Otra entre las grandes ideas que formaron las bases del Estado Hebreo fue la libertad. Libertad es una palabra que se usa a menudo, pero rara vez se entiende. Es tema de muchas declaraciones exuberantes pero de poca investigación equilibrada.
Los poetas y los oradores han elogiado sus atractivos y los demagogos la usan todos los días como herramienta para alcanzar sus objetivos políticos. Aun así, muy pocos investigan o entienden su naturaleza. La libertad civil o de una comunidad es algo muy severo y restringido.
La idea fundamental de la libertad es la protección para ejercer nuestros derechos hasta toparnos con los derechos de los demás. Es la libertad natural restringida en la medida, y solo hasta la medida, que pueda ser necesaria para el bien público.
Cada ley que limita la libertad personal sin contar con una ventaja general, consiste en una violación o falta de respeto a la libertad civil. Pero no es una violación de la libertad restringir la autonomía de los individuos cuando el bien público lo requiere. Al contrario, por su propia definición, la libertad civil implica autoridad, sujeción y obediencia.
Montesquieu definió bien la libertad cuando dijo que “consiste en el poder de hacer lo que debemos desear y no estar obligados a hacer lo que no debemos desear”. La libertad es el derecho a hacer lo que permite la ley. Si un ciudadano puede hacer lo que las leyes prohíben, todos pueden hacer lo mismo, y eso sería anarquía. La verdadera libertad sería destruida en tal estado de cosas. (29)
Esta libertad racional, restringida y regulada estaba ampliamente garantizada por la Constitución Hebrea. En el preámbulo de los Diez Mandamientos (Éx 20:2). Dios declara expresamente que había sacado a su pueblo de Egipto, de la “casa de servidumbre”. En otro lugar dice: “… rompí las sogas de su yugo y los hice caminar en libertad” (Lv 26:13, BLPH).
Estas expresiones, traducidas a sus equivalentes modernos, significan: “Te he liberado de tu estado de esclavitud y te constituí en una nación de hombres libres”. “¿Es Israel siervo? ¿es esclavo?”, grita Jeremías (2:14), con su corazón ardiendo de tristeza debido al contraste entre la libertad garantizada por la Constitución del país y la esclavitud impuesta a sus compatriotas por ejércitos extranjeros.
El erudito Fleury (31), sin cuestionamientos, expresó su opinión sobre este punto: “los israelitas eran perfectamente libres. Disfrutaron de la libertad deseada por los griegos y romanos. Este era el propósito de Dios”. Montesquieu hace una reflexión que es aplicable aquí, dice que los países no se cultivan en proporción a su fertilidad sino a su libertad. Dado este criterio, la libertad de Palestina tiene una comparación favorable con cualquier otra nación en cualquier período de la historia mundial, ya que un territorio nunca ha sido tan ampliamente cultivado y se hizo más productivo que el de las doce tribus elegidas, en cada pequeña parte de su territorio, en los días más prósperos de su historia.
- Enoch C. Wines, "La República Hebrea", Pág 33-34
(29) MONTESQUIEU. Spirit of Laws. Ginebra: 1758, libro 11, capítulo 3
(31) FLEURY, Claude. Manners of the Ancient Israelites. Nueva York: T. Mason and G. Lane, 1837, capítulo 20.