jueves, 5 de junio de 2025

¿Es Dios injusto por intervenir soberanamente en la salvación? Una respuesta reformada al dilema de la libertad y la gracia


Uno de los cuestionamientos más frecuentes contra la doctrina reformada de la elección soberana de Dios es el siguiente: ¿No sería más justo que Dios permitiera que cada ser humano decidiera libremente si quiere ser salvo o no? ¿No es injusto que Dios elija a unos y no a otros? Desde una perspectiva superficial, esto parece apelar a nuestra noción de justicia. Pero ¿realmente lo es?

El dilema de la voluntad humana: ¿libertad o esclavitud?

La teología reformada parte de una premisa clave: el ser humano, después de la caída, no es moralmente neutral. La Escritura es contundente: “No hay justo, ni aun uno… no hay quien busque a Dios” (Romanos 3:10–11). La voluntad humana no es libre en el sentido absoluto, sino esclava del pecado (Juan 8:34; Romanos 6:20). No es que el hombre quiera acercarse a Dios pero no pueda; es que no quiere acercarse a Dios y no puede hacerlo por sí mismo (1 Corintios 2:14).

Ahora bien, si Dios se limitara a “respetar” esa libertad corrompida, dejando que cada quien escoja su destino, todos pereceríamos. ¿Acaso es más justo permitir que un ser humano incapacitado para el bien espiritual elija voluntariamente su condenación?

Un ejemplo práctico: ¿amor sin intervención?

Imagina que un joven, bajo una fuerte crisis emocional, está por lanzarse de un puente. ¿Sería correcto que simplemente lo observemos y digamos: “Debemos respetar su libertad”? Por el contrario, el amor auténtico interviene, incluso si esa intervención es resistida al inicio. Lo mismo hace Dios con sus escogidos: los rescata contra toda esperanza, los transforma por su Espíritu, y los atrae eficazmente a Cristo.

Dios no viola la voluntad humana; la libera. En la regeneración, el corazón de piedra es reemplazado por un corazón de carne (Ezequiel 36:26). La fe no es producida por la voluntad natural, sino que es un don de Dios (Efesios 2:8–9), otorgado por pura gracia.

¿Es Dios injusto por elegir a unos y no a otros?

Pablo anticipa esta misma objeción en Romanos 9:14: “¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera.” La elección divina no contradice la justicia de Dios porque a nadie se le niega lo que merece. Todos los seres humanos merecen la condenación por causa del pecado. Si Dios salva a algunos, lo hace por misericordia, no por obligación. Como dice el reformador Juan Calvino: “Dondequiera que se encuentre la misericordia, no se puede hablar de injusticia.”

Dios no está obligado a salvar a nadie. Pero por amor, decidió salvar a muchos, y lo hace soberanamente, según el puro afecto de su voluntad (Efesios 1:4–5). Esa es la maravilla de la gracia.

Conceptos límite: una teología de reverencia

El pastor y teólogo R.C. Sproul, siguiendo la tradición reformada, advertía que ciertos misterios deben abordarse con reverencia. Cuando pensamos en la soberanía de Dios y la responsabilidad humana, entramos en un terreno donde debemos mantener dos verdades en tensión:

  1. Dios es absolutamente soberano.

  2. El ser humano es responsable de sus decisiones.

Ambas son bíblicas, y si bien no podemos entender plenamente cómo se armonizan, no debemos rechazar ninguna. El teólogo Davi Charles Gomes los llama “conceptos límite”: fronteras que nos protegen del error y nos invitan a la humildad.

Conclusión: La gracia que salva, no la voluntad que escoge

Desde una perspectiva reformada, el problema no es que Dios intervenga en la voluntad humana; el problema sería que no lo hiciera. Si Dios no interviniera con su gracia eficaz, estaríamos irremediablemente perdidos.

La buena noticia del evangelio es que Dios rescata lo que está perdido, no espera a que el perdido se encuentre a sí mismo. Su amor no es pasivo, sino poderoso. Su justicia no es arbitraria, sino gloriosamente santa. Y su elección no es injusta, sino la expresión más sublime de su misericordia.

Como escribe el apóstol Pablo: “¿Quién te distingue? ¿Qué tienes que no hayas recibido?” (1 Corintios 4:7). La salvación es del Señor, y por eso le damos toda la gloria.


¡Piensa en esto cristiano!

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