Las pruebas de ADN y el mito mormón del origen hebreo de los nativos americanos
(Basado en el artículo de Bill McKeever, Christian Research Journal)
1. Introducción: Ciencia contra revelación
En los últimos años, la genética ha planteado un serio desafío al relato fundacional del mormonismo. El Libro de Mormón enseña que los pueblos indígenas de América descienden de israelitas que emigraron alrededor del año 600 a.C. Sin embargo, la evidencia científica indica que los nativos americanos tienen un origen principalmente asiático, lo que contradice directamente la narrativa sagrada de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (SUD).
2. El origen de la narrativa mormona
Joseph Smith afirmó haber traducido el Libro de Mormón de unas planchas de oro reveladas por el ángel Moroni. En ese libro, se cuenta que dos grupos —los nefitas y los lamanitas— descendían de la familia de Lehi, un profeta hebreo que salió de Jerusalén. Los lamanitas, por su rebelión, fueron maldecidos con piel oscura y se convirtieron en los antepasados de los pueblos originarios de América.
Esta narrativa fue enseñada por décadas como un hecho histórico y teológico central: los indígenas americanos eran literalmente descendientes de Israel.
3. El desafío de la ciencia moderna
El antropólogo Thomas Murphy, criado en un hogar mormón, aplicó estudios genéticos al linaje de los pueblos nativos. Sus investigaciones mostraron que no existe evidencia de un origen hebreo. Al contrario, el ADN mitocondrial conecta a los indígenas con poblaciones de Siberia y Asia oriental.
La reacción de la Iglesia fue intentar someter a Murphy a disciplina eclesiástica, aunque luego se retiró el proceso ante la presión pública.
4. Reacciones desde la academia y la apologética
Académicos de BYU ridiculizaron los hallazgos, pero la ciencia genética respaldó las conclusiones. Investigadores como Michael Crawford (Universidad de Kansas), Neill Sikes y Mikhail Derenko confirmaron que el ADN de los pueblos originarios de América es predominantemente asiático.
Aun apologistas mormones admitieron que el 99,6% de los marcadores genéticos provienen de Siberia. La fricción entre fe y ciencia se hizo más evidente.
5. Tensiones dentro del mormonismo
Algunos defensores SUD, como Jeff Lindsay, propusieron reinterpretar el Libro de Mormón: quizá no hablaba de todos los pueblos de América, sino de un grupo pequeño. Sin embargo, líderes anteriores como Spencer W. Kimball habían enseñado explícitamente que los descendientes de Lehi poblaron todas las Américas.
FARMS (Foundation for Ancient Research and Mormon Studies) intentó sostener el relato, pero cada vez más se veía como un intento desesperado de acomodar ciencia y revelación.
6. La teoría de la deriva genética
Los apologistas introdujeron la idea de la “deriva genética”: el supuesto linaje hebreo se habría diluido en matrimonios mixtos, quedando indetectable.
Pero Murphy respondió con un argumento contundente: el Libro de Mormón no habla de un grupo marginal, sino de millones de descendientes directos de Lehi. La ciencia muestra que nunca existió tal población hebrea en América.
7. Declaraciones contradictorias de los líderes mormones
Mientras algunos defensores intentaban reinterpretar, presidentes de la Iglesia como Gordon B. Hinckley continuaban identificando a los indígenas mexicanos y ecuatorianos como descendientes de Lehi.
Al mismo tiempo, líderes advertían contra el “intelectualismo” y pedían a los fieles confiar en la revelación más que en la ciencia. El resultado es un dilema interno: ¿seguir la evidencia o mantener la fe institucional?
8. Conclusión: Una fe en crisis
El ADN ha dejado en entredicho la pretensión histórica del Libro de Mormón. Aunque la Iglesia SUD evita declaraciones oficiales al respecto, la contradicción permanece abierta.
El problema de fondo no es solo científico, sino teológico: si la narrativa del Libro de Mormón sobre el origen de los pueblos americanos es falsa, ¿qué ocurre con el resto de la “revelación” de Joseph Smith?
El debate continúa, pero lo cierto es que la ciencia ha erosionado uno de los pilares del mormonismo, dejando a la Iglesia ante una encrucijada entre fidelidad institucional y coherencia intelectual.
¿Qué sucede cuando la ciencia choca con una revelación falsa?
El cristianismo histórico ha afirmado siempre que la revelación de Dios en la Escritura es suficiente, infalible y definitiva (2 Timoteo 3:16–17; Judas 3). El mormonismo, en cambio, sostiene que el Libro de Mormón es “otro testamento de Jesucristo”, una extensión de la revelación bíblica.
Pero las pruebas de ADN han demostrado algo incómodo: el relato fundacional del Libro de Mormón, según el cual los pueblos indígenas de América descienden de los israelitas del 600 a.C., es insostenible. La ciencia confirma lo que la teología reformada siempre ha declarado: la Palabra de Dios no necesita suplementos, y toda supuesta revelación que la contradice se desenmascara como mentira.
El relato mormón frente a la verdad bíblica
Joseph Smith enseñó que los nativos americanos son descendientes de Lehi, un profeta hebreo que salió de Jerusalén. Esta narrativa no es secundaria: constituye el eje histórico y teológico del Libro de Mormón.
En contraste, la Biblia enseña que la historia de la redención se centra en Cristo, no en pueblos ocultos ni migraciones inventadas (Lucas 24:27). El problema no es solo de historia, sino de idolatría: el mormonismo ha edificado una fe sobre una ficción, sustituyendo la Palabra de Dios por una mitología religiosa.
La evidencia genética: un golpe devastador
Estudios genéticos concluyen que los pueblos originarios de América tienen origen principalmente asiático, con migraciones desde Siberia y Asia oriental. No existe rastro de linaje hebreo.
Esto no solo contradice el Libro de Mormón, sino que desenmascara la falsedad de la revelación de Smith. Como advierte Pablo: “Si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1:8).
El ADN no hace más que confirmar lo que la Escritura ya había advertido: el mormonismo no es otro camino a Cristo, sino un “otro evangelio” condenado por Dios mismo.
Estrategias de evasión: reinterpretación y silencio
Apologistas mormones han propuesto que Lehi no era el padre de todos los pueblos indígenas, sino de un grupo minoritario que desapareció por mezcla genética. Sin embargo, los presidentes de la Iglesia SUD, desde Joseph Smith hasta Gordon B. Hinckley, enseñaron claramente que los indígenas de todo el continente eran descendientes de Lehi.
El intento de reinterpretar es un acto de desesperación teológica. Como dice el profeta Isaías: “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido” (Isaías 8:20).
El dilema del mormonismo: ciencia o revelación
Frente a la evidencia, la Iglesia SUD responde con ambigüedad. Algunos líderes aconsejan confiar en la “revelación espiritual” más que en la ciencia. Pero aquí surge el verdadero dilema: ¿puede la “revelación” de Smith sobrevivir a la luz de la verdad objetiva?
La teología reformada responde con claridad: toda revelación debe ser probada por la Escritura (Hechos 17:11). La Biblia no necesita ser confirmada por la ciencia, pero las falsas revelaciones quedan expuestas cuando la realidad las contradice.
Conclusión: Solo la Palabra de Dios permanece
El ADN ha puesto en jaque el fundamento histórico del mormonismo, pero el problema es más profundo: revela que el Libro de Mormón nunca fue Palabra de Dios. Joseph Smith fabricó un relato que la ciencia ahora desenmascara como ficción.
Los cristianos reformados descansamos en la verdad inmutable:
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La Escritura es suficiente y final (Hebreos 1:1–2).
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Cristo es el centro de la historia redentora, no una migración imaginaria a América.
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El Espíritu Santo no contradice la Palabra escrita, y cualquier “revelación” que lo haga proviene del engañador.
Por eso, la evidencia genética no debilita la fe cristiana, sino que refuerza la afirmación de que la Biblia, y solo la Biblia, es la Palabra de Dios infalible y suficiente.
¡Piensa en esto cristiano!
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