Este artículo se examina
críticamente la concepción del mal dentro del pensamiento neopentecostal
contemporáneo, identificando una tendencia hacia un maniqueísmo funcional que
opone a Dios y a Satanás como fuerzas equivalentes. A partir de fuentes
doctrinales, exegéticas e históricas, se sostiene que esta visión socava la
soberanía divina al otorgar autonomía metafísica al diablo. Se ofrece una
corrección desde la teología reformada clásica, subrayando la supremacía
absoluta de Dios incluso sobre los actos del mal.
1. Introducción
Una de las afirmaciones más
radicales —y menos reconocidas— dentro de ciertos sectores del
neopentecostalismo contemporáneo es la elevación práctica del poder de Satanás
a una esfera casi equivalente a la de Dios. Esta postura, aunque rara vez
confesada explícitamente, se evidencia en la forma en que muchos líderes
interpretan el origen del mal, las tragedias humanas y las guerras
espirituales.
Este artículo argumenta que dicha
visión refleja una cosmología maniquea funcional, más cercana al dualismo de la
antigua secta de Manes que a la cosmovisión bíblica centrada en un Dios
absolutamente soberano. El análisis partirá de una revisión de textos
neopentecostales, para luego contrastarlos con el testimonio bíblico y la
teología reformada clásica.
2. El maniqueísmo: una breve
definición histórica
El maniqueísmo fue una religión sincrética fundada en el siglo III por Mani, quien enseñaba la existencia de dos principios eternos y contrapuestos: la Luz (el Bien) y las Tinieblas (el Mal). Ambas fuerzas luchaban continuamente por el control del mundo. Aunque el maniqueísmo fue condenado por la iglesia antigua, su cosmovisión dualista ha persistido sutilmente en diversas corrientes teológicas modernas.
En la teología cristiana
ortodoxa, sin embargo, el mal no tiene existencia propia ni autonomía. Es, como
lo explicó Agustín, una privación del bien (privatio boni), no una sustancia
ontológica independiente. En contraste, el maniqueísmo —y las formas modernas
que lo evocan— otorgan al mal un carácter cuasi divino.
3. Evidencias de maniqueísmo
funcional en el neopentecostalismo
Un ejemplo claro de esta
desviación teológica se encuentra en declaraciones como las de Cindy Jacobs,
figura prominente en el movimiento profético global:
“Los demonios están a cargo de varias partes del mundo. Satanás está tratando de reclamar más territorio del que nunca ha tenido. Esta es una gran guerra espiritual para ver quién ganará el mundo.”(1)
Esta afirmación presenta al diablo no como una criatura subordinada a la voluntad de Dios, sino como un competidor con ambiciones geopolíticas reales, en pugna con el Creador. La implicación es seria: el triunfo de Dios depende del éxito de la “intercesión espiritual” de los creyentes.
Otro ejemplo se encuentra en el
relato de Frank Bartleman, en el contexto del movimiento de la calle Azusa, quien narra
lo siguiente:
“En una ocasión cuando salí a predicar a la calle… inmediatamente fui asaltado con una nube de tinieblas, y me sentí perplejo. El enemigo había determinado resistirme y confundirme en cuanto a mi deber…” (2)
Notamos que, en tiempos de Bartleman, los pentecostales ya tenía estos indicios o doctrinas primitivas sobre "el bien y el mal" que los neopentecostales hoy lo tienen como una doctrina rígida sobre el "maniqueismo evangélico". Aunque este tipo de experiencias no niegan per se la acción demoníaca, el lenguaje empleado otorga a Satanás un poder de decisión que parece actuar en ausencia de control divino.
4. Respuesta desde la teología
reformada
La tradición reformada, en
contraste, afirma la soberanía exhaustiva de Dios. Como afirma Wayne
Grudem:
“Dios gobierna sobre toda la creación, incluyendo lo que ocurre en el reino espiritual. Aunque Satanás es real, él no puede actuar sin el permiso expreso de Dios.” (3)
4.1 El testimonio de la
Escritura
- Job 1–2: Satanás no puede actuar sin pedir
permiso. Dios pone límites claros a sus acciones.
- Efesios 1:11: Dios “hace todas las cosas
conforme al designio de su voluntad”.
- Daniel 4:35: “...no hay quien detenga su
mano y le diga: ¿Qué haces?”
- Isaías 45:7: “Yo formo la luz y creo las
tinieblas, hago la paz y creo la adversidad...”
4.2 La causa primera y
secundaria
La Confesión de Fe de Westminster
afirma:
“Dios, desde toda la eternidad, ha ordenado libre e inmutablemente todo cuanto acontece... sin ser autor del pecado” (CFW, 3.1; 5.4).
Esto significa que Dios es la causa
primera de todo lo que existe, pero utiliza causas secundarias (como
agentes humanos o espirituales) para cumplir su voluntad. Satanás es uno de
esos instrumentos. Nunca actúa autónomamente.
5. Implicaciones prácticas y
pastorales
La demonización constante de
circunstancias adversas desvía la atención del creyente de la providencia
soberana de Dios. En vez de ver cada crisis como un asalto demoníaco, el
creyente maduro debería decir como José:
“Vosotros pensasteis mal contra mí, pero Dios lo encaminó a bien” (Gn. 50:20).
Además, cuando se predica un Dios
que no puede impedir a Satanás, se alimenta el temor y no la confianza. Esta
visión deformada del mal puede llevar a prácticas supersticiosas, legalismos
espirituales y desilusión teológica.
6. Conclusión
El neopentecostalismo, al
conceder un poder desmesurado a Satanás, termina por instalar una cosmovisión
maniquea que reduce a Dios a un ser que reacciona en vez de gobernar. Esta
teología no solo es errónea, sino espiritualmente dañina. Frente a ello, la
tradición reformada ofrece una visión bíblica, robusta y consoladora: Dios es
absolutamente soberano, incluso sobre Satanás. El mal, aunque real, nunca
escapa a su control.
Footnotes
- Jacobs, Cindy. Possessing the Gates of the Enemy, Chosen Books, 1991.
- Bartleman, Frank. Azusa Street, Whitaker House, 1982.
- Grudem, Wayne. Teología Sistemática, Vida, 1999, p. 403.
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