sábado, 9 de marzo de 2024

¿ES NECESARIO ORAR EN UN MONTE?






Seis razones para repensarlo a la luz del Nuevo Testamento

En algunos contextos evangélicos, especialmente dentro del ámbito pentecostal y neopentecostal, se ha vuelto común la práctica de subir a cerros o montes con la finalidad de orar. Muchos consideran que estos lugares ofrecen una “conexión especial” con Dios. Sin embargo, desde una perspectiva bíblica del Nuevo Testamento, es importante evaluar esta práctica a la luz de la enseñanza de Jesús y los apóstoles. A continuación, presento seis razones por las cuales no debemos considerar la oración en un monte como un requisito espiritual o una experiencia más santa que otras.


1. No hay un mandamiento en el Nuevo Testamento que ordene orar en montes o cerros

Jesús nunca enseñó que la oración debía hacerse en lugares elevados. Tampoco encontramos en las epístolas de los apóstoles ninguna indicación de que la oración en montes sea más eficaz o necesaria. Por el contrario, la oración en el cristianismo está desligada de cualquier geografía específica, porque Dios es Espíritu y está presente en todo lugar (Juan 4:24).


2. La montaña no es un lugar más “sagrado” que otros

Desde la venida de Cristo, los lugares “santos” como templos, montes o ciudades específicas ya no poseen valor espiritual superior. En el Nuevo Pacto, no se trata de un lugar físico, sino de una relación viva con Dios por medio de Jesucristo. Pablo declaró claramente que “Dios no habita en templos hechos por manos humanas” (Hechos 17:24), y Jesús afirmó que el Padre busca adoradores en espíritu y en verdad, no en lugares físicos delimitados (Juan 4:20–24).


3. Sí, Jesús oró en los montes, pero por razones prácticas, no místicas

Es cierto que Jesús oraba en los montes (Lucas 6:12; Marcos 1:35), pero no lo hacía porque fueran lugares sagrados. Más bien, buscaba privacidad y silencio en medio de la multitud que constantemente lo rodeaba. Además, en la región montañosa de Galilea, era común que la gente se desplazara por sendas elevadas, y que incluso pernoctaran allí en sus recorridos. Jesús valoraba el retiro, no el lugar en sí. Lo importante era su comunión con el Padre, no la altitud del terreno.


4. La oración es un acto constante, no dependiente de un sitio especial

El apóstol Pablo enseñó: “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Esto implica que la oración es una práctica continua, que puede realizarse en cualquier lugar: en casa, en la calle, en el trabajo, en la iglesia o en el campo. La presencia de Dios no está confinada a lugares altos ni ocultos. Él escucha a los suyos en todo momento y en cualquier lugar donde haya un corazón sincero.


5. En algunos casos, la oración en el monte puede alimentar el exhibicionismo espiritual

Sin ánimo de generalizar, es innegable que en algunos contextos se ha desarrollado una especie de “espiritualidad performativa” alrededor de la oración en cerros. Algunos creyentes, al publicar sus visitas a estos lugares o al enfatizar su sacrificio al subir, pueden proyectar una imagen de mayor consagración. Esta actitud, lejos de honrar a Dios, corre el riesgo de desviar la atención hacia el ego religioso. Jesús fue claro al advertir: “Cuando ores, entra en tu aposento... y ora a tu Padre que está en secreto” (Mateo 6:6).


6. Jesús enseñó que la adoración verdadera no está atada a un lugar geográfico

Cuando la mujer samaritana le preguntó a Jesús sobre el lugar correcto para adorar (si en el monte Gerizim o en Jerusalén), Él respondió con claridad: “Créeme, mujer, la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre... Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:21–24). El énfasis está en la actitud del corazón, no en la ubicación del cuerpo.


📌 Nota final

No creemos que orar en un monte sea pecado. Dios puede ser buscado en cualquier lugar de su creación. Y sin duda, hay creyentes sinceros que suben a un cerro con el propósito de retirarse del bullicio y buscar a Dios con reverencia. De hecho, admirar la creación y glorificar a Dios por ella es algo profundamente bíblico: “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo 19:1).

Sin embargo, no debemos asociar erróneamente la altitud geográfica con una mayor cercanía espiritual. Nuestra comunión con Dios no depende del lugar, sino de Jesucristo, nuestro único mediador. Si decidimos visitar una montaña, que sea para disfrutar de la creación con gratitud, para orar con humildad, o simplemente para contemplar el poder de Dios en la naturaleza. Pero no pensemos que un monte es más eficaz que nuestro aposento, nuestra sala o nuestro corazón arrepentido.


🙏 ¡Piénsalo, cristiano!

El monte no es más santo que tu habitación. Dios no está más cerca en la cima de un cerro que en la humildad de tu corazón. La oración que agrada al Padre es la que brota de un espíritu contrito y una fe sincera, esté donde esté.


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