jueves, 11 de julio de 2024
sábado, 6 de julio de 2024
Escatologías Inmanentes y Trascendentes: ARLINGTON VACA
Escatologías Inmanentes y Trascendentes; y criterios para clasificar las escatologías.
Quiero poner en relieve dos conceptos que pueden ser útiles a la hora de clasificar las escatologías, que son el de la inmanencia y la trascendencia.
Existen varios criterios que se han usado para distinguir las diferentes escatologías cristianas, sin embargo cada vez son más inadecuadas.
1. La más usual, sobre todo en el mundo protestante, es aquella que pone en relieve el milenio, y deriva sus escuelas de acuerdo a su interpretación de aquél.
Tenemos las escuelas del Pre, A, y Posmilenialismo, y otras menos conocidas, pero que hacen una referencia al milenio, ya sea en cuanto a su cualidad intrínseca como "una era dorada sobre la tierra", o ya sea en cuanto a sí Cristo viene antes o después de aquella era. Sin embargo, esta clasificación pone demasiado peso a la perícopa de Apocalipsis 20:1-6, un pasaje bastante enigmático y complejo. Cualquier estudiante serio de la Biblia que ha estudiado el pasaje con responsabilidad, sabe que es un pasaje muy desafiante y oscuro. ¿Es sabio que un pasaje como éste sea tan determinante a la hora de clasificar las escuelas escatológicas?
2. Existe otro criterio, por ejemplo el denominacional, hablar de escatología católica, evangélica, reformada, pentecostal, etc.
El problema de este criterio, es que hoy en día las denominaciones son muy diversas en su escatología. La misma escatología Reformada, aunque si bien comparte puntos en común, presenta gran variedad. Lo mismo es posible decir con la escatología católica, y así mismo de otras denominaciones. Pero un segundo problema de esta clasificación es que hay escatologías que trascienden a sus denominaciones. Por ejemplo, la escatología de la teología de la liberación se puede encontrar tanto en el catolicismo como en el protestantismo. El amilenialismo se puede encontrar tanto en denominaciones reformadas, como pentecostales, o entre los católicos. Ejemplos hay muchos de todo esto.
3. Otro criterio puede ser hablar de escatologías populares contra escatologías académicas. Podríamos hablar por ejemplo que el dispensacionalismo es una escatología popular, mientras que el posmilenialismo no lo es. Pero así mismo, podemos distinguir un dispensacionalismo más popular de uno más académico. El problema de esta clasificación es que el concepto de lo popular tiene que ver con la moda, y la moda es algo temporal, es algo que varía con el tiempo, de tal manera que por ejemplo a principios del siglo XX el posmilenialismo era popular y el dispensacionalismo era desconocido en muchas partes del mundo. Ahora, es verdad que lo académico muchas veces no es popular, porque la mayoría de personas no lo entiende, y prefiere seguir algo más sencillo, pero tanto lo popular como lo académico no son criterios absolutos de la verdad, sólo nos ayuda a dar un espectro entre mayor o menor complejidad de pensamiento.
4. Otro criterio usado frecuentemente es el historicista, es decir, aquel que observa la profecía como una predicción de eventos históricos, ordenados en forma cronológica, ya sea en el futuro inmediato (preterismo), en el futuro remoto (futurismo), o en la era de la iglesia (historicismo eclesiástico). El gran problema de este criterio es que está muy sesgado primero que todo a un criterio de profecía como "predicción de eventos históricos", un criterio que no era el principal en los escritores bíblicos. Pero además es reduccionista, y suele ser muy impreciso, ya que todas las interpretaciones de estas escuelas suelen adaptar los hechos históricos a dicho marco teológico, o termina siendo muy especulativo como en el caso del futurismo. Pero quizás su mayor defecto consiste en que la escatología queda ligada principalmente a la literatura apocalíptica, lo cuál es problemático porque mucha de esa literatura en realidad no es escatológica, y se pasa por alto mucha de la literatura no apocalíptica como fuente primaria de la escatología.
5. Podríamos hablar también de otro criterio más contemporáneo en el que contrasta las escatologías "milenialistas", de las escatologías "genitivas". Las "milenialistas" serían aquellas que describo en el párrafo 1, y que al ser tan populares, parecerían que abarcaran toda la escatología, pero son limitadas. Por otro lado, las escatologías "genitivas" tienen su raíz en la ilustración, que especializó el conocimiento. Esta especialización hizo que aparecieran categorías filosóficas nuevas enfocadas en ciertos temas. Por ejemplo, filosofía "del arte". Filosofía "de la religión". Filosofía anteriormente no tenía esa clasificación en categorías especializadas. Eso luego vino a la teología, especialmente en el siglo XX cuando se comenzó a reflexionar teológicamente de categorías de pensamiento que en el pasado no se reflexionaba, categorías que mayormente provienen del mundo de la sociología, como por ejemplo hablar de una teología "feminista", teología "política", "ecoteología", etc.
El término "genitivo" es un término gramático, que significa que se califica adjetivalmente al sustantivo en cuestión, por ejemplo si se habla de "Filosofía del arte", "arte" está calificando o individualizando ¿Cuál filosofía? Pues esa: la del arte. "Del arte" tiene una función genitiva, hablando gramaticalmente. Ahora, al llegar a la escatología, entonces podemos hablar de una "escatología de", y ese "de", puede tener diferentes enfoques, como por ejemplo Moltmann nos habla de una "escatología de la esperanza", enfocada en la esperanza como concepto en el que gira la escatología. Pero hay muchos otros enfoques, podemos hablar de la "escatología realizada" de Dodd, de la "escatología existencial" de Bultmann, de la "escatología de la historia" de Pannenberg, y así con otros enfoques como el de Cullman, Barth, Schweitzer, entre otros referentes.
Todos estos enfoques pretenden clasificar la escatología, pero como podemos ver, escatología no es una, sino que es variada, y las formas en como se han clasificado suelen ser inadecuadas debido a que no logran ser lo suficientemente comprehensivas, sino que limitan sus criterios, algunos de forma muy reduccionista, e impiden ver el panorama completo. Toda clasificación necesariamente será limitada; sin embargo, hay formas que abarcan más formas de pensamiento y otras que son más reduccionistas. Por estas razones quiero proponer hablar de escatologías Inmanentes y Trascendentes para clasificar las escatologías, porque pueden ser más comprehensivas.
Escatologías Trascendentes.
Trascendencia tiene que ver con aquello que está más allá de nuestras dimensiones temporales y físicas en las que nos movemos. La trascendencia, de hecho es un atributo de Dios que tiene que ver con la "otredad" de Dios, su santidad, su eternidad, con que Dios no es como nosotros, y tiene una existencia más allá del universo, del tiempo y el espacio. Cuando me refiero a escatología trascendente, me refiero a un enfoque en lo que esperamos en el “más allá”. Ese más allá tiene dos polos particulares en los que gira la escatología que son la muerte y la segunda venida de Cristo. Estos polos, a su vez crean dos categorías distintas escatológicas que son la escatología individual y la escatología general. Escatología individual tiene que ver con todo aquello que esperamos como individuos después de la muerte, como el estado intermedio, la resurrección de la carne, el juicio final o el estado eterno. La escatología general tiene aspectos tanto inmanentes como trascendentes, pero en este enfoque, la esperanza de una nueva creación en donde more la justicia no está de este lado de la historia, sino en aquello que viene después de que Cristo venga.
Es importante precisar que uso la palabra “enfoque”, porque un enfoque no necesariamente excluye lo otro, únicamente lo subraya, lo pone en relieve. Por ejemplo el amilenialismo puede sostener que hay profecías relacionadas con el más acá, por ejemplo la batalla final de satanás y las naciones contra la iglesia; sin embargo, el enfoque de su esperanza está en la renovación de la creación posterior a la segunda venida de Cristo. Si bien, el amilenialismo no niega la inmanencia escatológica, no está centrado en ella, sino en la trascendencia, en lo que esperamos que venga en el más allá. Así mismo con otras escuelas y otros aspectos de este enfoque.
Dentro de este enfoque podemos hablar de la teoría “escatologista” en el catolicismo romano, cuya esperanza se enfoca en lo que se puede alcanzar en el “reino de los cielos” entendido como una realidad ultraterrena, realidad a la que llegaremos después de la muerte. También encontramos al dispensacionalismo, que centra su esperanza individual en aquello que esperamos después de la muerte o del rapto, y la redención del mundo sucedida después de la segunda venida de Cristo tanto en el milenio como en la nueva creación.
El Amilenialismo también entraría en este enfoque, ya que junto al dispensacionalismo no suele tener la esperanza de que este mundo mejore, sino más bien, suele verlo con pesimismo, poniendo su esperanza después de la muerte, y en el siglo venidero. La “escatología realizada” de Dodd, y el preterismo total entrarían también en este enfoque puesto que al ver la profecía ya cumplida en el pasado ¿Qué más podemos esperar sino nuestra muerte y aquello que sucederá después de ella? Esta escuela termina reduciendo toda la escatología general en individual, puesto que ya no espera futuros cumplimientos cósmicos, globales o generales proféticos.
Escatologías Inmanentes.
Inmanencia tiene que ver con inmediatez, aquello que está cercano, de hecho es un atributo de Dios que tiene que ver con el hecho que Dios se involucra con su creación. Cuando me refiero a escatología Inmanente, me refiero a aquella escatología que tiene un enfoque en aquello que sucede en el “más acá”; es decir, que su énfasis profético se encuentra en este lado de la historia. Al igual que los enfoques trascendentes, no pretenden excluir la trascendencia, sin embargo no les interesa enfatizarla, ya sea por el hecho de que nuestra urgencia es el vivir ahora, acá, o ya sea porque poco sabemos del más allá. De todos modos, se busca subrayar el deber del hombre en el ahora y la esperanza de ver en este mundo algo mejor, ya sea por la acción humana, o la promesa divina; o una sinergia entre ambas, pero en aquellas cosas que suceden antes de la muerte y la consumación final.
Dentro de este enfoque podemos hablar la teoría “encarnacionista” en el catolicismo romano, que se hace evidente especialmente en la escatología de la teología de la liberación, cuya aspiración a construir un mundo mejor impulsa la actual acción social y política. También podemos encontrar al Posmilenialismo, tanto del reconstruccionismo cristiano, como su deformación en la teología del “reino ahora”. Estas son formas escatológicas evangélicas que buscan una participación más activa en la sociedad para lograr, ya sea por medios ordinarios o mágicos en el caso del dominionismo, alcanzar una mejor calidad de vida, poniendo en práctica los principios que ofrece el cristianismo. Esto se logrará antes de la segunda venida de Cristo, como un anticipo del reino venidero consumado. Por supuesto que algunas de las escatologías “genitivas” como la escatología Moltmann o Pannenberg, tienen una mayor tendencia en la inmanencia, algo que suele ser más enfatizado en la teología contemporánea, el Dios que se acerca, se encarna, se compadece del hombre en sus angustias, y por supuesto, buscan dar solución actual a los problemas del hombre.
Conclusiones y Propuesta.
Esto sólo pretende ser un esbozo de una clasificación de las principales corrientes escatológicas actualmente. Si bien, el criterio entre Trascendencia e Inmanencia también puede ser limitado, es un criterio que está mucho más centrado en la escatología como tal, es decir, en aquello que esperamos, en las últimas realidades en relación a nosotros, además de abarcar más corrientes de pensamiento sin caer en reduccionismos.
Notamos que las escatologías trascendentes tienen un enfoque actual más individualista, en comparación con las inmanentes que son más colectivistas, porque es claro que la construcción de un mejor mundo ahora no se puede lograr con un pensamiento individualista. Una escatología trascendente que se enfoca en lo que sucede después de la muerte o después de la segunda venida de Cristo, va más de cerca al individualismo, ya que si nuestro destino eterno está determinado por decisiones individuales, o por la promesa divina de un Dios que irrumpe en la historia transformándolo, es poco lo que importa lo que hagamos actualmente a nivel colectivo para alcanzar esas esperanzas. Por el contrario, para lograr un mejor mundo ahora es necesario que exista una fuerza colectiva, los pequeños esfuerzos individuales no son capaces de lograrlo.
Es importante que nuestra escatología logre un equilibrio entre lo trascendente y lo inmanente sin caer en una especie de “esquizofrenia escatológica” en la que no podamos ver un lado de la historia por ver el otro, sino que alimentados por la esperanza del más allá, podamos construir nuestro futuro, esperando de Dios su promesa también en el más acá, y esto tanto desde lo individual como en lo colectivo.
Un intento que busca una posición intermedia fue la que adoptó el Concilio Vaticano II que buscó conciliar tanto la teoría escatologista como la encarnacionista, desde la teología católica, por supuesto. Dentro de la escatología protestante también existen enfoques más integrales y eclécticos. La escatología sin duda tiene una función hermenéutica del presente, lo afecta, lo transforma, por eso los extremos tienen consecuencias negativas en la praxis. Un exceso de trascendencia nos lleva a olvidarnos del presente, caemos en un dualismo espiritualista, en el que terminamos despreciando el orden físico, temporal, material, social, político, actual. Eso causa mal testimonio entre incrédulos, especialmente en aquellos que como el marxismo tienen escatologías seculares intramundanas. Pero un exceso de inmanencia puede llevarnos a la jactancia o a la frustración.
Jactancia si tenemos éxito en mejorar las condiciones actuales, al enfocarnos en la fuerza del hombre y no en el poder de Dios para los cambios. Frustración y desespero si no tenemos éxito por causa de ver cómo triunfa el mal en el mundo sin que podamos hacer nada al respecto, y como consecuencia caer en los excesos de las escatologías trascendentes. Esto también causa mal testimonio, ya que mostramos falta de contentamiento y de esperanza, como si la Iglesia y el reino de Dios estuvieran destinados a perder. Sí, debemos confiar en un Dios cuyo poder sobrenatural puede recrear el mundo, pero ese poder es el que nos debe impulsar a la acción, no a la pasividad, y no convertir el contentamiento que nos da esa esperanza en conformismo.
El enfoque debe ser mucho más ecléctico, por ejemplo, tomar del posmilenialismo un optimismo razonable, pero sin triunfalismo, más bien contemplando la realidad del condicionalismo, es decir, que el mal o el bien dependerán si las condiciones nos conducen a que aumente lo uno y lo otro, sin echarle la culpa a la providencia de Dios, porque para eso nos dejó Dios su ley, para saber que si la cumplimos nos irá bien y si no, nos irá mal, Dios es fiel. También podemos tomar de la teología de la liberación la esperanza que infunde la aspiración de lograr un nuevo mundo, pero basado principalmente en las promesas de Dios, y no en el esfuerzo humano, especialmente cuando tomamos como instrumento de análisis de la realidad y acción en la praxis el marxismo, ya que no sólo tendremos un diagnóstico inadecuado de la realidad, sino que también tendremos una praxis que contradice no sólo la ley de Dios, sino la misma realidad. La teología de la liberación tiene razón en la necesidad de la acción política para mejorar las condiciones que destruyen la imagen de Dios en el hombre, pero falla al usar el marxismo como instrumento de análisis y acción social.
Del amilenialismo podemos tomar la realidad que aunque nuestro esfuerzo actual por mejorar el mundo se realice, nunca alcanzaremos perfección sino hasta que Cristo vuelva y ponga el orden definitivo en el siglo venidero. Junto al posmilenialismo, el amilenialismo reconoce que estamos en una etapa intermedia de expansión del reino de Dios, que opera tanto a nivel de salvación individual de almas, crecimiento de la iglesia, como también de un Rey que está sometiendo a sus enemigos por medio de su evangelio, un rey que no sólo reina en los individuos, ni sólo reina en la iglesia, sino que reina sobre todas las naciones y en todas las esferas, que deben ser sometidas al dominio del rey, pero bajo las imperfecciones que nuestra actual dispensación demanda. Aunque la perfección no será alcanzada en el más acá, por causa del pecado, la corrupción y la muerte, eso no debe desanimarnos a la acción social, política, en la ciencia, en las artes, porque el reino de Cristo debe ser mostrado en cada acción humana, en toda su dimensión, como testimonio de su reinado y testimonio ante los incrédulos de una justicia eterna que viene.
Es ahí donde podemos unirnos a la esperanza dispensacionalista en que lo mejor está aún por venir, no sólo en la construcción de un mundo mejor, como venimos diciendo, sino en que la venida del Rey es el clímax de la historia, es el destino hacia donde apunta todo y confluye, en una perfección anhelada, donde el pecado y la muerte serán realmente erradicados para siempre. De manera que ni el futuro glorioso que esperamos en la Parusía de Cristo nos desanima a la acción actual, ni la acción actual es nuestra esperanza final. Son ambas cosas, y la esperanza de una nueva creación es el motor que nos impulsa a la acción, porque la nueva creación está conectada con la antigua, pero mejorada. Dios cuando salva no destruye y crea de la nada, Dios más bien muestra su poder tomando algo que fue creado bueno, pero que se corrompió, quitando su corrupción, y logrando que de el fruto esperado.
Es por eso que la prioridad piadosa de los escatologistas católicos, los místicos, y pietistas protestantes también caben dentro de la acción actual, porque el pietismo es problemático cuando olvida o condena la acción política, pero cuando se enfoca en la contemplación de Dios, un Dios eterno, que no le afecta el tiempo, pero que a la vez es el Dios que da la esperanza venidera, necesariamente lleva a la acción, acción que se ve en el valor de muchos misioneros actuales en lugares difíciles que viven por fe, en los cristianos que sufren persecución, en vidas entregadas a la evangelización, en personas como George Müller que crearon orfanatos para atender a miles. ¿Cómo no puede caber eso dentro del reino de Dios? Claro que sí, el problema nuevamente es el desequilibrio, el condenar una cosa para aprobar la otra, como si se tratara de aspectos contradictorios de la misma esperanza.
Es posible hacer lo uno sin dejar de hacer lo otro. Pero en cualquier reino todos tienen funciones diferentes, no podemos hacer todo, cada uno de acuerdo a su llamado. El que está llamado a la predicación, hágalo, y el que está llamado a la contemplación, hágalo, y el que tiene vocación política, hágalo, porque el reino de Dios es multifacético. Todos están cumpliendo una función necesaria y vital, se requiere preservar la vida y la justicia a nivel político, para que se pueda adorar y ejercer la piedad con libertad y fuerza, para poder conquistar con el evangelio del reino a los enemigos que aún están sobre la tierra, pero con la esperanza de que los mansos heredarán la tierra, y vivirán para siempre con Cristo en una tierra renovada, una tierra en la que todas las dimensiones que Dios está redimiendo actualmente seguirán, pero de una forma mejorada y que aún no imaginamos. ¿No es ese un suficiente motor para vivir? La escatología es muy práctica, pero debe entenderse en forma integral, o si no dejamos perder aspectos importantes.
Los polos opuestos de las escatologías historicistas nos recuerdan al Dios que se manifiesta en la historia, pero no debemos limitarlo sólo a un momento de la historia. Las escatologías realizadas tienen valor en cuanto a que toman los contextos históricos iniciales en que fue escrita la profecía, pero pasan por alto al Dios que trasciende la historia, y que le sigue dando significado actual a la historia, porque sigue hablando ahora por medio de su Palabra. Esto sólo puede entenderse al reconocer la polisemia textual y el valor simbólico de la Biblia. Esto también le da valor a lo que han reconocido los idealistas, porque cada generación puede aprender de la profecía cumplida o futura aquello que motiva a la acción actual de la Iglesia.
La esperanza cristiana entonces debe entenderse no como una escatología totalmente realizada, pero sí inaugurada, no como una escatología totalmente futurista, pero que sí espera lo mejor al final, no como una realidad ultraterrena, sino como el cielo que ha venido a la tierra, para cambiar la realidad intramundana, como un anticipo de lo mejor que vendrá en el siglo venidero.
Arlington Vaca, jul 2024
Nota: El autor no está de acuerdo con el dispensacionalismo, exceptuando en la esperanza de la segunda venida de Cristo que traerá la consumación final.
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