viernes, 16 de febrero de 2018

Las "Venidas" del Señor


Un análisis exegético y teológico desde la escatología reformada

Introducción metodológica

Uno de los errores más persistentes en la escatología popular contemporánea consiste en asumir que toda referencia bíblica a la “venida” del Señor apunta necesariamente a un único evento futuro, corporal y cósmico. Tal presuposición no surge del texto bíblico, sino de un marco hermenéutico ajeno a la Escritura misma. Un examen cuidadoso del uso bíblico de los términos ἔρχομαι (erchomai) y παρουσία (parousía) revela que el Nuevo Testamento emplea el lenguaje de la “venida” del Señor de manera analógica, multirreferencial y contextual.

La tradición reformada histórica —desde los Padres hasta Calvino, y en tiempos más recientes autores como Geerhardus Vos, Herman Ridderbos, R. C. Sproul y Kenneth L. Gentry— ha reconocido que la obra redentora de Cristo se despliega en diversas manifestaciones históricas de su presencia, autoridad y juicio, sin confundirlas con la Segunda Venida final, única e irrepetible.

Este artículo propone una clasificación teológica de los principales sentidos bíblicos en los que la Escritura habla de la “venida” del Señor.

I. La venida del Señor en la encarnación

El primer sentido fundamental de la “venida” del Señor es su encarnación histórica. El Evangelio de Juan emplea reiteradamente el lenguaje de “venir” para describir la misión redentora del Verbo eterno:

“La luz vino al mundo” (Jn 3:19);
“He descendido del cielo” (Jn 6:38).

Aquí no se trata de un evento escatológico, sino cristológico y soteriológico. La “venida” designa la irrupción del Hijo en la historia humana para cumplir la obra de redención. Este uso establece un precedente hermenéutico decisivo: no toda venida es escatológica, ni toda referencia al “venir” de Cristo debe leerse como futura.

II. La venida del Señor en el Espíritu (resurrección y Pentecostés)

Un segundo sentido aparece en los discursos de despedida de Juan:

“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros” (Jn 14:18).

La exégesis reformada ha entendido este pasaje como una referencia a la presencia de Cristo por medio del Espíritu Santo, inaugurada plenamente en Pentecostés. No se trata de una parusía visible, sino de una presencia pactual permanente del Cristo exaltado en su Iglesia.

Calvino afirma que Cristo “no se ausenta realmente de nosotros cuando asciende al cielo, sino que comienza a estar presente de un modo más eficaz por su Espíritu” (Institución, II.16.14). Esta “venida” es real, pero espiritual; histórica, pero no visible.

III. La presencia del Señor en la asamblea del Día del Señor

En un tercer sentido, el Nuevo Testamento afirma la presencia activa de Cristo en la asamblea de la iglesia, particularmente en el Día del Señor. Textos como Mateo 18:20; 1 Corintios 5:4 y 11:29–32 indican que el Cristo resucitado ejerce autoridad, comunión y disciplina en medio de su pueblo congregado.

Apocalipsis 1–3 presenta a Cristo caminando en medio de los candeleros, “visitando” a sus iglesias para aprobar o corregir. No se trata aquí de una parusía escatológica, sino de una presencia pastoral y judicial del Señor del pacto.

Desde una perspectiva reformada, es más preciso hablar de presencia pactual y sacramental, evitando confundir este lenguaje con una “venida” en sentido técnico escatológico.

IV. La venida del Hijo del Hombre en juicio contra Jerusalén (70 d.C.)

El cuarto sentido —y uno de los más debatidos— es la venida del Señor en juicio histórico, particularmente en la destrucción de Jerusalén y del Templo en el año 70 d.C.

Jesús anunció repetidamente una venida que ocurriría antes de que pasara su generación (Mt 10:23; 16:28; 24:29–34; 26:64). Este lenguaje, lejos de referirse a la consumación final, se enmarca en el lenguaje profético veterotestamentario, donde “venir en las nubes” simboliza la acción judicial de Dios en la historia (Is 19:1; Nah 1:3).

Como señala R. C. Sproul:

“La venida del Hijo del Hombre en Mateo 24 no es la Segunda Venida, sino una venida en juicio, invisible pero real, contra Jerusalén” (The Last Days According to Jesus, p. 158).

Este evento marcó el fin definitivo del orden mosaico, la clausura del sistema sacrificial y el juicio pactual sobre el Israel apóstata. No fue una venida corporal, sino real, histórica y judicial.

V. La venida final, corporal y gloriosa

Finalmente, la Escritura enseña con absoluta claridad una única Segunda Venida futura, visible y corporal, en la que Cristo resucitará a los muertos, juzgará a vivos y muertos y consumará su reino (Hch 1:11; 1 Co 15; 1 Ts 4:13–18).

Este punto es irrenunciable para la fe reformada y distingue al preterismo parcial del error del preterismo completo. Todas las venidas anteriores apuntan tipológica y teológicamente hacia esta consumación final, sin confundirse con ella.

Conclusión

El análisis bíblico demuestra que la Escritura utiliza el lenguaje de la “venida” del Señor de manera rica, diversa y contextual. Confundir estos sentidos conduce inevitablemente a errores escatológicos, ya sea al posponer en el futuro lo que Cristo declaró cercano, o al espiritualizar indebidamente la esperanza final de la Iglesia.

Desde la perspectiva reformada, afirmamos con claridad:

  • Cristo vino en la encarnación.

  • Cristo viene por su Espíritu a su Iglesia.

  • Cristo vino en juicio contra Jerusalén en el siglo I.

  • Cristo vendrá de nuevo, corporalmente y en gloria, al final de la historia.

La esperanza cristiana no descansa en una lectura sensacionalista del futuro, sino en la fidelidad histórica del Señor que cumple sus palabras. El mismo Cristo que juzgó a Jerusalén tal como lo prometió es el que vendrá otra vez para hacer nuevas todas las cosas.

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