En los últimos años, ciertos sectores del cristianismo carismático han promovido un fenómeno conocido como “la Risa Santa”, descrita como una supuesta manifestación del Espíritu Santo en la que los creyentes ríen de forma descontrolada durante el culto. Este artículo examina bíblicamente dicha afirmación, analizando su principal texto de apoyo (Salmo 126:2) y contrastándolo con una teología reformada del gozo espiritual, el uso de la razón y la adoración regulada por la Escritura.
Introducción: ¿qué es la “Risa Santa”?
La “Risa Santa” tuvo notoriedad a partir de los años 90, particularmente durante el llamado avivamiento de Toronto (conocido como la “Bendición de Toronto”), y se extendió en muchas iglesias bajo el supuesto de que el Espíritu Santo produce risa como señal de liberación interior. Quienes promueven este fenómeno apelan a textos bíblicos que mencionan la risa o el gozo, particularmente el Salmo 126:2:
“Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza...” (RVR1960).
El Salmo 126 en su contexto
El Salmo 126 es un poema postexílico que celebra el retorno de los judíos del cautiverio babilónico. El lenguaje es profundamente poético y simbólico. Tal como señala Robert Alter, “la risa y el gozo en los Salmos son imágenes de restauración radical que contrastan con el sufrimiento previo” (Alter, The Book of Psalms, Norton, 2007). La frase “nuestra boca se llenará de risa” es una expresión figurativa del regocijo colectivo, no una prescripción litúrgica ni una descripción de manifestaciones físicas descontroladas.
El género literario es clave: la poesía hebrea emplea paralelismos (como en v.2: “boca de risa” paralelo a “lengua de alabanza”) que refuerzan ideas, no que promuevan rituales específicos. Como advierte Tremper Longman III:
“Interpretar los Salmos sin tener en cuenta su naturaleza poética puede llevar a errores doctrinales graves” (How to Read the Psalms, IVP, 1988).
La tradición cristiana y la ausencia de “risa” como manifestación espiritual
Ni en el Antiguo ni en el Nuevo Testamento se presenta la risa incontrolable como señal de llenura del Espíritu. Jesucristo nunca promovió tal experiencia; sus milagros, enseñanza y presencia producían asombro, gozo reverente y fe, pero no desórdenes emocionales o físicos sin control. Tampoco los apóstoles, al ser llenos del Espíritu, experimentaron fenómenos similares. El fruto del Espíritu incluye el gozo (Gál. 5:22), pero este está siempre en armonía con el dominio propio.
R.C. Sproul observó con agudeza:
“El Espíritu Santo no produce desorden ni irracionalidad, sino que ilumina la mente y transforma el corazón conforme a la Palabra” (The Mystery of the Holy Spirit, Tyndale, 1990).
El principio regulador de la adoración
Desde la Reforma protestante, el principio regulador enseña que sólo debe incluirse en el culto aquello que ha sido explícitamente ordenado por Dios en su Palabra. Como afirmó Juan Calvino:
“Dios desaprueba todas las formas de adoración no establecidas por Su Palabra” (Institución de la Religión Cristiana, IV.10.23).
Incluso autores puritanos como Jonathan Edwards, que reconocían experiencias emocionales intensas en los avivamientos, advertían contra excesos:
“Las emociones religiosas no son evidencias suficientes de la obra del Espíritu... lo esencial es si conducen a una obediencia piadosa y al amor a Dios” (Religious Affections, 1746).
El gozo bíblico es compatible con la razón
La Escritura nunca presenta al cristiano como alguien que debe suspender su mente para adorar. Al contrario, Jesús dijo:
“Amarás al Señor tu Dios… con toda tu mente” (Mt 22:37).
Pablo exhorta a un “culto racional” (logikē latreía, Ro 12:1), y enseña que el fruto espiritual se expresa en dominio propio (2 Ti 1:7).
La experiencia cristiana es profunda, pero no irracional. Como señala Michael Horton:
“La verdadera adoración no requiere apagar la mente, sino renovar la mente conforme a la verdad revelada” (A Better Way: Rediscovering the Drama of God-Centered Worship, Baker, 2002).
Conclusión
No hay base bíblica ni histórica para sostener que la “Risa Santa” sea una manifestación del Espíritu Santo. El uso del Salmo 126:2 fuera de su contexto literario y teológico es un error hermenéutico. La alegría espiritual es real, profunda y constante, pero no se manifiesta en desórdenes emocionales sin control. La verdadera obra del Espíritu Santo nos lleva a glorificar a Cristo con mente renovada, no a caer al suelo riendo sin razón.
Bibliografía citada
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Alter, Robert. The Book of Psalms: A Translation with Commentary. W. W. Norton & Company, 2007.
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Calvin, John. Institución de la Religión Cristiana.
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Edwards, Jonathan. Religious Affections. 1746.
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Horton, Michael. A Better Way. Baker Books, 2002.
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Longman III, Tremper. How to Read the Psalms. InterVarsity Press, 1988.
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Sproul, R.C. The Mystery of the Holy Spirit. Tyndale, 1990.


Amen.
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