temas como la ideología de género, el aborto o la corrupción, temiendo parecer “intolerante” (Efesios 5:11; Isaías 5:20). -
Tiene una mentalidad consumista.
Piensa que Dios debe adaptar su “producto” a sus necesidades, y la iglesia, a sus preferencias (2 Timoteo 3:1-5). -
Relativiza la verdad.
Considera que las antiguas enseñanzas bíblicas deben evolucionar con los tiempos y ser aprobadas por la mayoría (Isaías 40:8; Romanos 12:2). -
Cuestiona la Palabra en lugar de someterse a ella.
Decide qué partes de la Biblia son aceptables según su juicio y contexto cultural, en vez de dejarse moldear por ella (Salmo 119:105; 2 Timoteo 3:16).
El diagnóstico de Cristo
Jesús fue claro y directo con los creyentes tibios de Laodicea. Su mensaje sigue vigente para los cristianos culturales de hoy:
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente... te vomitaré de mi boca... Porque dices: ‘Soy rico, y me he enriquecido, y de nada tengo necesidad’; y no sabes que eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”
—Apocalipsis 3:15–17
El cristianismo cultural no es una forma débil de cristianismo verdadero, sino una falsificación peligrosa. Es un engaño del corazón que puede llevar a muchos a creer que están en el camino de la salvación, cuando en realidad han construido su fe sobre arena (Mateo 7:21–23).
¿Qué hacer entonces?
La respuesta no es legalismo ni condena, sino arrepentimiento y reforma personal y eclesial. Necesitamos volver a la Palabra, al discipulado intencional, a una adoración centrada en Dios y no en nuestras emociones o preferencias. Como dijo Leonard Ravenhill: “La Iglesia primitiva oraba por diez días, predicaba por diez minutos y miles se convertían. Hoy oramos por diez minutos, predicamos por diez días, y pocos se arrepienten.”
Es tiempo de despertar.
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos.”
—2 Corintios 13:5
0 comentarios:
Publicar un comentario