Un derecho ganado
Basado en las verdades del plan de salvación
con el que salíamos a evangelizar, casi siempre me sentí con un derecho
propio por haber “recibido a Jesús en mi corazón”. Y era basado en
Juan 1.12 que dice:
“12 Mas a todos los que le
recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos
de Dios;” (RV1960)
Siempre creí la verdad que yo tenía un
derecho adquirido por haber recibido a Jesús como Señor y Salvador, el derecho
a ser hijo de Dios. Pero, han pasado los años y escudriñando las Escrituras he
encontrado que el contexto de Juan 1.12 dice algo más respecto a ese supuesto
“derecho adquirido” del que me sentía muy orgulloso y feliz.
Aquí está el contexto de Juan 1.12:
“9 La luz verdadera, que alumbra a
todo hombre al venir al mundo, 10 estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por
Él, pero el mundo no lo conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no lo recibieron,
12 pero
a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad
de ser hechos hijos de Dios, 13 los cuales no nacieron de sangres, ni de
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (BTX)
Encontré las siguientes verdades:
1.
Yo nunca hubiera conocido la Luz
por mí mismo.
(v. 10) Jesús es la Luz que vino al
mundo, estaba en el mundo, ese mundo fue hecho por Jesús, pero el mundo no le
conoció. Es decir, los hombres de este mundo nunca vieron la Luz, yo mismo
nunca habría podido ver esa Luz.
2. Jesús vino “por lo suyo”. (v.11) Este término griego es “jidios”, y en
este versículo lo encontramos dos veces. La primera es cuando dice “A lo suyo
vino”, donde el término está en -plural neutro- (“jidia”) y puede traducirse de
varias maneras, como que Jesús vino por “las cosas suyas”, “lo suyo propio”,
“sus cosas”, “sus negocios”, “por la humanidad en general”; pero la segunda vez
que aparece este término griego, cuando dice “y los suyos no le recibieron”,
está en -plural masculino- (“jidioi”) y esto solamente puede referirse a su
pueblo, el Israel étnico que no creyó en Él, que lo rechazó y lo mandó
crucificar.
3. Se salvan los que sí creen en Él. (v.12) Pero, hubo quienes sí
lo recibieron como Mesías y Salvador, y creyeron en su nombre, y a estos les
otorgó el ser -hechos- hijos de Dios. Es decir, hubo tanto gentiles como
israelitas que sí creyeron en Él. Noten que en el v. 10 afirma categóricamente
que “el mundo no le conoció”, pero en este versículo se nos dice que hubieron
quienes sí llegaron a creer en esa Luz. Sabemos que el saldo al final del
ministerio de Jesús fue de aproximadamente quinientos judíos convertidos, más
algunos gentiles (ver 1Co 15.6). Y ante esto nos preguntamos ¿Cómo llegaron a
creer en Jesús todas esas personas? Yo mismo me pregunto ¿Cómo fue que llegué a
creer en Jesús el Mesías? En Juan 3.19-20 dice: “19 Y esta es la acusación: que la
luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus
obras eran malas. 20 Porque todo el que practica lo malo, aborrece
la luz, y no viene a la luz, para que sus obras no sean expuestas.” Es decir
¿Cómo fue que todos esos más de quinientos hombres y mujeres llegaron a creer
en Jesús? … La respuesta está en el siguiente verso, en el v.13.
4. Nacemos de nuevo por la voluntad
de Dios. (v.13)
Se nos confirma que esos que “lo recibieron” y que “creyeron en su nombre” lo
han hecho porque han sido engendrados por el mismo Dios, porque dice: “los
cuales no nacieron de sangres, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios”. Mientras eran del mundo, no podían ver la Luz, ni recibir
a Jesús ni siquiera acercarse a Él, pero gracias a Dios que obra
maravillosamente en los que creen habiendo producido en ellos un nacimiento
espiritual, puesto que de manera natural nunca hubieran creído en Jesús como
Mesías. Los versos 12 y 13 nunca fueron escritos como dos ideas o afirmaciones separadas,
en el original es una sola afirmación y mantiene un único y un mismo sentido. En
el original está escrito de la siguiente manera (transliteración):
“12-13 Cuantos empero le recibieron, les dio
potestad de ser hijos de Dios, a los creyentes en el nombre suyo, quienes no de
sangres ni de voluntad de carne ni de voluntad de hombre, sino de Dios
nacieron”.
Nacemos de nuevo, no por nuestra voluntad
Los que hemos creído en Jesús el Mesías,
hemos nacido de Dios. Esto es lo que el Espíritu Santo ha confirmado
posteriormente a mi conversión, que no solamente se me otorgó el derecho de ser
hijo de Dios por creer en Jesús y recibirle como el Mesías Salvador; sino que
todo esto fue gracias a la voluntad de Dios que “nos ha hecho nacer, no de
sangres, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón” sino de su propia
voluntad.
El apóstol Santiago lo dice de la siguiente
manera:
“18 Él, porque quiso (de su voluntad),
nos engendró con la palabra de la verdad para que seamos primicias de sus
criaturas.” Santiago 1.18 (BTX)
No tengo aporte alguno en esto, todo proviene
de Dios. Leo estas verdades en las Escrituras y casi ya no me siento con un derecho
adquirido por creer, más bien mi corazón se siente como el corazón de un
convicto
indultado por pura gracia, sin mérito alguno, sin cualidades a favor,
sin ninguna obra que califique para merecer la salvación. Esto me hace entender
a Pablo cuando dijo “no por obras”:
“8 Porque por gracia habéis sido
salvados por medio de la fe, y esto no es de vosotros, es el don de Dios. 9 No por obras, para que nadie se
gloríe; 10 porque
somos hechura suya, creados en Jesús el Mesías para buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” Efesios 2.8-10 (BTX)
El sentimiento que ahora tengo, es como el
sincero sentimiento que deben llegar a tener los niños huérfanos que, gracias a
la voluntad de sus padres adoptivos; ahora tienen y gozan de una familia, una
casa, un nombre y un apellido. Uno no decide nacer naturalmente, esto está
fuera de nuestra voluntad. Uno no decide ser adoptado, es una familia
desconocida la que nos adopta, y uno no participa en tal obra de gracia. Tampoco
los creyentes participamos en esto, “es el don de Dios”.
David Platt, en su libro Sígueme lo dice de la siguiente manera:
“Antes de que hubiéramos nacido,
Dios estaba trabajando para adoptarnos. Mientras yacíamos solos en la
profundidad de nuestro pecado, Dios ya estaba planificando salvarnos. Por tanto,
la única manera en que podemos ser parte de la familia de Dios es por medio de
un amor que supera completamente nuestra imaginación y que escapa enteramente a
nuestro control. El cristianismo no radica en que nosotros busquemos a Cristo,
sino en que Él nos busca a nosotros. El cristianismo no comienza con una
invitación que nosotros le hacemos a Jesús, sino con una invitación que Jesús
nos hace a nosotros.”1
Si usted es un creyente, haga una oración y agradézcale
a Dios por haberlo salvado. No es un derecho ganado, es una gracia otorgada. ¡La
salvación es del Señor!
Jesús Paredes
1. Platt, D. 2013. “Sígueme: una llamado a morir, un
llamado a vivir”, Tyndale HP, (pág 31, “La Gran Invitación”)