jueves, 5 de mayo de 2016

La visión maniquea del mal en el neopentecostalismo: una crítica desde la teología reformada



Resumen

Este artículo se examina críticamente la concepción del mal dentro del pensamiento neopentecostal contemporáneo, identificando una tendencia hacia un maniqueísmo funcional que opone a Dios y a Satanás como fuerzas equivalentes. A partir de fuentes doctrinales, exegéticas e históricas, se sostiene que esta visión socava la soberanía divina al otorgar autonomía metafísica al diablo. Se ofrece una corrección desde la teología reformada clásica, subrayando la supremacía absoluta de Dios incluso sobre los actos del mal.


1. Introducción

Una de las afirmaciones más radicales —y menos reconocidas— dentro de ciertos sectores del neopentecostalismo contemporáneo es la elevación práctica del poder de Satanás a una esfera casi equivalente a la de Dios. Esta postura, aunque rara vez confesada explícitamente, se evidencia en la forma en que muchos líderes interpretan el origen del mal, las tragedias humanas y las guerras espirituales.

Este artículo argumenta que dicha visión refleja una cosmología maniquea funcional, más cercana al dualismo de la antigua secta de Manes que a la cosmovisión bíblica centrada en un Dios absolutamente soberano. El análisis partirá de una revisión de textos neopentecostales, para luego contrastarlos con el testimonio bíblico y la teología reformada clásica.


2. El maniqueísmo: una breve definición histórica

El maniqueísmo fue una religión sincrética fundada en el siglo III por Mani, quien enseñaba la existencia de dos principios eternos y contrapuestos: la Luz (el Bien) y las Tinieblas (el Mal). Ambas fuerzas luchaban continuamente por el control del mundo. Aunque el maniqueísmo fue condenado por la iglesia antigua, su cosmovisión dualista ha persistido sutilmente en diversas corrientes teológicas modernas.

En la teología cristiana ortodoxa, sin embargo, el mal no tiene existencia propia ni autonomía. Es, como lo explicó Agustín, una privación del bien (privatio boni), no una sustancia ontológica independiente. En contraste, el maniqueísmo —y las formas modernas que lo evocan— otorgan al mal un carácter cuasi divino.


3. Evidencias de maniqueísmo funcional en el neopentecostalismo

Un ejemplo claro de esta desviación teológica se encuentra en declaraciones como las de Cindy Jacobs, figura prominente en el movimiento profético global:

“Los demonios están a cargo de varias partes del mundo. Satanás está tratando de reclamar más territorio del que nunca ha tenido. Esta es una gran guerra espiritual para ver quién ganará el mundo.”(1)




Esta afirmación presenta al diablo no como una criatura subordinada a la voluntad de Dios, sino como un competidor con ambiciones geopolíticas reales, en pugna con el Creador. La implicación es seria: el triunfo de Dios depende del éxito de la “intercesión espiritual” de los creyentes.

Otro ejemplo se encuentra en el relato de Frank Bartleman, en el contexto del movimiento de la calle Azusa, quien narra lo siguiente:

“En una ocasión cuando salí a predicar a la calle… inmediatamente fui asaltado con una nube de tinieblas, y me sentí perplejo. El enemigo había determinado resistirme y confundirme en cuanto a mi deber…” (2)


Notamos que, en tiempos de Bartleman, los pentecostales ya tenía estos indicios o doctrinas primitivas sobre "el bien y el mal" que los neopentecostales hoy lo tienen como una doctrina rígida sobre el "maniqueismo evangélico". Aunque este tipo de experiencias no niegan per se la acción demoníaca, el lenguaje empleado otorga a Satanás un poder de decisión que parece actuar en ausencia de control divino.


4. Respuesta desde la teología reformada

La tradición reformada, en contraste, afirma la soberanía exhaustiva de Dios. Como afirma Wayne Grudem:

“Dios gobierna sobre toda la creación, incluyendo lo que ocurre en el reino espiritual. Aunque Satanás es real, él no puede actuar sin el permiso expreso de Dios.” (3)

4.1 El testimonio de la Escritura

  • Job 1–2: Satanás no puede actuar sin pedir permiso. Dios pone límites claros a sus acciones.
  • Efesios 1:11: Dios “hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad”.
  • Daniel 4:35: “...no hay quien detenga su mano y le diga: ¿Qué haces?”
  • Isaías 45:7: “Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la paz y creo la adversidad...”

4.2 La causa primera y secundaria

La Confesión de Fe de Westminster afirma:

“Dios, desde toda la eternidad, ha ordenado libre e inmutablemente todo cuanto acontece... sin ser autor del pecado” (CFW, 3.1; 5.4).

Esto significa que Dios es la causa primera de todo lo que existe, pero utiliza causas secundarias (como agentes humanos o espirituales) para cumplir su voluntad. Satanás es uno de esos instrumentos. Nunca actúa autónomamente.


5. Implicaciones prácticas y pastorales

La demonización constante de circunstancias adversas desvía la atención del creyente de la providencia soberana de Dios. En vez de ver cada crisis como un asalto demoníaco, el creyente maduro debería decir como José:

“Vosotros pensasteis mal contra mí, pero Dios lo encaminó a bien” (Gn. 50:20).

Además, cuando se predica un Dios que no puede impedir a Satanás, se alimenta el temor y no la confianza. Esta visión deformada del mal puede llevar a prácticas supersticiosas, legalismos espirituales y desilusión teológica.


6. Conclusión

El neopentecostalismo, al conceder un poder desmesurado a Satanás, termina por instalar una cosmovisión maniquea que reduce a Dios a un ser que reacciona en vez de gobernar. Esta teología no solo es errónea, sino espiritualmente dañina. Frente a ello, la tradición reformada ofrece una visión bíblica, robusta y consoladora: Dios es absolutamente soberano, incluso sobre Satanás. El mal, aunque real, nunca escapa a su control.



Footnotes

  1. Jacobs, Cindy. Possessing the Gates of the Enemy, Chosen Books, 1991. 
  2. Bartleman, Frank. Azusa Street, Whitaker House, 1982. 
  3. Grudem, Wayne. Teología Sistemática, Vida, 1999, p. 403. 

 Artículo mejorado con IA.

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