Escribo desde el lugar en donde
estamos preocupados por una mayor y mejor predicación bíblica, por púlpitos
sanos, y por una congregación que cada vez esté mejor preparada para enfrentar
los “vientos de doctrina” contrarios al fundamento de los apóstoles y profetas.
¿Es necesaria la preparación
bíblico-académica?
El Dr. Martyn Lloyd-Jones comenta
que durante el avivamiento en Gales, en los años 1904 – 1905, aparecieron
predicadores que tenían “una facilidad inusual en su oratoria, en la oración y
en la predicación; y el testimonio de los ministros de Gales en aquella época es
que debían dedicar muy poco tiempo a la preparación. Parecía como si todo les
fuera dado, estaban llenos de material y con sus corazones llenos y la plenitud
de su gozo cristiano y amor hacia el Señor, hablaban sin dificultad ni
impedimento”.1
Así como alcanzamos a leer, en
lugares donde el evangelio se extiende rápidamente y hay conversiones en masas,
muchos de los predicadores consideran que “prepararse” es como “contristar al Espíritu
Santo”. Al menos así interpretaron muchos de los ministros de Gales que
vivieron ese despertar espiritual. Consideran que buscar saber más es dejar de
depender del Espíritu Santo, y esto conllevaría a apagarlo y entristecerlo.
Muchos predicadores hoy en día
basan sus argumentos para no prepararse en las mismas razones que hace cien
años: quieren otorgarle al Espíritu Santo todo.
Es cierto que la Biblia registra
promesas de Jesús a sus discípulos de que el Espíritu Santo les ayudará a responder
con precisión en momentos difíciles. Aquí algunas de esas promesas:
“Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho. Esto no os lo dije al principio, porque yo estaba con vosotros.” Juan 16.4 RV60
Esta cita es sumamente importante
pues esta y otras guardan la promesa de que posterior a la ascensión de Jesús,
cuando los apóstoles ejerzan su ministerio, ellos recordarían las enseñanzas de
Jesús y las enseñarán a los discípulos, y de esta manera cumplirían el mandato
de Mateo 28.19 y 20:
“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mateo 28.19-20 RV60
Hay otra cita, otra promesa, esta
vez es una ayuda para responder correctamente en los momentos de tribulación a
los que serían sometidos los apóstoles, y en general, cada discípulo a lo largo
de la historia:
“Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar.” Mateo 10.19 RV60
“Pero cuando os trajeren para entregaros, no os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.” Marcos 13.11 RV60
Nunca estaremos solos, el
Paráclito nos fortalecerá y pondrá las palabras correctas para responder y enfrentar
la tribulación a la fuéremos sometidos.
No obstante, muchos usan estos
textos fuera de contexto, argumentando que son promesas para cuando el
predicador esté detrás del púlpito, sin preparación, no importa, “no os
preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado
en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el
Espíritu Santo.” Grave error!
El Dr. Martyn Lloyd-Jones cuenta
de un predicador de Gales que él conoció personalmente, que basaba su
no-preparación en el Salmo 81.10 que dice. “…Abre tu boca, y yo la llenaré.” (RV60).
Nos dice que “le atribuyó el significado de que uno debe ir al púlpito sin
preparación y recibirá el asunto que debe declarar. El pobre hombre lo hizo
literalmente; el resultado fue que vació su iglesia y fue más o menos inútil como
predicador en los siguientes cincuenta años.”2
Otros predicadores han usado
fuera de contexto el texto de 1 Juan 2.27 que dice: “Pero la unción que
vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que
nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es
verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él.” (RV60)
Con este último texto citado
argumentan que basta tener una Biblia y leerla, y el Espíritu Santo les
enseñará todo lo que necesiten. El resultado ya lo conocemos: analfabetismo
bíblico en las iglesias.
¿Qué dice la Biblia realmente al
respecto?
Pablo lo deja claro cuando le
dice a Timoteo “lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a
hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2.2
RV60). Debe haber un esfuerzo en la preparación y eso incluirá tanto ser fieles
como idóneos.
Si un predicador no es fiel y
mucho menos idóneo, debe considerar seriamente dejar la predicación. La demanda
de Pablo a Timoteo, el joven ministro y predicador, es la misma que se nos
exige a los predicadores de hoy, y a cuanto aspirante a este ministerio de la
predicación haya en la iglesia, y es la siguiente:
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que maneja con precisión la palabra de verdad.” 2 Timoteo 2.15 LBLA
Un perito es un especialista en
una ciencia o arte (u otro campo), por ejemplo; un perito caligráfico o
calígrafo público, es un especialista en determinar la autoría de una escritura
manuscrita o mecanográfica. Un perito estudia mucho su materia. Siempre he
dicho que nadie se somete a una cirugía del corazón a un aficionado a la
medicina, o a un alumno de medicina, sino que procura ponerse en manos del
mejor cirujano de su ciudad.
En el texto Pablo habla de un predicador
“que maneja con precisión la palabra de verdad”, es un especialista, un perito.
Si nos trasladamos al uso de éste término griego, orthotomeo; era usado en aquel entonces para alguien que “cortaba
telas” o “hacía surcos con una arado”.
Por lo tanto, el ministerio de la
predicación requiere de “especialistas” preparados que “corten rectamente”. Orthos significa “recto” y tomeo significa “cortar”. No hay forma
de escapar a la preparación académica y bíblica. Se nos demanda ser fieles e idóneos,
y aunque tenemos la fortaleza y guía del Espíritu Santo, se nos exige ser
diligentes.
“Aunque predicamos para la edificación de los creyentes y la salvación de los perdidos, hay una sola Persona en el auditorio que debe estar de acuerdo con nuestra predicación, una sola Persona a quien debemos procurar agradar y cuya opinión vale más que la del mundo entero… Fue Dios quien le confió a Pablo el ministerio de proclamar el Evangelio; Él es quien pesa los corazones; por tanto, era sólo a Él a quien el apóstol quería agradar. Esa convicción fue para Pablo una muralla de protección que lo guardó del error y de las malas motivaciones.”3
Nuevamente, ¿es necesaria la
preparación bíblico-académica? Sí.
¡Prepárese, Dios quiere hablar
por usted!
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Notas Bibliográficas:
- MARTYN LLOYD-JONES,
2003, La Predicación y los
Predicadores, Moral de Calatrava-España: Editorial Peregrino. Pág. 251
- Ibid, Pág. 252
- MICHELEN,
S. 2016, Delante de Dios y de Parte de Dios, B&H Publishing Group -
Nashville TN, Pág.21-22
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