domingo, 1 de febrero de 2015

¿Los gigantes prediluvianos fueron descendientes de la unión ángeles con mujeres hermosas?

Se enseña y afirma que los “gigantes” pre-diluvianos eran descendientes de los “hijos de Dios”, que eran “ángeles”, que se unieron sexualmente a las “hijas de los hombres”. Es decir que los gigantes pre-diluvianos eran una raza o especie surgida de la mezcla de “ángeles” con “hombres”, de lo divino con lo humano. Los versículos en cuestión son los siguientes:
“Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas... Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.” Génesis 6:1-10 (RVR1960)
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.” Judas 1:6-7 (RVR1960)
Particularmente lo hemos escuchado en algunos predicadores que enseñan que Judas (1.6-7) dice que los “hijos de Dios” son esos “ángeles que no guardaron su dignidad” porque “fornicaron y fueron en vicios contra la naturaleza” de los ángeles. Otros, comparando Génesis 6.2 con Job 1.6 y 2.1, han concluido que los “hijos de Dios” que menciona el texto tiene que referirse a ángeles que, al ver a “las hijas de los hombres” hermosas, tomaron cuerpos para mantener relaciones sexuales con ellas (Génesis 6.2). Pero esta conclusión es antibíblica. Los versículos 6 y 7 de Judas (que tanto mal interpretan) está haciendo una comparación de violencia contra la naturaleza entre estas dos rebeliones: los de Sodoma fueron contra la naturaleza de sus cuerpos y los ángeles contra su naturaleza espiritual; aquellos (los de Sodoma) por homosexualidad y estos (los ángeles) debiendo ser santos se convirtieron en demonios por su orgullo y traición a Dios. No es la primera vez que la Biblia llama a la rebelión fornicación, (Jeremías 3:8; Ezequiel 16:28-29, Óseas 4:15, etc.)

Del contexto de Génesis 6 concluimos que la afirmación de Jehová: “no contenderá mi espíritu con el hombre” (Génesis 6.3) indica que Dios atribuye el pecado a los a seres humanos y no hay lugar a que se refiera a los ángeles caídos. Es decir, en el capítulo 6 de Génesis no estamos frente a una segunda rebelión de los ángeles. Algunos también pretenden enlazar Judas 6, en la cita que dice “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” como el castigo para esos “ángeles caídos”, es decir no los convirtió en demonios para que vaguen por el mundo sino que los encarceló. En otras palabras, a los hombres que pecaron les mandó el diluvio y a los ángeles caídos los confinó en “prisiones de oscuridad”. 

Aquí radica la importancia de nuestra demostración, la Biblia sólo registra una rebelión del “querubín protector” y “un tercio de las estrellas del cielo”, una sola rebelión celestial, y no una “rebelión adicional de los ángeles”. Si los hijos de Dios de Génesis fueran ángeles estaríamos ante una segunda rebelión angelical que en ninguna parte de la Biblia se menciona. Es un error doctrinal, una argucia hablar de una segunda rebelión. Ese es problema de identificar a los hijos de Dios de Génesis 6 con ángeles. La rebelión de Satanás en el cielo siempre se ha presentado teológica y bíblicamente como una sola. La rebelión de Satanás y de un tercio de los ángeles del cielo lo podemos ver en las siguientes citas: Isaías 14:12: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones”. Y en Ezequiel 28:12 se cita: “Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.” Y del tercio de los ángeles lo encontramos en Apocalipsis 12.4 y 9 que dice: “y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo… fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”.

Así mismo, la expresión “hijos de Dios” no necesariamente tiene que referirse a ángeles; en el Antiguo Testamento, esta expresión se usa con seres humanos que adoran al Dios verdadero (ver Deuteronomio 14.1, Oseas 1.10). Por lo tanto, es más cuerdo y apegado al contexto inmediato relacionar a “los hijos de Dios” con la descendencia piadosa de Set mencionada en el capítulo 5, y a las “hijas de los hombres” con el linaje impío, que había dejado la adoración al Dios verdadero. Los resultados de esta unión ilícita fueron la degeneración de la verdadera adoración a Dios y un rápido aumento de la depravación moral de la humanidad. Por lo tanto, los gigantes mencionados en Génesis 6 no son, de ninguna manera, descendientes híbridos entre ángeles y humanos.

La palabra hebrea que en Génesis 6.4 se ha traducido como gigantes es nefilim. Solo aparece en la Biblia dos veces en el AT, en Génesis 6.4 en Números 13.33. Si estos nefilim hubieran sido una descendencia híbrida de ángeles y humanos, entonces tuvieron que haber desaparecido, puesto que fueron destruidos en el diluvio. Sin embargo, la mayor evidencia de que estos nefilim no fueron una descendencia hibrida está en el hecho de que existían nefilim en los días de Moisés. El informe de los espías enviados a Canaán indica que vieron allí “gigantes (nefilim), hijos de Anac, raza de gigantes (nefilim)”. Algunos no aceptan el informe desalentador de los diez espías, y dicen que sólo vieron gente grande, a la cual ellos compararon con los nefilim sin que estos en verdad lo fueran. No obstante, Josué y Caleb nunca cuestionaron la veracidad del informe que dieron los otros espías, ni los acusaron de exagerar los hechos. Más bien, su reprensión fue dirigida a la falta de fe en el poder de Jehová el Señor para conquistar Canaán, aun a pesar de que sus habitantes eran gigantes (ver Números 14.1-9).

Aparte de esto, la expresión “y también después” (Génesis 6.4) indica que los nefilim ya existían en esos días, antes de que “los hijos de Dios” se llegaran a “las hijas de los hombres”. Es termino hebreo nefilim está muy relacionado con el verbo hebreo nafal, que entre sus significados está “arrojarse, caer sobre, asaltar”. Esto indicaría que se trataba de gente que atacaba a otros, tal vez ladrones, asaltantes y malhechores que infundían terror en la gente. Por lo tanto, el termino nefilim, en Génesis 6, no designa a una raza híbrida, sino a una raza de hombres grandes y fuertes que, evidentemente, ganaron “renombre” por las actividades violentas a las que se dedicaron (v.4, 5).


Pregunta:

¿Quiénes son los ‘hijos de Dios’ y las ‘hijas de los hombres’ a quienes Génesis 6 hace referencia? ¿Y quiénes son los ‘gigantes’ en el mismo contexto?

GÉNESIS 6 RELATA las condiciones previas a la destrucción del mundo antiguo por medio de las aguas del Diluvio de Noé. Este periodo de caos espiritual profundo y generalizado (vs. 5) vino como consecuencia directa del matrimonio mixto entre los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres” (vs. 2). Se ha especulado extensamente en cuanto a la identidad de ambos grupos, como también de su descendencia impía (vs. 4).

Los hijos de Dios
Una tradición popular sensacionalista y dudosa sugiere que los “hijos de Dios” fueron 200 ángeles del cielo que miraron y codiciaron a las hijas de los hombres, y descendieron y las tomaron como esposas, uniéndose con ellas y procreando gigantes (El Libro de Enoc, 6:1-6; 7:1-3—Charles, 1913, 2:191-192). Pero esta tradición forma parte de un registro completo que nunca ha sido reconocido como inspiración divina, cuya estructura y coherencia es deficiente, sugiriendo periodos y autores diferentes que no pueden ser determinados de manera satisfactoria (vea Kitto, 1846, 1:630-631). Lo que es más importante, la idea de que ángeles se unieron físicamente con seres humanos para producir descendencia se encuentra en conflicto con el contexto de Génesis 6 y otras partes de la Escritura. Considere algunos puntos: 

No hay indicación o conexión a seres angélicos en el contexto inmediato. El relato describe una escena de interacción puramente humana—se hace referencia a la multiplicación del hombre (vs. 1), la desaprobación divina para con el hombre (vs. 3), la maldad del hombre (vs. 5), la desilusión divina en cuanto a la creación del hombre (vs. 6) y la destrucción inminente del hombre (vs. 7). 

El texto sugiere una relación conyugal entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres (vs. 2; cf. Mateo 24:38). Sin embargo, Jesús declaró que los ángeles no son capaces de tales uniones (Mateo 22:30; Marcos 12:25). Esta “incapacidad” está ligada a su naturaleza espiritual (Lucas 20:34-36; cf. Hebreos 1:14)—una naturaleza que imposibilita reproducción sexual, sea con su propia especie o la especie humana. Como Keil y Delitzsch han señalado, este punto “es completamente suficiente por sí mismo para excluir cualquier referencia a los ángeles” (1872, 1:131). 

Si los ángeles fueron los autores originales de la corrupción prediluviana, ¿por qué el juicio divino por medio del Diluvio cayó sobre la raza humana, y la raza humana completa (¡los ángeles supuestamente se corrompieron solamente con las mujeres!)? ¿No se esperaría que el “Juez de toda la tierra” hiciera “lo que es justo” (Génesis 18:25)? 

Es improbable que el escritor inspirado hiciera referencia a “ángeles infieles” como “hijos de Dios”. De hecho, la Biblia nunca usa tal designación para ellos. 

El libro de Génesis se enfoca en los orígenes y la descendencia de la humanidad, no de los seres angélicos. Se narra el origen y el desarrollo de la humanidad hasta los eventos del diluvio (1-9); luego se reanuda el desarrollo de la generación humana por medio de la descendencia de Noé (10-24); y finalmente se registra los sucesos de la generación humana conocida como el pueblo de Dios por medio de la descendencia de Abraham (25-50). No hay lugar en Génesis para un relato paralelo de una generación sobrenatural. [NOTA: Estos mismos puntos también descartan la proposición menos popular (aunque igualmente extravagante) que sugiere que estos “hijos de Dios” fueron seres humanos poseídos por ángeles quienes les forzaron a unirse a las hijas de los hombres (cf. Hughes, 2004, pp. 125-126)]. 

Entonces, si “hijos de Dios” no hace referencia a ángeles, ¿a quiénes hace referencia? Esta designación se aplica apropiadamente y extensamente en las Escrituras a la humanidad piadosa (e.g., Salmos 82:6; Proverbios 14:26; Mateo 5:9; Juan 1:12; Romanos 8:14; 1 Juan 3:1). Además, la perspectiva del escritor inspirado y sus destinatarios originales sostiene esta interpretación: los israelitas también se consideraban “hijos de Dios” por medio de la promesa (Éxodo 4:22; Deuteronomio 14:1; cf. Romanos 9:7-8).

Específicamente en Génesis 6, “hijos de Dios” (vs. 2) hace referencia a la descendencia piadosa de Set, aquellos que “comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (4:26), cuyo linaje se lista en el capítulo previo. Esta generación piadosa pronto degeneró al mezclarse con las “hijas de los hombres”.

Las hijas de los hombres
Una vez que se ha determinado adecuadamente quiénes son los “hijos de Dios”, la tarea de determinar a este nuevo grupo propone menos dificultades. La deducción lógica es que si “hijos de Dios” hace referencia a la generación piadosa de Set, entonces “hijas de los hombres” debe hacer referencia a la descendencia impía de Caín. El contexto escritural confirma esta conclusión: 

No es una coincidencia que los capítulos previos presenten el registro de ambos grupos, implicando una diferencia marcada. El capítulo 4 presenta la descendencia de Caín, destacando la impiedad generalizada y extrema por medio de Lamec (vss. 19-24). El capítulo 5 presenta la descendencia de Set, destacando la piedad general por medio de personajes como Enoc (vss. 22-24) y Noé (vss. 29-32; cf. 6:9). Se debe tener en cuenta este contexto al interpretar la multiplicación humana al comienzo del capítulo 6. 

Según una aplicación espiritual, Caín “[s]alió…de delante de Jehová” (4:16) y nunca regresó a Él. Por ende, produjo una descendencia apartada de Dios y puramente carnal—con un sentido inferior humano carente de todo deseo de regresar a su Creador. Entonces, no es una sorpresa que se designe a las mujeres en tal generación como “las hijas de los hombres”. 

Las Escrituras revelan una diferencia marcada entre la descendencia piadosa y la descendencia impía. Esta era una característica entendida desde muy temprano en la historia de la humanidad, y especialmente era un factor decisivo en las uniones matrimoniales. Por ejemplo, Abraham no quiso que su hijo piadoso se uniera con una de las hijas impías de los cananeos (Génesis 24:3). Isaac y Rebeca no quisieron que sus hijos tomaran mujeres de las hijas de Het, así que enviaron a Jacob a Padan-aram (Génesis 27:46-28:9); por otra parte, Esaú era rebelde y había tomado mujeres heteas, quienes “fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca” (26:35). Los padres de Sansón se angustiaron cuando su hijo decidió tomar por mujer a una filistea impía (Jueces 14:1-3). Y los siervos fieles de Dios amonestaron al pueblo escogido a no emparentar con mujeres impías (cf. Nehemías 13:25-26). Todas las indicaciones contextuales sugieren que Génesis 6 es un caso temprano de esta clase de unión indeseable. 

Las Escrituras también revelan que una consecuencia directa y principal de tales uniones mixtas entre justos e impíos era la perversión de los estándares religiosos y morales, lo cual implicaba desaprobación y castigo divino (cf. Números 25; 1 Reyes 11:3-11; Esdras 10; Nehemías 13). La escena en Génesis 6 encaja completamente con este patrón, y por ende, llega a ser una advertencia bíblica temprana para generaciones piadosas futuras. 

Los gigantes de la tierra
La misma tradición mencionada anteriormente sugiere que los gigantes fueron la descendencia de esta unión entre ángeles y seres humanos, y les asigna una altura ridícula de algo de 150 metros. También registra que “consumieron todos los productos de los hombres”, y que luego “devoraron a la humanidad” (Libro de Enoc, 7:3-5).

En contraste, Génesis 6 registra la presencia de “gigantes” en un tiempo previo así como contemporáneo a la unión entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres:

Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre (vs. 4, énfasis añadido).

Por tanto, aunque pudo haber “gigantes” en la progenie de los hijos de Dios y las hijas de los hombres, el texto no garantiza la conclusión de que ellos fueron sus descendientes exclusivos. Entonces, ¿quiénes fueron?

Dentro de los límites razonables, la Biblia confirma la existencia de “gigantes”. Por ejemplo, Goliat “tenía de altura seis codos y un palmo” (1 Samuel 17:4)—casi tres metros. Aunque esta altura todavía es impresionante, no es completamente increíble, especialmente si se considera que en 1940 se midió a Robert Pershing, quien quedó registrado en el libro de Récord Guinness con una altura de 2.72 metros (vea “El Hombre Más Alto”, s.d.).

No se cuestiona la probabilidad de que estos “gigantes” fueran hombres de estaturas literalmente grandes, pero la palabra nefilim (traducida “gigantes” en la RVR60) no está limitada a este significado. Strong presenta los significados “matones” o “tiranos” antes de “gigantes” (1995, p. 95). Adam Clarke sugirió un significado general de este término como “personas de gran…coraje, maldad, etc.” (s.d., 1:69). Jamieson, Fausset y Brown señalaron que “[e]l término en hebreo no implica tanto la idea de gran estatura como implica la idea de ferocidad temeraria, carácter impío y desafiante, quienes esparcieron devastación y matanza de una manera extendida” (1884, 1:12, itálicas en original).

CONCLUSIÓN
En vista de la preponderancia de evidencia textual, se puede llegar a las siguientes conclusiones justificadas en cuanto al episodio de la maldad de los hombres en Génesis 6: 

El término “hijos de Dios” hace referencia a la descendencia piadosa de Set, hijo de Adán y Eva (Génesis 5), no a un grupo de seres angelicales que decidieron dejar su morada para cohabitar conyugalmente con las mujeres de la Tierra. 

El término “hijas de los hombres” hace referencia a las mujeres impías que constituían la descendencia de Caín, una generación desprovista de cualidades espirituales positivas (Génesis 4).

El término “gigantes” hace referencia a un grupo de hombres que destacó por su valentía, ferocidad y violencia, más que por su estatura. Y aunque también pudieron ser parte de la descendencia de los hijos de Dios y las hijas de los hombres, no se les puede limitar a tal progenie, y no se les puede clasificar como la descendencia de supuestos progenitores angélicos o sobrenaturales. Ciertamente, ningún pasaje en la Biblia (incluyendo 2 Pedro 2:4 y Judas 6) sostiene una relación conyugal entre seres angélicos y humanos. 



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