lunes, 26 de febrero de 2024

LA BENDICIÓN PERDIDA DE CANTAR SALMOS IMPRECATORIOS




Me temo que la mayoría de las iglesias, hoy, nunca han cantado un Salmo. Tal vez, en el mejor de los casos han cantado alguna frase o idea de un Salmo, pero nunca uno completo. Mucho menos aquellos que parecen ser salmos «inadecuados» para nuestro contexto actual. Pero ese es un grave error que repercute en la vida espiritual de la Iglesia.

Por lo tanto, es necesario recordar primeramente que los salmos fueron dados a la Iglesia como su único himnario o cancionero; segundo, recordar que todos los salmos son dignos de ser cantados puesto que todos los salmos fueron inspirados inequívocamente por el Espíritu Santo.

No hay canción más perfecta y más adecuada para ser dirigida a Dios que aquella inspirada por Él mismo. Sí, incluso aquellos salmos que no parecen apropiados, y me refiero específicamente a los salmos imprecatorios, ¿cuáles son estos? Te doy un ejemplo:

«No te impacientes a causa de los malignos, ni tengas envidia de los que hacen iniquidad. Porque como hierba serán pronto cortados, y como la hierba verde se secarán. Porque los benditos de él heredarán la tierra; y los malditos de él serán destruidos.» Salmo 37:1-2, 22.

Un salmo imprecatorio es aquel que pide juicio contra los enemigos de Dios. Pero, si Dios es un Dios de gracia ¿dónde está su gracia revelada ahí? ¿Por qué no les otorga gracia a estas personas? ¿Por qué pedir o cantar un salmo de juicio?

Debemos recordar que tanto el Salmo 37 como todos los salmos imprecatorios están dentro del contexto de la historia redentora. Dios ofrece gracia a todos los hombres para volverse de sus malos caminos hacia Dios, para que alcen su bandera de rendición y para que dejen de ser enemigos de Dios; y se conviertan en su familia. Esta misericordia se da a través de la obra de nuestro Señor Jesucristo.

«Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida.» Romanos 5:10

La Biblia claramente nos recuerda que todos nacemos siendo enemigos de Dios, no simplemente que no queremos estar con Dios, sino que le somos adversos, detestamos su meta existencia y que vivimos en rebelión abierta contra Él. Pero que, a su tiempo, Cristo vino al mundo para reconciliarnos con Dios. Él muestra su gracia extendiéndonos su perdón gratuitamente a todos.

Sin embargo, al ser enemigos de Él, rechazamos su perdón y misericordia. Dios tiene que hacer una operación especial en nuestro corazón para que dejemos ser enemigos de su cruz. Nos elige antes de la fundación del mundo, nos transforma y nos coloca dentro de su familia. Esto lo hace con algunos, no con todos.

«Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final.» Juan 6:44

No es que el Padre no quiera que vengamos a Él, sino que no podemos venir a Él por naturaleza, nuestra percepción de Dios está contaminada y buscamos solo nuestros propios intereses. Por lo tanto, Él nos tiene que atraer a sí, nos resucita de entre los muertos, quita el velo de nuestra vista soberanamente para que, nosotros, voluntariamente, al ver su majestad, vayamos a Él en arrepentimiento y fe.

Dios debe hacer algo con sus enemigos, que no son solo sus enemigos sino también enemigos de su creación. Dios debe hacer algo con aquellos infractores de su ley que al mismo tiempo rehúsan el perdón que Él les otorga por medio de la cruz de Cristo. Siendo Él justo, debe juzgarlo conforme a sus obras para que estos no sigan ofendiéndolo, ni pecando contra otros seres humanos o contra su creación. Él debe juzgarlos y condenarlos.

Todas sus obras son dignas de ser cantadas, desde la obra que hace para salvar hasta la obra que hace para juzgar; desde la obra que hace para redimir hasta la obra que hace para condenar. Todas sus obras son hechas por Él para su gloria y para que nosotros nos asombremos de su gran sabiduría (aunque nuestro corazón pecaminoso no quiera entenderlo así).

Pensándolo bien, gracias a Dios porque Él nos hace justicia ¿Qué pensarías de un Dios alcahuete? ¿De un Dios que le gusta la impunidad? No sería tan santo, ni tan digno de adoración. Gracias a Él porque todas las maldades que hemos recibido recibirán su justa retribución (y gracias también porque las maldades que nosotros hicimos, recibió en Jesucristo, su justa retribución).

Los salmos imprecatorios traen bendición a nuestra vida cuando recordamos que el juicio que se proclama no será para nosotros. Es el mérito de Cristo que nos libra de la condena.

Los salmos imprecatorios traen bendición a nuestra vida porque recordamos que nuestro Dios justo vencerá sobre sus enemigos.

Los salmos imprecatorios traen bendición a nuestra vida porque los enemigos de Cristo, no pudiendo atacar a Dios porque no lo ven, atacan a su iglesia, muchas veces de forma violenta y sanguinaria. Su pueblo no recibirá impunidad.

Muchas más bendiciones podrían ser nombradas, pero que dicha reflexión sea hecha por el lector. Dios nos manda a cantar salmos, ¡todos los salmos! ¿Quién mejor sabe lo que la Iglesia necesita cantar que Dios mismo? Que nuestro pecado sea puesto a los pies de Cristo cuando creamos que tenemos mejores temas de adoración que Él mismo. ¡No peques así! ¡No te pierdas le bendición de cantar salmos imprecatorios!


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