domingo, 10 de enero de 2021

¿Qué Abominación Trajo Desolación?




La abominación desoladora y la destrucción de Jerusalén

Un análisis exegético, histórico y patrístico de Mateo 24, Marcos 13 y Lucas 21

Introducción

La expresión “la abominación desoladora”, tomada del profeta Daniel (Dn 9:26–27; 11:31; 12:11) y citada por Jesucristo en su discurso escatológico (Mt 24; Mr 13; Lc 21), ha sido uno de los textos más debatidos en la historia de la interpretación bíblica. Mientras que gran parte del evangelicalismo contemporáneo —especialmente bajo la influencia dispensacionalista— proyecta este evento hacia un futuro aún no cumplido, una lectura contextual, histórica y patrística sugiere con fuerza que Jesús estaba anunciando un juicio inminente que recaería sobre Jerusalén y su templo en el siglo I, culminando en el año 70 d.C.

Este estudio sostiene que la “abominación desoladora” no se refiere a un templo futuro reconstruido ni a un escenario escatológico moderno, sino al asedio romano, la profanación interna del templo y su destrucción final, eventos claramente documentados tanto en el Nuevo Testamento como en fuentes históricas judías y cristianas tempranas.

1. La interpretación sinóptica: Mateo, Marcos y Lucas

Jesús utiliza la expresión “abominación desoladora” en Mateo 24:15, pero su significado se aclara progresivamente en los evangelios paralelos.

Mateo escribe a una audiencia judía y afirma:

“Cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora…” (Mt 24:15)

El término griego utilizado es τόπος ἅγιος (topos hagios), que no designa exclusivamente el santuario interior (naos) ni los atrios del templo (hieron), sino de manera más amplia los lugares consagrados, incluyendo el complejo del templo y la ciudad santa de Jerusalén, la cual es llamada “santa” en Mateo 4:5 y 27:53. Esta elección léxica sugiere una profanación generalizada del sistema cultual judío, no un acto ritual aislado.

Marcos, escribiendo probablemente desde Roma para lectores gentiles, reformula la advertencia de Jesús:

“Cuando veáis la abominación desoladora… puesta donde no debe estar” (Mr 13:14)

La expresión deliberadamente ambigua apunta a una presencia ilegítima e impía en un espacio sagrado.

Lucas, sin embargo, elimina toda ambigüedad interpretativa y ofrece una explicación histórica directa:

“Cuando veáis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado” (Lc 21:20)

Aquí, la “abominación desoladora” es explícitamente identificada con el asedio militar romano, una interpretación que sigue el principio hermenéutico clásico según el cual los pasajes más claros interpretan a los más oscuros. Esta lectura ha sido ampliamente reconocida por exégetas de distintas tradiciones (cf. R. C. Sproul, The Last Days According to Jesus).

2. ¿Por qué asumir un templo futuro?

Un problema fundamental del enfoque futurista es que introduce un templo reconstruido sin necesidad textual. Jesús pronunció estas palabras cuando el templo de Herodes aún estaba en pie, visible desde el monte de los Olivos. Los discípulos no preguntaron por un tercer templo, sino por la destrucción del que estaban contemplando (Mt 24:1–3).

No existe indicio alguno en el discurso de que Jesús estuviera trasladando el cumplimiento de la profecía a miles de años en el futuro. Por el contrario, insiste repetidamente en la cercanía temporal del juicio (Mt 24:34).

3. La profanación interna del templo según Flavio Josefo

Además del asedio romano, las fuentes históricas muestran que el templo fue profundamente profanado antes de su destrucción, principalmente por los mismos judíos rebeldes (zelotes) atrincherados en su interior.

Flavio Josefo, testigo ocular judío del conflicto, describe escenas que encajan perfectamente con el concepto bíblico de “abominación”:

  • El uso profano del aceite y del vino sagrados reservados para los sacrificios (Guerras de los Judíos, V.13.6).

  • El derramamiento de sangre dentro del recinto sagrado, con cadáveres abandonados sin sepultura (Guerras, IV.3.10).

  • La conversión del templo en una fortaleza militar y campo de batalla interno.

En la teología veterotestamentaria, la “abominación” no se limita a ídolos paganos; incluye la violación del pacto, la corrupción del culto y la contaminación del lugar santo con sangre inocente (cf. Ez 9; Lam 2).

4. El testimonio patrístico: Eusebio de Cesarea

La interpretación de que la “abominación desoladora” se cumplió en el año 70 d.C. no es una construcción moderna. Eusebio de Cesarea (c. 263–339), uno de los historiadores más importantes de la Iglesia primitiva, afirma explícitamente:

“La abominación desoladora proclamada por los profetas se asentó en el mismo templo de Dios… y sufrió todo tipo de destrucción hasta su desaparición final por el fuego” (Historia Eclesiástica, III.5.3).

Eusebio conecta directamente las palabras de Jesús con los acontecimientos narrados por Josefo, mostrando que la Iglesia de los primeros siglos entendía estas profecías como ya cumplidas, no como eventos futuristas.

5. Una tribulación única e irrepetible

Jesús describe esta tribulación como algo sin precedentes y sin repetición futura (Mt 24:21). Si esto es así, resulta problemático sostener un “doble cumplimiento” que proyecta una tribulación aún mayor en el futuro, como lo hace el dispensacionalismo clásico.

Kenneth L. Gentry observa que una profecía descrita por Cristo como única en la historia pierde su fuerza si se multiplica en varios cumplimientos (cf. Before Jerusalem Fell).

Conclusión pastoral y apologética

La evidencia bíblica, histórica y patrística converge en una conclusión coherente: la “abominación desoladora”, la gran tribulación y la destrucción de Jerusalén se cumplieron en el siglo I, como juicio divino contra Israel apóstata y como vindicación profética de Jesucristo.

Esto no niega la segunda venida futura, física y gloriosa de Cristo, sino que distingue correctamente entre:

  • una venida en juicio histórica (70 d.C.),

  • y la venida final escatológica al fin de la historia.

Pastoralmente, esta interpretación no conduce a licenciosidad ni a indiferencia espiritual. Al contrario, reafirma la fidelidad de Cristo como profeta verdadero y nos recuerda que Dios cumple sus palabras con precisión histórica. Como escribió R. C. Sproul: “Un Cristo que falla en sus profecías no puede ser el Cristo de la fe cristiana.”

Comprender correctamente estos textos no debilita la esperanza cristiana; la fortalece, anclándola en un Señor que gobierna la historia y cumple fielmente todo lo que ha prometido.


¡Piensa en esto cristiano!

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