viernes, 13 de febrero de 2015

Tu Media Naranja Cristiana





Hay un craso error que se enseña en muchas iglesias acerca de ¿Cómo encontrar pareja? Yo he escuchado tantas cosas… aquí les presento lo que escuché decir en varios años de creyente:

  • Dios ya tiene tu idónea (o), debes orar para que Dios guarde y cuide a tu idónea (o).
  • No debes preocuparte en orar por una pareja, Dios ya tiene la tuya “desde antes de la fundación del  mundo”.
  • No te aflijas por esa “chica” si es la voluntad de Dios, así tu estés en la China y ella en la Conchinchina” se tienen que juntar.
  • ¿Te dejó esa chica? No te preocupes, es que no era la voluntad de Dios.
  • No pierdas el tiempo en esa relación, pues tú no sabes si es la voluntad de Dios.
  • ¿Así que ya son pareja? "Sí… lo hemos dejado todo en las manos de Dios”.
  • Debes tener varias parejas sentimentales hasta que encuentres cual es la que Dios a elegido para ti.
  • Si se van a poner de novios, deberían orar y ponerlo en las manos de Dios para descubrir si es la voluntad de Dios.
  • Esta pareja se ama tanto que continuarán en el cielo…


Recuerdo claramente a una amiga que “el tren la dejaba” y le preguntábamos siempre, qué había pasado con su vida sentimental, por qué no había iniciado una relación. Nos dijo que “se mantenía firme orando y creyendo para que Dios le revelara con quién se tenía que casar...”

Se dice en muchas iglesias que Dios en su soberana voluntad ha determinado con quien te tienes que casar. Por ello un soltero(a) sólo debe “orar y esperar” hasta que Dios le revele el idóneo(a), hasta que Dios dé una señal. Muchos en el afán de dar un argumento bíblico han citado la historia de Isaac y Rebeca. Cito aquí el acontecimiento narrado en la Biblia en Génesis 24. 12-14.

“Y dijo: Oh Jehová, Dios de mi señor Abraham, dame, te ruego, el tener hoy buen encuentro, y haz misericordia con mi señor Abraham. He aquí yo estoy junto a la fuente de agua, y las hijas de los varones de esta ciudad salen por agua. Sea, pues, que la doncella a quien yo dijere: Baja tu cántaro, te ruego, para que yo beba, y ella respondiere: Bebe, y también daré de beber a tus camellos; que sea ésta la que tú has destinado para tu siervo Isaac; y en esto conoceré que habrás hecho misericordia con mi señor (Abraham).”

La oración del siervo de Abraham es tomada por muchos y oran pidiendo una señal para identificar “quién es la pareja” que Dios ha destinado para ellos.

No sé si es tu caso, pero conozco a muchos que se han quedado solos esperando tener un sueño, una revelación, una visión, una palabra profética, etc. para saber “con quién se van a casar”.

¿Que tanto daño hace este error a los “solteros cristianos”? ¡Mucho daño!

Ahora les quiero contar dónde nace esa idea de que Dios ya ha destinado con quien te vas a casar, es decir que Dios ya tiene “tu media naranja”. Es muy sencillo, nace en la historia mítica que da origen a la común idea que hay en el mundo, que todos tienen su “media naranja”, su “alma gemela”, “su otro yo”, etc.

El Mito de la Media Naranja
El origen del mito de la media naranja lo tenemos que buscar en Platón y su obra El Banquete. En ella, Platón mostraba las enseñanzas de Aristófanes, quien explicaba cómo al principio la raza humana era casi perfecta: "Todos los hombres tenían formas redondas, la espalda y los costados colocados en círculo, cuatro brazos, cuatro piernas, dos fisonomías unidas a un cuello circular y perfectamente semejantes, una sola cabeza, que reunía estos dos semblantes opuestos entre sí, dos orejas, dos órganos de la generación, y todo lo demás en esta misma proporción". Estos seres podían ser de tres clases: uno, compuesto de hombre y hombre; otro, de mujer y mujer; y un tercero, de hombre y mujer, llamado 'andrógino'. Cuenta Aristófanes que "los cuerpos eran robustos y vigorosos y de corazón animoso, y por esto concibieron la atrevida idea de escalar el cielo y combatir con los dioses". Y ante aquella osadía, Júpiter, que no quería reducir a la nada a los hombres, encontró la solución, un medio de conservar a los hombres y hacerlos más circunspectos, disminuir sus fuerzas: separarlos en dos y esparcirlos por el mundo. El problema surgió después: "Hecha esta división, cada mitad hacía esfuerzos para encontrar la otra mitad de que había sido separada; y cuando se encontraban ambas, se abrazaban y se unían, llevadas del deseo de entrar en su antigua unidad, con ardor tal que, abrazadas, perecían de hambre e inacción, no queriendo hacer nada la una sin la otra".
Esta idea está entrelazada en las mentes de muchos cristianos. La idea que Dios ya ha determinado con quien te vas a casar, absolutamente e irremediablemente; que pase lo que pase se hará. No importa el tiempo y la distancia, tienes que encontrar a tu media naranja.

¿Es peligrosa esta idea?

El apóstol Pablo nos dejó varios pasajes de la Biblia que nos orientarán respecto de este tema.

“En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido.” 1 Corintios 7:1-2

Noten que Pablo no entra en muchos detalles a la hora de dar las alternativas para evitar que los solteros se enreden en pecados sexuales: “la solución es casarse”.

“Pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” 1 Corintios 7:1-2

La mejor interpretación para este versículo es sin duda: “Pero si no eres capaz de abstenerte, cásate, pues es mejor casarse que estar ardiendo de deseos sexuales…”

No encontramos una regla, una norma para establecer una relación de noviazgo (enamoramiento) en la Biblia. En el contexto cultural de la época los padres arreglaban entre ellos el destino de los hijos, de con quién se tenían que casar. El pensamiento oriental al respecto es tal que “la mujer pasaba de la tutela del padre a la tutela del marido”, por ello hasta hoy las mujeres adoptan el apellido del marido. El matrimonio es para la continuidad de la familia, de la sociedad,  de la humanidad, y para ejercer amor el uno con el otro y con los hijos. En el contexto oriental, el amor no es un sencillo sentimiento romántico que produce mariposas en el estomago, es más bien un deber. Por ello la Biblia les va a decir a los maridos: “amad a vuestras mujeres”. Mientras que a las mujeres les dice: “las casadas estén sujetas a sus maridos, como al Señor”. En el contexto occidental, cada uno tiene la libertad de “elegir” con quien se quiere casar, y se hace en una relación que inicia con sentimientos de atracción entre un hombre y una mujer solteros. Por ello también el apóstol Pablo da una advertencia, ante esa libertad que tenemos de “elegir” con quien casarnos. Esto lo deja reflejado en 2 Corintios 6:14 donde dice: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?”. No sólo se trata de elegir una pareja soltera de tu fe cristiana; se trata también de varios aspectos que tienen que ver con ciertos detalles como por ejemplo, no puedes unirte con alguien que tiene un llamado diferente al tuyo, o con alguien que llamándose cristiano, tiene una vida desordenada, o no se ha realizado como persona. Les dejo una lista de argumentos que son útiles a la hora de elegir una pareja. Le denomino “Las cinco Ps”:

  1. Padre Celestial. El primer requisito ya lo mencionó el apóstol Pablo. A tu Padre Celestial no le agradará nunca que pongas tus ojos en un incrédulo. No se trata de hacerse la pregunta ¿Qué haría Jesús? Eso es una invención escapista, Jesús no se haría la pregunta ¿Qué haría Jesús?, para eso nos ha dejado su Palabra llena de principios, mandamientos, consejos y ejemplos a seguir. Antes de iniciar una relación asegúrate que esa persona es de agrado de Dios, que es un cristiano genuino.
  2. Padres. Tus padres ¿Están de acuerdo? Su opinión vale mucho, y los padres de la otra persona también cuentan a la hora de dar un visto bueno y consentir la relación. Nunca desestimen la opinión de los padres, así ellos no sean cristianos, su experiencia en la vida y la “vida como matrimonio” que han llevado es un claro patrón para evaluar si deseo seguirlo.
  3. Pastor. Otra opinión importante es la de tu pastor o mentor. Como consejero y ejerciendo el papel de guía espiritual que Dios le ha encargado, es muy importante que cuentes con su aprobación y visto bueno.
  4. Pares. En Perú decimos, tus “patas”, es decir tus pares o tus amigos. ¿Qué dicen tus amigos cristianos respecto de la persona a la que quieres elegir como pareja sentimental? ¿Están de acuerdo contigo? ¿Aprueban a la otra persona?
  5. Pareja. Finalmente esta la misma pareja, a la que se quiere elegir. ¿Es maduro y espiritual? Si tú eres una mujer y estás poniendo los ojos en algún hombre ¿Ha demostrado ser potencialmente capaz de sostener una familia y convertirse en un proveedor y protector? Y si tú eres un varón, ¿Has visto en ella una mujer capaz de dedicarse a su familia, al cuidado de sus hijos y administrar el hogar?
No podemos anhelar establecer una relación sentimental de noviazgo y no tener amigos ante todo. Los creyentes somos personas sociables, es imposible que entre el pueblo de Dios no se encuentre alguien con quien pasar el resto de la vida en matrimonio. Si un soltero no tiene un círculo de amigos, difícilmente encontrará pareja, pero no es una regla. Mientras más amigos tengas, más posibilidades de encontrar a esa persona que te cautivará con su mirada.

Los solteros que son muy jóvenes y que aun no han cortado el cordón umbilical de papá y mamá, aquellos que aun no se han realizado en la vida, los que no tienen claro lo que van hacer con su vida deben abstenerse de iniciar una relación sentimental de noviazgo (enamoramiento), pues lo único que harán es “jugar” con sus sentimientos y emociones y entrarán en un círculo vicioso del que no podrán salir fácilmente.

Nuestro consejo a los solteros es que, en lugar de andar pidiendo a Dios que mande una señal del cielo, deberían estar creciendo espiritualmente y realizándose, a la par que cultivan amistades sinceras y genuinas. Quien camina en la voluntad de Dios fácilmente encontrará a alguien que también quiere agradar a Dios. Pero no deje pasar mucho tiempo, tome riesgos y anímese a iniciar una relación seria, con propósitos de matrimonio, y siga las preguntas a cada una de las cinco Ps.

¡Dios los bendiga!


Jesús Paredes

miércoles, 4 de febrero de 2015

¿Fue el Rey David un irresponsable por no ir a la guerra?

EL ERROR:
Se dice que la causa principal por la que David pecó con Betsabé fue porque no estaba peleando las guerras de Israel.  Escuché a un predicador aseverar que David fue insensato al no estar en el cumplimiento de sus responsabilidades, ya que se quedó en casa en tiempo de guerra.

TEXTO FUERA DE CONTEXTO:
“Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén.” 2 Samuel 11:1 (RVR1960)

PORQUÉ ES UN TEXTO FUERA DE CONTEXTO:
Lo hemos escuchado un sinnúmero de veces en varios sermones. Cuando alguien peca siempre se busca una causa externa, un pretexto, una escusa para de esa manera encontrar la razón del pecado y de alguna manera justificar a quien peca. Pero el pecado es intrínseco al ser humano, está en sus fibras y células de todo el cuerpo. El hombre peca, porque tiene una naturaleza caída. David no es la excepción. Como todo ser humano, fue tentado y sucumbió a sus propios deseos carnales (concupiscencias). David no pecó porque se quedó en Jerusalén. Sea en medio de la guerra contra Rabá, o en palacio David hubiese pecado por igual.

En el contexto encontramos algo muy sencillo que nos ayuda a esclarecer nuestra inquietud. En diversas traducciones como la RV-1960 leemos: “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra”. Esto se traduce como un “tiempo de guerra”. Un tiempo de conflicto entre dos reinos o más (o países).  Por ello se insiste que David fue insensato al no estar en el cumplimiento de sus responsabilidades, ya que se quedó en casa en “tiempo de guerra”. Pero David había llegado a un momento muy prestigioso en su carrera  como Rey de Israel. El contexto nos lleva a la ocasión histórica en que los ejércitos de David estaban tras la conquista de Amón de Rabá, al Este de Jerusalén a aproximadamente 80 Km. Sus ejércitos, al mando de Joab, habían  sitiado dicha ciudad.

Es en la primavera, como lo traducen algunas versiones (BLA, NVI y BTX). Debido a que el resto del año es desfavorable por el clima, es en la primavera el mejor momento para hacer la guerra. Este tiempo caracterizado por guerras, los pueblos vivían por su espada, sólo los guerreros valerosos sobrevivían. También los grandes estrategas militares como David luchaban para extender su territorio y alcanzar poder a fin de no ser conquistado por otro pueblo; de ser así pasarían a ser esclavos, y los varones eran muertos a espada, las mujeres llevadas cautivas y los niños tomados para ser esclavos y pelear obligados en la guerra. David, el glorioso rey de Israel, tenía mucho ejército, gente preparada. Leales a su rey, cada guerra que peleaban, Dios les daba la victoria (2 Samuel 5.19). Tenía todo preparado y gente capacitada y entrenada tanto como él. El mismo pasaje bíblico en otra versión más textual se lee así:
“Aconteció en la primavera del año, al tiempo que los reyes suelen salir a campaña, que David envió a Joab y con él a sus siervos y todo Israel, los cuales destruyeron a los amonitas y sitiaron a Rabá; pero David permaneció en Jerusalén.” 2 Samuel 11:1 (BTX)

No habían más reyes “haciendo guerra” eran los ejércitos de David extendiendo sus territorios. No era una respuesta a un ataque de otro pueblo, de otro reino. Era el mejor tiempo del año para salir en “campaña” a conquistar al enemigo. Este hecho, necesariamente, no alude una irresponsabilidad por parte de David al no salir a dirigir la guerra (como los demás reyes lo hacen) y solamente enviar a sus ejércitos a cargo de su general Joab. Antes, da a conocer su elevada capacidad de organización en su reino, él estaría viendo las cosas de Israel como rey en Jerusalén, en tanto que sus ejércitos, debidamente entrenados y capacitados para pelear, estarían defendiendo su nación con su espada. Anteriormente David ya había enviado a Joab a cargo de los ejércitos de Israel (2 Samuel 10.7). Por ello esta vez no sería sino otra oportunidad en que el general hiciera las cosas bien. Pero también fueron con Joab, según el escritor, sus servidores, los siervos de David, y todo Israel. Al parecer el escritor quiere hacer un énfasis en este verso al recalcar que se habían reunido “muchos esfuerzos” para ir a Amón de Rabá. Quizá en la ciudad se quedarían soldados de reserva y guardias que cuidasen del palacio (2 Samuel 11.9), de Jerusalén, etc. Con esto deducimos también otra evidencia de la seguridad que ya había obtenido David en su territorio cercano y en Jerusalén.

Las diferentes traducciones, no precisan que era la primavera, por ello siempre han interpretado que David fue un irresponsable al no ir a la guerra en el tiempo en que los reyes salen a la guerra como si hubieran salido varios reyes a hacer guerra. Pero esto no es así, al leer el contexto encontramos las razones por las cuales David se quedó en Jerusalén.  Por ejemplo la Biblia RV1960 dice “Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra...”. Entendiendo que era una época en que todos estaban en guerra y que Israel también. Pero esta ciudad, Amón de Rabá, era la única que le faltaba conquistar. Mientras que la RV1977 especifica que era una época del año: “Al año siguiente, en la época que salen los reyes a campaña...” esto es, la época del año en que se hacia la guerra. Es decir que en el año había una temporada, esta es la de la primavera. La LBLA dice: “Aconteció que en la primavera, en el tiempo cuando los reyes salen a la batalla...”. Y la Biblia Textual dice: “Aconteció en la primavera del año, al tiempo que los reyes suelen salir a campaña…”, es decir; era la primavera, el mejor tiempo para hacer guerra, y el Rey David está en “campaña” conquistando los últimos pueblos que faltan para extender todos sus dominios.

No  quiero excusar a David en esta aclaración de épocas y temporadas. Pero no podemos juzgarlo de irresponsable al no ir a la guerra contra Amón de Rabá y  solamente enviar a su general. Ya lo dije, esto hace notar el avance en su gobierno. Joab logró una vez más concretar los objetivos trazados en la meza de palacio, acordados con su majestad el rey. Pero la ciudad de Rabá ya había sido sitiada. El escritor del segundo libro de Samuel, hace una introducción en el v. 1 del capítulo 11, para luego dar pase a lo siguiente: los pecados de David, que es el centro de estos dos capítulos, el 11 y el 12. David entonces estaría en Jerusalén mientras que su ejército estaría peleando. Él estaría esperando noticias de la guerra, esperando que su ejército le haga ir para tomar en su nombre la ciudad (2 Samuel 12.27 y 28).

Concluimos que David, a sus 44 años de edad, con aproximadamente catorce años de reinado (o más), ya se había fortalecido grandemente. Por lo tanto, no era un irresponsable que en lugar de estar peleando las guerras de Israel, estaba ocioso y sin hacer nada en el palacio de Jerusalén. David pecó porque en sí mismo era un tipo ordinario, quien también necesitaba de la gracia de Dios para ser de agrado a Dios. Pecó como cualquier otro hombre, porque tenía una naturaleza pecaminosa, la cual no pudo sujetar, y nadie la puede sujetar sino hasta ser redimidos totalmente o con la muerte (que es ganancia).




domingo, 1 de febrero de 2015

¿Los gigantes prediluvianos fueron descendientes de la unión ángeles con mujeres hermosas?

Se enseña y afirma que los “gigantes” pre-diluvianos eran descendientes de los “hijos de Dios”, que eran “ángeles”, que se unieron sexualmente a las “hijas de los hombres”. Es decir que los gigantes pre-diluvianos eran una raza o especie surgida de la mezcla de “ángeles” con “hombres”, de lo divino con lo humano. Los versículos en cuestión son los siguientes:
“Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas... Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre.” Génesis 6:1-10 (RVR1960)
“Y a los ángeles que no guardaron su dignidad, sino que abandonaron su propia morada, los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día; como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno.” Judas 1:6-7 (RVR1960)
Particularmente lo hemos escuchado en algunos predicadores que enseñan que Judas (1.6-7) dice que los “hijos de Dios” son esos “ángeles que no guardaron su dignidad” porque “fornicaron y fueron en vicios contra la naturaleza” de los ángeles. Otros, comparando Génesis 6.2 con Job 1.6 y 2.1, han concluido que los “hijos de Dios” que menciona el texto tiene que referirse a ángeles que, al ver a “las hijas de los hombres” hermosas, tomaron cuerpos para mantener relaciones sexuales con ellas (Génesis 6.2). Pero esta conclusión es antibíblica. Los versículos 6 y 7 de Judas (que tanto mal interpretan) está haciendo una comparación de violencia contra la naturaleza entre estas dos rebeliones: los de Sodoma fueron contra la naturaleza de sus cuerpos y los ángeles contra su naturaleza espiritual; aquellos (los de Sodoma) por homosexualidad y estos (los ángeles) debiendo ser santos se convirtieron en demonios por su orgullo y traición a Dios. No es la primera vez que la Biblia llama a la rebelión fornicación, (Jeremías 3:8; Ezequiel 16:28-29, Óseas 4:15, etc.)

Del contexto de Génesis 6 concluimos que la afirmación de Jehová: “no contenderá mi espíritu con el hombre” (Génesis 6.3) indica que Dios atribuye el pecado a los a seres humanos y no hay lugar a que se refiera a los ángeles caídos. Es decir, en el capítulo 6 de Génesis no estamos frente a una segunda rebelión de los ángeles. Algunos también pretenden enlazar Judas 6, en la cita que dice “los ha guardado bajo oscuridad, en prisiones eternas, para el juicio del gran día” como el castigo para esos “ángeles caídos”, es decir no los convirtió en demonios para que vaguen por el mundo sino que los encarceló. En otras palabras, a los hombres que pecaron les mandó el diluvio y a los ángeles caídos los confinó en “prisiones de oscuridad”. 

Aquí radica la importancia de nuestra demostración, la Biblia sólo registra una rebelión del “querubín protector” y “un tercio de las estrellas del cielo”, una sola rebelión celestial, y no una “rebelión adicional de los ángeles”. Si los hijos de Dios de Génesis fueran ángeles estaríamos ante una segunda rebelión angelical que en ninguna parte de la Biblia se menciona. Es un error doctrinal, una argucia hablar de una segunda rebelión. Ese es problema de identificar a los hijos de Dios de Génesis 6 con ángeles. La rebelión de Satanás en el cielo siempre se ha presentado teológica y bíblicamente como una sola. La rebelión de Satanás y de un tercio de los ángeles del cielo lo podemos ver en las siguientes citas: Isaías 14:12: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones”. Y en Ezequiel 28:12 se cita: “Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.” Y del tercio de los ángeles lo encontramos en Apocalipsis 12.4 y 9 que dice: “y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo… fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él”.

Así mismo, la expresión “hijos de Dios” no necesariamente tiene que referirse a ángeles; en el Antiguo Testamento, esta expresión se usa con seres humanos que adoran al Dios verdadero (ver Deuteronomio 14.1, Oseas 1.10). Por lo tanto, es más cuerdo y apegado al contexto inmediato relacionar a “los hijos de Dios” con la descendencia piadosa de Set mencionada en el capítulo 5, y a las “hijas de los hombres” con el linaje impío, que había dejado la adoración al Dios verdadero. Los resultados de esta unión ilícita fueron la degeneración de la verdadera adoración a Dios y un rápido aumento de la depravación moral de la humanidad. Por lo tanto, los gigantes mencionados en Génesis 6 no son, de ninguna manera, descendientes híbridos entre ángeles y humanos.

La palabra hebrea que en Génesis 6.4 se ha traducido como gigantes es nefilim. Solo aparece en la Biblia dos veces en el AT, en Génesis 6.4 en Números 13.33. Si estos nefilim hubieran sido una descendencia híbrida de ángeles y humanos, entonces tuvieron que haber desaparecido, puesto que fueron destruidos en el diluvio. Sin embargo, la mayor evidencia de que estos nefilim no fueron una descendencia hibrida está en el hecho de que existían nefilim en los días de Moisés. El informe de los espías enviados a Canaán indica que vieron allí “gigantes (nefilim), hijos de Anac, raza de gigantes (nefilim)”. Algunos no aceptan el informe desalentador de los diez espías, y dicen que sólo vieron gente grande, a la cual ellos compararon con los nefilim sin que estos en verdad lo fueran. No obstante, Josué y Caleb nunca cuestionaron la veracidad del informe que dieron los otros espías, ni los acusaron de exagerar los hechos. Más bien, su reprensión fue dirigida a la falta de fe en el poder de Jehová el Señor para conquistar Canaán, aun a pesar de que sus habitantes eran gigantes (ver Números 14.1-9).

Aparte de esto, la expresión “y también después” (Génesis 6.4) indica que los nefilim ya existían en esos días, antes de que “los hijos de Dios” se llegaran a “las hijas de los hombres”. Es termino hebreo nefilim está muy relacionado con el verbo hebreo nafal, que entre sus significados está “arrojarse, caer sobre, asaltar”. Esto indicaría que se trataba de gente que atacaba a otros, tal vez ladrones, asaltantes y malhechores que infundían terror en la gente. Por lo tanto, el termino nefilim, en Génesis 6, no designa a una raza híbrida, sino a una raza de hombres grandes y fuertes que, evidentemente, ganaron “renombre” por las actividades violentas a las que se dedicaron (v.4, 5).


Pregunta:

¿Quiénes son los ‘hijos de Dios’ y las ‘hijas de los hombres’ a quienes Génesis 6 hace referencia? ¿Y quiénes son los ‘gigantes’ en el mismo contexto?

GÉNESIS 6 RELATA las condiciones previas a la destrucción del mundo antiguo por medio de las aguas del Diluvio de Noé. Este periodo de caos espiritual profundo y generalizado (vs. 5) vino como consecuencia directa del matrimonio mixto entre los “hijos de Dios” y las “hijas de los hombres” (vs. 2). Se ha especulado extensamente en cuanto a la identidad de ambos grupos, como también de su descendencia impía (vs. 4).

Los hijos de Dios
Una tradición popular sensacionalista y dudosa sugiere que los “hijos de Dios” fueron 200 ángeles del cielo que miraron y codiciaron a las hijas de los hombres, y descendieron y las tomaron como esposas, uniéndose con ellas y procreando gigantes (El Libro de Enoc, 6:1-6; 7:1-3—Charles, 1913, 2:191-192). Pero esta tradición forma parte de un registro completo que nunca ha sido reconocido como inspiración divina, cuya estructura y coherencia es deficiente, sugiriendo periodos y autores diferentes que no pueden ser determinados de manera satisfactoria (vea Kitto, 1846, 1:630-631). Lo que es más importante, la idea de que ángeles se unieron físicamente con seres humanos para producir descendencia se encuentra en conflicto con el contexto de Génesis 6 y otras partes de la Escritura. Considere algunos puntos: 

No hay indicación o conexión a seres angélicos en el contexto inmediato. El relato describe una escena de interacción puramente humana—se hace referencia a la multiplicación del hombre (vs. 1), la desaprobación divina para con el hombre (vs. 3), la maldad del hombre (vs. 5), la desilusión divina en cuanto a la creación del hombre (vs. 6) y la destrucción inminente del hombre (vs. 7). 

El texto sugiere una relación conyugal entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres (vs. 2; cf. Mateo 24:38). Sin embargo, Jesús declaró que los ángeles no son capaces de tales uniones (Mateo 22:30; Marcos 12:25). Esta “incapacidad” está ligada a su naturaleza espiritual (Lucas 20:34-36; cf. Hebreos 1:14)—una naturaleza que imposibilita reproducción sexual, sea con su propia especie o la especie humana. Como Keil y Delitzsch han señalado, este punto “es completamente suficiente por sí mismo para excluir cualquier referencia a los ángeles” (1872, 1:131). 

Si los ángeles fueron los autores originales de la corrupción prediluviana, ¿por qué el juicio divino por medio del Diluvio cayó sobre la raza humana, y la raza humana completa (¡los ángeles supuestamente se corrompieron solamente con las mujeres!)? ¿No se esperaría que el “Juez de toda la tierra” hiciera “lo que es justo” (Génesis 18:25)? 

Es improbable que el escritor inspirado hiciera referencia a “ángeles infieles” como “hijos de Dios”. De hecho, la Biblia nunca usa tal designación para ellos. 

El libro de Génesis se enfoca en los orígenes y la descendencia de la humanidad, no de los seres angélicos. Se narra el origen y el desarrollo de la humanidad hasta los eventos del diluvio (1-9); luego se reanuda el desarrollo de la generación humana por medio de la descendencia de Noé (10-24); y finalmente se registra los sucesos de la generación humana conocida como el pueblo de Dios por medio de la descendencia de Abraham (25-50). No hay lugar en Génesis para un relato paralelo de una generación sobrenatural. [NOTA: Estos mismos puntos también descartan la proposición menos popular (aunque igualmente extravagante) que sugiere que estos “hijos de Dios” fueron seres humanos poseídos por ángeles quienes les forzaron a unirse a las hijas de los hombres (cf. Hughes, 2004, pp. 125-126)]. 

Entonces, si “hijos de Dios” no hace referencia a ángeles, ¿a quiénes hace referencia? Esta designación se aplica apropiadamente y extensamente en las Escrituras a la humanidad piadosa (e.g., Salmos 82:6; Proverbios 14:26; Mateo 5:9; Juan 1:12; Romanos 8:14; 1 Juan 3:1). Además, la perspectiva del escritor inspirado y sus destinatarios originales sostiene esta interpretación: los israelitas también se consideraban “hijos de Dios” por medio de la promesa (Éxodo 4:22; Deuteronomio 14:1; cf. Romanos 9:7-8).

Específicamente en Génesis 6, “hijos de Dios” (vs. 2) hace referencia a la descendencia piadosa de Set, aquellos que “comenzaron a invocar el nombre de Jehová” (4:26), cuyo linaje se lista en el capítulo previo. Esta generación piadosa pronto degeneró al mezclarse con las “hijas de los hombres”.

Las hijas de los hombres
Una vez que se ha determinado adecuadamente quiénes son los “hijos de Dios”, la tarea de determinar a este nuevo grupo propone menos dificultades. La deducción lógica es que si “hijos de Dios” hace referencia a la generación piadosa de Set, entonces “hijas de los hombres” debe hacer referencia a la descendencia impía de Caín. El contexto escritural confirma esta conclusión: 

No es una coincidencia que los capítulos previos presenten el registro de ambos grupos, implicando una diferencia marcada. El capítulo 4 presenta la descendencia de Caín, destacando la impiedad generalizada y extrema por medio de Lamec (vss. 19-24). El capítulo 5 presenta la descendencia de Set, destacando la piedad general por medio de personajes como Enoc (vss. 22-24) y Noé (vss. 29-32; cf. 6:9). Se debe tener en cuenta este contexto al interpretar la multiplicación humana al comienzo del capítulo 6. 

Según una aplicación espiritual, Caín “[s]alió…de delante de Jehová” (4:16) y nunca regresó a Él. Por ende, produjo una descendencia apartada de Dios y puramente carnal—con un sentido inferior humano carente de todo deseo de regresar a su Creador. Entonces, no es una sorpresa que se designe a las mujeres en tal generación como “las hijas de los hombres”. 

Las Escrituras revelan una diferencia marcada entre la descendencia piadosa y la descendencia impía. Esta era una característica entendida desde muy temprano en la historia de la humanidad, y especialmente era un factor decisivo en las uniones matrimoniales. Por ejemplo, Abraham no quiso que su hijo piadoso se uniera con una de las hijas impías de los cananeos (Génesis 24:3). Isaac y Rebeca no quisieron que sus hijos tomaran mujeres de las hijas de Het, así que enviaron a Jacob a Padan-aram (Génesis 27:46-28:9); por otra parte, Esaú era rebelde y había tomado mujeres heteas, quienes “fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca” (26:35). Los padres de Sansón se angustiaron cuando su hijo decidió tomar por mujer a una filistea impía (Jueces 14:1-3). Y los siervos fieles de Dios amonestaron al pueblo escogido a no emparentar con mujeres impías (cf. Nehemías 13:25-26). Todas las indicaciones contextuales sugieren que Génesis 6 es un caso temprano de esta clase de unión indeseable. 

Las Escrituras también revelan que una consecuencia directa y principal de tales uniones mixtas entre justos e impíos era la perversión de los estándares religiosos y morales, lo cual implicaba desaprobación y castigo divino (cf. Números 25; 1 Reyes 11:3-11; Esdras 10; Nehemías 13). La escena en Génesis 6 encaja completamente con este patrón, y por ende, llega a ser una advertencia bíblica temprana para generaciones piadosas futuras. 

Los gigantes de la tierra
La misma tradición mencionada anteriormente sugiere que los gigantes fueron la descendencia de esta unión entre ángeles y seres humanos, y les asigna una altura ridícula de algo de 150 metros. También registra que “consumieron todos los productos de los hombres”, y que luego “devoraron a la humanidad” (Libro de Enoc, 7:3-5).

En contraste, Génesis 6 registra la presencia de “gigantes” en un tiempo previo así como contemporáneo a la unión entre los hijos de Dios y las hijas de los hombres:

Había gigantes en la tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre (vs. 4, énfasis añadido).

Por tanto, aunque pudo haber “gigantes” en la progenie de los hijos de Dios y las hijas de los hombres, el texto no garantiza la conclusión de que ellos fueron sus descendientes exclusivos. Entonces, ¿quiénes fueron?

Dentro de los límites razonables, la Biblia confirma la existencia de “gigantes”. Por ejemplo, Goliat “tenía de altura seis codos y un palmo” (1 Samuel 17:4)—casi tres metros. Aunque esta altura todavía es impresionante, no es completamente increíble, especialmente si se considera que en 1940 se midió a Robert Pershing, quien quedó registrado en el libro de Récord Guinness con una altura de 2.72 metros (vea “El Hombre Más Alto”, s.d.).

No se cuestiona la probabilidad de que estos “gigantes” fueran hombres de estaturas literalmente grandes, pero la palabra nefilim (traducida “gigantes” en la RVR60) no está limitada a este significado. Strong presenta los significados “matones” o “tiranos” antes de “gigantes” (1995, p. 95). Adam Clarke sugirió un significado general de este término como “personas de gran…coraje, maldad, etc.” (s.d., 1:69). Jamieson, Fausset y Brown señalaron que “[e]l término en hebreo no implica tanto la idea de gran estatura como implica la idea de ferocidad temeraria, carácter impío y desafiante, quienes esparcieron devastación y matanza de una manera extendida” (1884, 1:12, itálicas en original).

CONCLUSIÓN
En vista de la preponderancia de evidencia textual, se puede llegar a las siguientes conclusiones justificadas en cuanto al episodio de la maldad de los hombres en Génesis 6: 

El término “hijos de Dios” hace referencia a la descendencia piadosa de Set, hijo de Adán y Eva (Génesis 5), no a un grupo de seres angelicales que decidieron dejar su morada para cohabitar conyugalmente con las mujeres de la Tierra. 

El término “hijas de los hombres” hace referencia a las mujeres impías que constituían la descendencia de Caín, una generación desprovista de cualidades espirituales positivas (Génesis 4).

El término “gigantes” hace referencia a un grupo de hombres que destacó por su valentía, ferocidad y violencia, más que por su estatura. Y aunque también pudieron ser parte de la descendencia de los hijos de Dios y las hijas de los hombres, no se les puede limitar a tal progenie, y no se les puede clasificar como la descendencia de supuestos progenitores angélicos o sobrenaturales. Ciertamente, ningún pasaje en la Biblia (incluyendo 2 Pedro 2:4 y Judas 6) sostiene una relación conyugal entre seres angélicos y humanos.