Es cierto que muchos dirán que nací y crecí
en un hogar donde cada domingo nuestro padre se esforzó porque participemos de
una reunión con la iglesia, y desde entonces no he dado marcha atrás. Pero esas
son sólo las circunstancias de mi nacimiento, de mi familia y crianza. Han
ayudado en mucho para guiar mis principios y valores, pero es sólo una parte
del porqué soy cristiano.
Soy cristiano porqué Dios mismo me buscó sin
descanso, a pesar de que yo tenía otro camino trazado a seguir como lo tienen
los hombres y mujeres de este mundo. Él se encargó de que yo lo encontrara en
el camino y lo cambió a su manera; y de no ser por aquella búsqueda sin
descanso de parte de Dios, llena de gracia por parte de quién entregó su vida
en una cruz, hoy estaría en un basurero con una vida malgastada y echada a
perder. Por eso soy cristiano.
No porque haya decidido por
Cristo, sino porque Cristo se decidió por mí. Es gracias a la incesante
búsqueda que Él hizo para encontrarme. Él hablaba constantemente a mi mente,
llenándome de dudas sobre si Jesús era realmente el Mesías prometido, o
simplemente un impostor. El hablaba incesantemente a mi memoria, recordándome
los mártires de la historia, de los primeros años del cristianismo, de cómo
fueron capaces de morir haciendo del dolor su mayor hazaña y sintiéndose dignos
de morir por Cristo.
Dios azuzaba mi conciencia, la cual me acusa de malos
deseos; aquellos que suelen tener los hombres y mujeres de este mundo. Y Dios
aguijoneaba mi espíritu, amplio y vacío, que desea llenarse de buenas obras
para sentirse aprobado; pero consciente de la trascendencia de Dios, aunque
lejos y separado de Él. Por eso soy cristiano, no porque yo le hubiese amado
primero a Él, sino porque Cristo me amó primero a mí, y lo demostró muriendo en
la cruz en mi lugar. Por eso soy cristiano.
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