Para aceptar el «pastorado femenino» hay que creer algunas
de las siguientes cosas:
- Que la mujer y el hombre no solo son iguales en dignidad (cosa que es completamente cierta a la luz de textos como Gn. 1.27 y Gál.3.28) sino también en funciones.
- Que estas funciones son iguales a pesar de que Dios ha ordenado a la mujer cosas que ordinariamente sólo la mujer puede cumplir y no el hombre: engendrar hijos y alimentarlos con su pecho (1 Ti. 2.15), así como ser físicamente más delicadas (1 P. 3.7) y poseer un sentido de la belleza personal más desarrollado (1 P. 3:3–6; 1 Ti. 2:9–10).
- Que estas funciones son iguales a pesar de que la Biblia no dice que los hombres deban ser «cuidadosos del hogar» y «sumisos a sus esposas», pero sí lo ordena explícitamente para la mujer (Tito 2:4–5; Ef.5:22–24; 1 P. 3.1).
- Que estas funciones son iguales incluyendo el ejercicio de la autoridad en el pastorado a pesar de que la Biblia no reconoce ningún pastorado de ninguna mujer sino que explícitamente lo prohíbe en 1 Ti. 2:11–15 y 1 Co.14:34–35.
- Que no es exegéticamente correcto sostener la prohibición del pastorado femenino en uno o dos textos de la Biblia, sin explicar cuántos versículos son necesarios ni de qué escuela de interpretación han obtenido semejante novedad, e ignorando que hay doctrinas cristianas para las cuales hay pocos versículos explícitos disponibles; por ejemplo, en el caso de la doctrina de la Trinidad no hay ninguno sino que resulta de un cúmulo de inferencias. Lo mismo en el caso del bautismo de infantes y la Teología del Pacto aceptada por las Confesiones de fe históricas presbiterianas y bautistas. Y para el caso del dispensacionalismo hay un solo texto que trata el asunto de un reinado milenario sobre el cual se ha construido tanta teología como es posible encontrar. En todos estos casos -y otros- la sana inferencia nos guía. Si así pasa en estos tópicos, cuanto más debería de guiarnos no una inferencia sino pasajes explícitos que prohíben el «pastorado femenino». Además, en toda la Biblia hay un patrón sumamente consistente de liderazgo masculino. Cuando la mujer aparece guiando es en casos excepcionales (Athalia, Débora…), y en ninguno de ellos se da de forma sacerdotal. Débora y Huldá profetizaron en privado y no en asambleas públicas como pretender hacerlo las «pastoras» de hoy.
- Que cuando Pablo apela a la creación en 1 Ti. 2:11–15 estaba corrigiendo un error gnóstico que colocaba a Eva como iluminadora de Adán, lo cual es una interpretación casi invisible e irrelevante en la Academia cristiana que aunque fuera cierta en nada afectaría la orden del apóstol de prohibir la pastoral de la mujer; explícitamente se lee allí que la mujer debe ocuparse de su familia y no de la enseñanza pastoral, e inmediatamente después se nos enseña que los pastores (del griego masculino presbiteros) deben cumplir ciertos requisitos, entre ellos, el ser «maridos de una sola mujer» (1 Ti. 3.2). Si Pablo hubiera querido incluir a la mujer en los requisitos del pastorado este hubiera sido el mejor lugar para hacerlo escribiendo: «esposas de un solo marido», y el peor lugar para indicar que la mujer no debe enseñar al hombre, como en efecto lo hizo. En el texto paralelo de Tito 1 el apóstol sigue el mismo patrón de pensamiento, sin incluir a las mujeres en el pastorado.
- Que en 1 Ti. 2: 11–15 la palabra traducida como «autoridad» del griego authenteo no significa todo tipo de autoridad sino una autoridad impuesta por la fuerza. De manera que Pablo quiso decir: «no permito que la mujer arrebate por la fuerza el pastorado, sino de forma santa y pacífica», lo cual es una exégesis muy arriesgada. Proceder así es hacer teología no de uno o dos versículos ni de la sana inferencia sino de un solo verbo griego que en todo el Nuevo Testamento sólo aparece aquí. Ni el contexto, ni la Academia cristiana, ni la historia de la Iglesia apoyan semejante conclusión. Ningún traductor o Comité responsable de traducción de las Escrituras tampoco a traducido ni aún parafraseado dicho versículo de esta manera. Los requisitos del pastorado ya mencionados (1 Ti. 2:16 y ss.,) también exterminan la posibilidad de una lectura semejante, como ya lo demostramos. Si la mujer podía ser pastora Pablo debió incluirla: «los obispos y obispas deben…» (o utilizar un verbo neutro), pero consistente como era no lo hizo.
- Que a pesar de todo lo anterior, al leer el pasaje de 1 Ti. 2:11–15 se puede reconciliar exitosamente la antítesis «no permito que la mujer enseñe al hombre..» y el ficticio «yo permito que la mujer sea pastora».
- Que ser «cabeza de la mujer» (Ef. 5:22–24) no significa ejercer autoridad sino ser origen o fuente, ignorando que, entre otras razones, según la Escritura la sumisión de la mujer al hombre debe ser la misma que la de la Iglesia a Cristo, y si fuera el caso de que se trata de algo en el que la autoridad está ausente la doctrina del señorío de Cristo se tornaría totalmente extraña a la enseñanza bíblica sobre el tema, misma que ha sostenido la Iglesia a lo largo de los siglos. Dios hizo primero a Adán. Es verdad que antes hizo a los animales pero estos no fueron hechos «a su imagen y semejanza»; además, Dios hizo a Eva para Adán, y no al revés (Gn. 2.18; cfr. 1 Co. 11.9), Adán nombra a Eva ejerciendo un derecho sobre su persona (Gn.2.23), Dios nombra a la raza humana «hombre» y no «mujer», y durante la tentación en el huerto Satanás va tras Eva para intentar revertir los papeles y que ella asumiera el liderazgo. La historia es más clara cuando Dios llama a Adán, no a Eva, para que le rindiera cuentas(Gn.2: 15–17, 3.9). El representante de la raza humana fue Adán y no Eva aunque ella pecó primero. Todo esto sirve para concluir que el liderazgo original, antes de la caída, era del hombre y no de la mujer, aún cuando son iguales en dignidad. Atreviéndome a especular por puro afán retórico, el esposo de una mujer «pastora» será llamado por Dios primero para rendir cuentas por la desobediencia de su esposa.
- Que Ef. 5.21 implica que la sujeción es mutua e indistinta entre hombre y mujer en el matrimonio, a pesar de que en los siguientes versículos no se manda que el esposo se someta a la esposa pues el contexto del pasaje citado se refiere en realidad a la sumisión de todos los cristianos a las autoridades de la Iglesia. En esta tesitura, los hijos deben sujetarse a los padres y los esclavos a los amos, y no los padres sujetarse a los hijos y los amos a los esclavos. Hay quienes han enseñado que la sumisión de la mujer sólo es para el matrimonio pero no aplica en el liderazgo eclesiástico. No existe evidencia alguna en la Biblia que sostenga este error exegético. En la Biblia los patrones de liderazgo de la familia reflejan los patrones en la vida de la Iglesia. Así se entiende que Pablo diga a Timoteo que el varón que no sabe gobernar bien su casa no podrá gobernar bien la Iglesia (1 Ti. 3.5). Por eso presumimos que los que así piensan han obtenido sus ideas de las vanas filosofías del mundo y sus huecas sutilezas (Col. 2.8) y no de la Palabra de Dios.
- Que 1 Co.14:34–35 no debe interpretarse como una prohibición al pastorado femenino sino como una prohibición a interrumpir la profecía o predicación. Si bien es cierto que las mujeres profetizaban en Corinto también lo es que la Biblia hace una distinción entre el ministerio de profetas y maestros (Ef.4. 11). En todo caso, profetizar -como Huldá- no es lo mismo que enseñar en el oficio pastoral. Este pasaje debe interpretarse a la luz de 1 Ti. 2.12 para concluir que la mujer no debe pastorear en las iglesias «porque no está bien visto» (1 Co.14.35, cfr., 1 Ti. 2:11–15 para las razones de la creación), pero sí puede evangelizar y enseñar aparte del pastorado y de las asambleas solemnes, especialmente a otras mujeres y niños (1 Ti.5.16; Tito 2:3–4), siempre que estén sometidas al gobierno de los ancianos, como el resto de los varones que no son oficiales.
- Que casos como el de Priscila comprueban que la mujer puede ser pastora, ignorando que Priscila era parte de la Iglesia de Éfeso a la cual Pablo le escribió enseñándole que la mujer debía estar en silencio y no enseñar a los hombres en las reuniones congregacionales (1 Ti. 2:11–15). Ni aún Priscila podía ser pastora a pesar de su preparación en las doctrinas cristianas. La falta de educación no es la razón por la cual no podía pastorear sino el orden de la creación como ya hemos mencionado. Creer que la educación es la que determina si pueden o no pastorear las mujeres es lo mismo que decir que el dinero que tenga un hombre es lo que determina si puede tener una o más mujeres por esposas.
- Que Jesús solo escogió a hombres para que fueran sus apóstoles porque la situación cultural lo obligó a ello, pero olvidan que nuestro Señor jamás comprometió una sola verdad en aras de ser culturalmente correcto: habló con una samaritana, limpió el templo, sanó en sábado, comió con pecadores, etcétera. Elegir mujeres no hubiera sido un problema para él, pero el orden de Dios Padre era el orden que seguiría Dios Hijo. Otros alegan que la mujer de entonces no estaban preparada pero además de que eso es mentira -pues las mujeres tenían acceso a las Escrituras- ninguno de los apóstoles fue gente preparada, con excepción de Pablo.
- Que durante alrededor de 1900 años la Iglesia del Nuevo Pacto — todo su magisterio- estuvo en un error al prohibir el pastorado de la mujer, y que por fin, a la par del movimiento de la liberación femenina a mediados del siglo pasado, Dios obró «iluminándola» para que la mujer pudiera acceder al liderazgo pastoral.
- Que todos los que se oponen al pastorado femenino no lo hacen sobre la base de una sana interpretación de la Biblia sino de un prejuicio contra la mujer. En este tenor, el que no acepta el planteamiento referido alberga un resentimiento, abierto o secreto, contra las hijas de Adán.
- Que no es feminismo el pelear por el pastorado de la mujer pero sí es machismo el combartirlo como ajeno a la revelación.
- Que lo que los hombres no hacen por negligencia lo tienen que hacer las mujeres, y Dios lo aprueba.
- Que la única manera de ser tenidos por hombres respetuosos y amantes de las mujeres es apoyar el «pastorado femenino».
- Que la preparación académica de la mujer la hace merecedora de ocupar el pastorado como una especie de premio a su esfuerzo personal de superación.
- Que la mujer no se realizará plenamente en la Iglesia hasta que acceda a los mismos oficios eclesiásticos que los hombres.
- Que la lucha secular por los derechos humanos de las mujeres está precedida por Dios, y lo que sus agencias dicen acerca de la mujer en la Iglesia es lo que él dispone en la actualidad, y no lo que ya está revelado.
- Que una cosa es el "pastorado femenino" y otra la aceptación de la práctica de la homosexualidad en la Iglesia, ignorando que ambas cosas son propias de la agenda LGTB, y que ambos siguen los mismos patrones de mala interpretación bíblica. Deben recordar que uno de los primeros planteamientos de los homosexuales que quieren vivir su homosexualidad en la Iglesia es que «no se puede sostener una doctrina en pocos versículos aislados» en referencia a los que en la Biblia condenan dicha práctica. La exégesis feminista y homosexual es la misma. Así que la lucha que libra la mujer que quiere ser pastora es de cierto modo un abono a favor de la lucha por la aprobación de la homosexualidad dentro del cristianismo. En esta cadena todos quieren hacer leña del árbol caído: aún las asociaciones de pedófilos en el mundo están ya exigiendo que los mismos derechos que se le están otorgando a los homosexuales se le deben dar a ellos, porque eso «es lo justo». Si la «pastora» pudo lograr una interpretación bíblica a su favor ¿Por qué no lo lograrían los homosexuales y pedófilos?
- Que si Dios llama a una mujer ningún ser humano debería impedirle ser «pastora», pero hay que recordar que cualquier llamado que afirmemos tener de parte de Dios debe sostenerse con las Santas Escrituras. Por ejemplo, yo puedo decir que Dios me llamó a robar un banco. Es fácil descartar este llamado como espurio pues Dios manda no robar. Así también si una mujer dice ser llamada al ministerio pastoral debería de cuestionar su anhelo porque Dios prohíbe en la Biblia a la mujer ejercer este ministerio.
Aunque ha algunos les cueste trabajo creerlo, todo lo
escribo en el temor de Dios y el amor de Cristo, por su Iglesia y mis hermanas
en la fe.
Por Juan Paulo Martinez
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Publicado inicialmente en:
https://medium.com/@JPauloMartinez/cosas-que-hay-que-creer-para-apoyar-el-pastorado-femenino-9ff8651a0f2b
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