lunes, 28 de mayo de 2018

¿Qué nos une como hermanos en la fe?



Según el sitio mormon.org «La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días» ha ayudado de forma millonaria a miles de personas desde su fundación. Se lee:

Además de sus actos de servicio pequeños y personales, los mormones hacen grandes donaciones, de manera organizada, a lugares que precisan ayuda. Desde que se empezó a llevar un registro en 1985, La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días ha donado más de 1.000 millones de dólares en efectivo y en materiales a 167 países que han necesitado ayuda humanitaria. Envió por avión carpas (tiendas de campaña), lonas, pañales y otros suministros a las zonas de Chile afectadas por el terremoto de febrero de 2010, y dos aviones, cada uno con más de 36.000 kg de alimentos y artículos para emergencias a Haití en enero de 2010 tras el catastrófico terremoto. La organización de la Iglesia a nivel local, nacional e internacional permite coordinar rápidamente su trabajo de auxilio para que los alimentos, los suministros y los trabajadores puedan llegar en el momento en que más se los necesita (énfasis añadido).

Por su parte, de acuerdo con el sitio jw.org los «Testigos de Jehová» suministran ayuda y socorro prácticamente a cualquier lugar del mundo donde se requiera ante catástrofes naturales. El sitio informa que:

En los momentos de angustia, los testigos de Jehová socorren a sus hermanos y a otras personas. ¿Por qué lo hacen? Por amor, el sello de los cristianos verdaderos (Juan 13.35).

La lista de países asistidos es extensa: Venezuela, Japón, Brasil, República del Congo, Canadá, Ghana, Kenia, Nepal, Argentina, Estados Unidos... Ya sea con dinero, víveres u otros recursos los Testigos ayudan como «sello de cristianos verdaderos».

Por otro lado, en 1989 Tenzin Gyatzo mejor conocido como «Dalai Lama» recibió el Premio Nobel de la paz. Se dijo que mereció este reconocimiento por su constante oposición al uso de la violencia en la lucha de su pueblo por recobrar la libertad. Para algunos uno de los hombres más parecidos a Jesús sobre la tierra.

Y la lista de ejemplos podría seguir. Hay muchas organizaciones religiosas filantrópocas que asisten a millones de personas alrededor del mundo en el nombre de sus ideales más altos.

En la mitad de toda esta intensa labor de auxilio ¿qué lugar tiene la doctrina cristiana? Los estudiosos han dicho que la predicación temprana de la iglesia cristiana «estaba más interesada en los hechos de Jesús que en sus dichos». Aunque también se ha dicho que el kerigma estuvo cimentado en la doctrina de los apóstoles y profetas - cfr. Ef. 2.20, donde «themelios» se refiere a algo más que enseñanza o doctrina; está asociado con el fundamento de los primeros principios del conocimiento y la vida cristiana, y sostén de todo su desarrollo. Por eso es «Cristo la piedra angular».

Este fundamento de la doctrina desde el principio comenzó a ser atacado por filósofos y teólogos del primer siglo que querían encajar la fe en sus agendas personales: judíos aferrados a sus tradiciones por un lado y gentiles interesados en la argumentación noética por el otro.

La pregunta «¿para qué sirve la doctrina?» se puede convertir hoy hasta en una acusación tácita. Acusación contra el relajamiento de la iglesia que quiere ser muy pura doctrinalmente hablando pero no hace ni la mitad de lo que hacen por el prójimo en necesidad aquellas organizaciones calificadas de sectas por los orgullosos adalides de la sana enseñanza.

Personalmente, el ataque más frecuente que hemos recibido cuando nos ocupamos en cuestiones apologéticas no es que nos falta amor, sino que nos creemos DUEÑOS DE LA VERDAD. Nuestro problema, se dice, es que sostenemos una visión monolítica y tribal de la fe cristiana que forzamos a que descanse sobre sistemas doctrinales cerrados, y que luego exigimos a los demás que los crean desde las alturas de nuestras torres.
Aún dentro de aquellos grupos que se dedican a la divulgación de material cristiano sano y edificante algunas ocasiones se nos ha visto como rayando en el fariseísmo y temen por nuestra madurez. Se les antoja que somos excesivamente tajantes. Brutales. Etcétera.

Estas críticas aunadas a los datos duros de las buenas obras* de sectas y otros núcleos religiosos con doctrinas diferentes al consenso histórico protestante, parecen trazar un argumento fulminante contra nuestra labor enfocada en doctrinas fundamentales. Porque ¿A cuántas bocas alimentas al escribir o predicar sobre la salvación solo por la fe? ¿Cuántos niños enfermos reciben el calor humano cuando tú llamas a la santidad y la pureza dentro del cuerpo de Cristo? ¿Cuántas familias reciben un techo cuando tú presentas una defensa de la Santísima Trinidad? ¿Es tu trabajo apologético valioso por 1000 millones de dólares mormones que van a gente en crisis social? ¿No contradice el libro de Santiago tu fervor por la corrección en la enseñanza cristiana?

Hace poco publiqué un tuit que decía que si tú no crees en la doctrina bíblica de la expiación o sustitución penal entonces tú y yo no somos hermanos. No quiere decir que seamos enemigos. Solo que a causa de que es por la sangre de Cristo que somos comprados y pasamos a formar parte de la familia de Dios (1 Co. 6.20;1 P. 1:18-21;1 Jn. 3.1), entonces yo asumo que no somos de la misma genealogía espiritual.

Este tuit sonó, en opinión de algunos, muy reduccionista. Sectario. Pero eso nos habla del estado de la enseñanza cristiana en muchas partes de latinoamérica. Eso de ser justificado por la fe y no por las obras (Gá. 3:10-14) TIENE que significar otra cosa distinta a demeritar delante de Dios nuestras buenas obras hacia el prójimo. Eso mismo con pasajes como Isaías 64.6, Ro. 5.1 y 8.1, entre otros. Entonces las enseñanzas que reinterpretan la justificación y la relación de la fe con las obras a favor de una visión más inclusiva se vuelven la comida de moda de nuestra época.

Diariamente miles de publicaciones de cristianos alrededor del mundo apuestan por una celebración de las buenas obras como causa instrumental de nuestra justificación. Tú tienes una doctrina pero yo tengo 100 dólares de ofrenda para el hospicio. Tú tienes una arenga contra el universalismo pero yo tengo dos kilos de arroz para el vecino en necesidad. Y por muy bienintencionado que sea el esfuerzo - de aleccionar que una vida de fe debe llevarte a la acción a favor de los demás- seguimos perdiendo el enfoque.

¿Qué es el Evangelio, amigos? ¿Comida en la mesa del pobre? ¿Dinero para la reconstrucción de casas tras un terremoto? ¿No son estas buenas noticias? ¡Claro que son buenas noticias! pero no constituyen la BUENA NOTICIA. Son resultados, en todo caso, evidencias, de esta.

La Buena Noticia en la vida de la gente según las Escrituras no es que tendrás un trabajo mejor pagado, una casa donde alojarte o ayuda para salir adelante en medio de tu crisis financiera. El apóstol Pedro ofreció a un mendigo lisiado «lo que tenía», esto es, la Buena Noticia de la reconciliación con Dios: «En el nombre de Jesucristo de Nazaret, ¡levántate y anda!» (Hch. 3.6). El milagro no fue la salvación del sanado sino testimonio del poder del mensaje apostólico que era la obra de Jesús en la cruz a nuestro favor, imputada, como enseñara más adelante el mismo apóstol:

Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanado (1 P. 2.24).

Si, en efecto, como opinan ahora muchos creyentes, lo que finalmente importa es «dar amor y ayuda» entonces la Watch Tower, los mormones, los budistas y cualquiera que ofrezca asistencia al oprimido ya está justificado delante de Dios. Porque esa ayuda y disposición del corazón sería el Evangelio. La cruz serviría de ejemplo de entrega por los damnificados. Testimonio del amor que le debemos a las minorías. La Buena Noticia: ayudémonos. Oprah, Osho, Krishnamurti, Deepak Chopra y compañía tendrían la razón. Así lo nuestro sería pura necedad.

A veces el diablo nos susurra lo mismo. Pero cada vez que abrimos la Biblia buscando la verdad sobre el Evangelio el testimonio apostólico y profético sigue diciendo exactamente idéntica cosa sobre la salvación. Que no es esencialmente asistencia social. Que no es ayuda mutua. Que eso es fruto y no raíz. Que la raíz es la reconciliación con Dios por medio del sacrificio expiatorio de Jesús. La solución a nuestra destitución delante de Dios por causa de nuestro pecado (Ro. 3.23).

Una doctrina no nos hace hermanos en la fe sino un hecho redentivo consumado por Cristo. Pero ese hecho redentivo trae una semilla doctrinal que es imposible rechazar sin descartar el Evangelio. Esa es la realidad.

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Publicado inicialmente en: http://permanecefiel.weebly.com/blog/que-nos-une-como-hermanos-en-la-fe

Autor

Juan Paulo Martínez. 
Escritor y locutor. Fundador de #PermaneceFiel. Maestro en Teología. Posgrado en Derechos Humanos. Experto en el arte de hacer Hot Dogs. Danzonero. Puedes seguir a Juan Paulo Martinez en: https://www.facebook.com/jpaulomartinez1/

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