domingo, 23 de abril de 2017

Sin Expulsión de Demonios no hay Demostración de un Reino de Poder


“Usted sabe que la palabra Evangelio significa “buenas noticias”. Entonces, ¿qué debería pasar cuando predicamos el “evangelio del reino”? Las mismas cosas buenas que pasaban cuando Jesús predicaba. Él demostró el poder del reino con milagros, señales, sanidades y echando fuera demonios. ”1 -Guillermo Maldonado
Una pregunta a Guillermo Maldonado, o a quien piense cómo él. Si es así como él dice, que indefectiblemente la exclusiva manera de demostrar el Reino de Poder es con las señales y prodigios que indica, y exclusivamente hablando de “expulsión de demonios”, ¿por qué el evangelio según Juan no menciona NI UNA SOLA expulsión de demonios? y ¿Por qué las cartas de Pablo, de Pedro, Jacobo, Judas, Juan, la carta a los Hebreos; no mencionan casos de expulsión de demonios, o evidencian que era una señal y práctica de una iglesia que predicaba el evangelio del reino con “demostraciones de poder” como expulsión de demonios? y lo que es más ¿Por qué estas cartas mencionadas últimamente no dan indicaciones o formas de cómo expulsar demonios, como orar para una sanidad absoluta, o para declarar y decretar nuevas atmosferas? ¿Ha leído usted detenidamente el Nuevo Testamento? ¿Sabe de lo que estoy hablando?

¿Eran Juan el autor del cuarto evangelio, Pablo, Pedro, Jacobo, Judas, etc., cesacionistas? ¿O como dice Guillermo Maldonado, eran "teólogos y predicadores …que sólo tienen un conocimiento mental del reino y no un conocimiento práctico del mismo. No han visto el poder de Dios manifestarse de forma visible"?2

Los autores del Nuevo Testamento citados líneas arriba, que no describieron en sus escritos experiencias de expulsión de demonios u otras señales y prodigios, pero que sí dieron testimonio de gente transformada (y advirtieron que vendrían falsos maestros), como dice Maldonado, quizá no lo hicieron porque creían que "...el conocimiento no viene sólo por estudiar la Biblia. Si esto fuera cierto, los teólogos serían los instrumentos más efectivos para manifestar el reino. Sin embargo, una buena cantidad de ellos parece estar atrapada en estancamiento espiritual. Estudian la Biblia de tapa a tapa pero no llegan a tener un entendimiento preciso de Dios, porque rechazan la idea de que su poder opera en nuestro mundo hoy. Si convertimos a Dios en un concepto teológico –limitado por el razonamiento humano- nunca lo conoceremos íntimamente."3


Los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría
La Escritura nos declara:

“Porque la palabra de la cruz ciertamente es necedad para los que se pierden, pero para nosotros los salvos, es poder de Dios. Porque está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, Y desecharé la inteligencia de los entendidos. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el escriba? ¿Dónde el disputador de esta época? ¿No aturdió Dios la sabiduría del mundo? Por cuanto en la sabiduría de Dios el mundo dejó de conocer a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por medio de la necedad de la predicación. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos al Mesías crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles, necedad; mas para los llamados, tanto judíos como griegos, el Mesías es poder de Dios y sabiduría de Dios.” – 1Corintios 1.18.24

Noten que la solicitud de “señales”, como evidencia de un evangelio de poder no es nada nueva. Los judíos vivían pidiendo milagros y prodigios “como señal” de poder, pero el único poder que Pablo les presenta es la Cruz.

No hay argumento bíblico para decir que si no hay milagros, sanidades, expulsión de demonios, etc., no se está predicando fielmente el evangelio; quien pretende afirmar lo contrario no ha contemplado todos los detalles de las Escrituras, y deberá responder las preguntas hechas arriba.

“Creemos en un Dios de milagros, en lo que no creemos es en milagreros.”

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(1) Guillermo Maldonado, “El reino de poder: cómo demostrarlo aquí y ahora”, 2013, Whitaker House. PA-USA, Pág.20
(2) Ibid, Pág. 20
(3) Ibid, Pág. 254


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