jueves, 5 de mayo de 2016

¿Es el diablo el responsable de todo el mal?


¿De dónde vino la idea?
La influencia externa, ya sea de la filosofía griega, el pensamiento maniqueista, la cosmovisión espiritual del bien y del mal o la cultura popular, nos ha llevado a definir que “existe el bien y el mal”, y al hacerlo, excluimos a Dios como soberano que está al control de absolutamente todo. 

Lo que la Biblia nos demuestra es que existe Dios con un plan soberano y eterno para su creación, y en todo esto permite de manera soberana que exista el mal, para que Él pueda glorificarse en su justicia, castigando a los impíos, al diablo y a los que rechazan a Dios y salvando por gracia a los creyentes y redimiendo todas las cosas. No se trata de la lucha entre el bien: Dios, y el mal: Satanás. Esta podría ser la cosmovisión maniqueísta del siglo IV, pero en realidad Dios está al control de todo, por ello; todo está bajo los designios de Dios y nada sucede sin que esté bajo su control.

La mejor descripción sobre el "dualismo" nos la da Grudem, cuando dice: 
"Nos debemos guardar del error opuesto: sería erróneo que dijéramos que hay un poder malo que existe eternamente en el universo similar o igual al poder de Dios. Decir eso sería afirmar lo que es conocido como el «dualismo» en el universo, es decir, la existencia de dos poderes igualmente supremos, uno bueno y el otro malo"1
No debemos pensar que el pecado sorprendió a Dios ni que es un reto ni que supera su omnipotencia o su control providencial sobre el universo. Por tanto, aunque nunca debemos decir que Dios mismo pecó ni que él es el culpable del pecado, debemos también afirmar que el Dios «que hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad» (Efesios 1.11), el Dios que «hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra (y) no hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos» (Daniel 4.35), estableció que el pecado entrara en el mundo, aunque no se deleita en ello y aunque estableció que entrara por medio de las decisiones voluntarias de criaturas morales.

Un buen ejemplo sobre esta cosmovisión es lo descrito por Cindy Jacobs en su libro “La voz de Dios”. Ella argumenta que hay una lucha entre los poderes del maligno contra los poderes de Dios, en otras palabras “el bien contra el mal”. Partiendo de un partido celebrado en el mundial de futbol de 1994 entre Brasil e Italia, ella argumenta que los brasileños le ganaron a los italianos porque hubo más cristianos brasileños orando que italianos creyendo en ídolos.
“Brasil e Italia jugaron en julio de 1994 la final de la Copa Mundial de Fútbol en el Rose Bowl de Pasadena, California. Los ojos del mundo seguían intensamente el partido. Las estaciones de televisión de todo el globo terrestre tenían sus cámaras encendidas para captar los momentos finales de esta lucha de gigantes, a fin de declarar al vencedor. Mientras los reporteros anunciaban las noticias naturales, detrás de las cámaras se celebraba una batalla entre dos enemigos celestiales: el ejército del Rey de reyes y el de Satanás, el príncipe de las tinieblas. …El partido finalizó empatado. Según las reglas de la Copa Mundial, en caso de empate cada equipo dispara cinco tiros desde el punto penal con cinco jugadores diferentes. El momento era tenso. Los cristianos estaban orando con fervor. El mejor jugador italiano, Baggio, un budista confeso, falló su disparo contra el guardavallas brasileño, Tafarel, un cristiano renacido. Sólo podemos imaginar lo que sucedió en el reino invisible. Sin embargo, a veces en el reino natural se encadenan ciertas claves que nos dan una idea. Pelé, un hombre de raza negra (que estaba analizando el partido) y que no es cristiano, comentaba que era bueno tener cristianos en el equipo en ese momento. La muestra más grande de aplausos desde los lugares celestiales llegó por medio de otro comentarista deportivo nacional que declaró al aire: «Esta es una guerra espiritual, ¡Buda contra Jesús!» Al final Brasil ganó 3-2, después de nueve disparos de sobretiempo. ¡Este fue un increíble encuentro de poderes! Baggio, el budista, hizo un disparo tan defectuoso, ¡que Tafarel ni siquiera tuvo que detenerlo! Al día siguiente el periódico de más circulación en el Brasil anunció la victoria celestial: «Buda pierde ante Jesús». Ese día, en un estadio de fútbol en California, el ejército de Satanás recibió una paliza a través del poder de la guerra espiritual.” 2
Luego Jacobs agrega, a manera de conclusión sobre la guerra de estos poderes celestiales:
“Al analizar este suceso por completo, no puedo evitar sentir que el Señor dispuso esto para mostrar al mundo una imagen profética de lo que hoy sucede alrededor del globo, a través de la oración intercesora. Este es un ejemplo del poder de Dios sobre el poder de Satanás en las naciones. Los ojos de la Iglesia se están abriendo ampliamente a la realidad de que la lucha no es contra sangre ni carne sino contra principados y poderes (véase Efesios 6.12)… La batalla invisible es contra potestades como el budismo, que ciega millones de ojos a la luz del evangelio. Dos ejércitos pelean en una dimensión invisible para el ojo natural. En muchas partes las Escrituras dan idea de esta dimensión en cuyo interior los ángeles cumplen los mandatos de Dios, mientras que los demonios se oponen a los hijos de Dios. Jacob hizo referencia a esto en Génesis 32.1, 2. Después que los ángeles de Dios le salieron al encuentro, él llamó «Mahanaim» a aquel lugar, lo que literalmente significa «campo doble», el lugar donde él acampó y el campo de los seres celestiales.”3

Esta cosmovisión ha relegado la soberanía de Dios a un simple capítulo de teología sistemática, y ha hecho de Dios mismo un ser que depende del hombre para llevar a cabo sus designios. Es decir, se dice claramente que ¿Dios necesita de las oraciones e intercesiones de los cristianos para que Él y sus ángeles puedan vencer al enemigo? 

Esta es la comprensión de creyentes como Jacobs, cuya cosmovisión le hace descansar en verdades subjetivas (aunque bien intencionadas) pero que no tienen sustento bíblico. Le llamamos maniqueísmo moderno pues han traído a la actualidad un concepto ya manejado en  la antigüedad pero que fue desechado como herejía.

El maniqueismo
Maniqueísmo es el nombre que recibe la religión universalista fundada por el sabio persa Manes (216-277), quien decía ser el último de los profetas enviados por Dios a la humanidad.  La definición teológica del maniqueísmo es una concepción dualista de la divinidad y el cosmos, es esencialmente gnóstico. Se divulgó desde la Antigüedad tardía por el Imperio romano e Imperio Sasánida, y en la Edad Media, por el mundo islámico, Asia Central y China, donde perduraría, al menos, hasta el siglo XVII.
“Los maniqueos, a semejanza de los gnósticos, mandeos y mazdeístas, eran dualistas: creían que había una eterna lucha entre dos principios opuestos e irreductibles, el Bien y el Mal, que eran asociados a la Luz (Zurván) y las Tinieblas (Ahrimán) y, por tanto, consideraban que el espíritu del hombre es de Dios pero el cuerpo del hombre es del demonio. Esto se explicaba a través de un conjunto de mitos antropogónicos, de influencia gnóstica y zoroástrica. En el hombre, el espíritu o luz se encuentra cautivo por causa de la materia corporal; por lo tanto, creen que es necesario practicar un estricto ascetismo para iniciar el proceso de liberación de la Luz atrapada. Desprecian por eso la materia, incluso el cuerpo. Los «oyentes» aspiraban a reencarnarse como «elegidos», los cuales ya no necesitarían reencarnarse más. Zoroastro, Platón, Jesús, Buda y otras muchas figuras religiosas habrían sido enviados a la humanidad para ayudarla en su liberación espiritual, siendo Manes el Sello de los Profetas. En la práctica, el maniqueísmo niega la responsabilidad humana por los males cometidos porque cree que no son producto de la libre voluntad, sino del dominio del mal sobre nuestra vida. Por esto consideraban al pavo real (pavo cristatus) su animal sagrado, porque sus colores en el plumaje revelaban los distintos estados espirituales por los que pasaba el cuerpo para lograr purificarse y transformarse en el espíritu divino.”4

Cuando los evangélicos están dándole demasiada atención al mundo de las tinieblas con Satán al frente, da la sensación que estamos frente a un maniqueísmo evangélico, en donde a Dios lo hemos rebajado al mismo nivel de Satanás, cuando decimos que es una lucha entre “el bien y el mal”. No es eso lo que la Biblia nos muestra esencialmente. 

La cosmovisión pentecostal (así como neo-pentecostal y carismática) en la práctica constantemente le está atribuyendo toda la maldad que sucede en este mundo al poder del mal, a Satanás, como si Dios no estuviera bajo control permitiéndolo por algún motivo que yace bajo su omnisciencia y propósitos soberanos. 

El ejemplo de la vida de Job es la mejor evidencia de que Dios está al mando y al control de todo, Satanás solicita hacer daño y pide permiso, y “Entonces dijo YHVH al Acusador: He aquí todo lo que tiene está en tu mano, sólo que no pongas tu mano sobre él. Y el Acusador se retiró de la presencia de YHVH.” (Job 1.12 BTX) 

Ahora,  ante el infortunio y calamidad que le vino a Job, él -nunca- en ninguna parte del libro, hizo la mínima mención a Satanás, ni para responsabilizarlo, ni para contender con él. Es el sufrimiento de Job lo que lo lleva a buscar las respuestas en Dios. Dios es el que estaba detrás de todo. El diablo nada hace por su propia cuenta. 

Este es un tema muy delicado, y debemos ceñirnos a las Sagradas Escrituras en todo momento para tratarlo. No es raro escuchar en muchas iglesias oraciones congregacionales y/o personales, que su fin es “echar fuera” constantemente al diablo, responsabilizándolo de absolutamente todo lo malo. Pero no todo el mal proviene del diablo, y Job estaba seguro de eso cuando en el libro se dice:
“Y el Acusador salió de la presencia de YHVH e hirió a Job con una úlcera maligna desde la planta del pie hasta la coronilla. Y tomando un tiesto roto, se rascaba con él, estando sentado en medio de la ceniza. Entonces le dijo su mujer: ¿Aún te aferras a tu integridad? ¡Maldice a ’Elohim y muérete! Pero él le respondió: Como suelen hablar las insensatas has hablado tú. Si recibimos de ’Elohim el bien, ¿no hemos de aceptar también el mal? En todo esto no pecó Job con sus labios.” (Job 2.7-10 BTX)
Es nuestra costumbre ver al diablo en todos lados, esto lo hacemos por falta de un correcto entendimiento de los designios de Dios, de por qué permite que el diablo opere y actúe. 

Encontramos entre los hombres que pasaron por Azusa, a Frank Bartleman, él casi todas sus malas experiencias, como enfermedades, accidentes y malos momentos lo responsabiliza al diablo, muy pocas veces acepta la soberanía de Dios tratando sobre su vida, y aunque esto lo llevaba a tener una vida piadosa, indujeron al error a las siguientes generaciones de pentecostales hasta la actualidad. 

Bartleman fue un ministro pentecostal que fue testigo presencial del movimiento de la Calle Azusa donde se vivió el más grande movimiento entre los pentecostales. Se dice que Azusa es un Pentecostés como en Hechos, ya que había gente hablando en lenguas por doquier, así mismo fue un movimiento interracial, entre gente iletrada, casi anti-intelectual, pero que amaba a Dios con pasión y su mayor testimonio fue almas añadidas a la iglesia y un despertar de misiones mundiales cual no se había visto nunca antes en la historia de la iglesia protestante. 

Bartleman cuenta su experiencia en los días postreros a la muerte de su pequeña hija Esther, cuando fue invitado a predicar en la pequeña Obra Misionera Peniel, en Pasadena; en los días previos al acontecimiento de Azusa de 1906:
“El diablo luchó con fuerza. Debe de haber sentido lo que se estaba acercando. Por momentos, mientras predicaba, una ráfaga caliente del mismo abismo (del infierno) parecía golpearme. Más de una vez me desvanecí, y tuve que juntar nuevas fuerzas antes de continuar.”5

El diablo es sin duda el enemigo de Dios, aparte de la naturaleza caída y pecaminosa del hombre, el diablo juega un papel crucial en la vida saludable de la Iglesia y de los creyentes; es el que siempre se opone, por eso le llaman “adversario”. Pablo escribiéndoles a los hermanos de Tesalónica les dijo sobre Satanás y su obra contra su ministerio:
“Y nosotros, hermanos, que fuimos separados de vosotros por un poco de tiempo, de presencia, no de corazón, nos esforzamos con mayor diligencia para ver vuestro rostro, con mucho deseo. Por lo cual, quisimos ir a vosotros, ciertamente yo, Pablo, y más de una vez; pero Satanás nos estorbó.” (1 Tesalonicenses 2.17-18 BTX)
Bartleman no es el único que entendía esto, que hay un opositor contra todos los que quieren hacer la voluntad de Dios: el diablo. Pero hay una gran diferencia entre “estorbar” y querer “matar”; en otra ocasión, cuando sufrió un accidente, aunque salió ileso, también se lo atribuyó a un ataque del diablo, no como un simple estorbo:
“Un día el diablo trató de matarme. Estaba pintando el borde superior del techo de dos aguas de un granero, subido a una escalera. Repentinamente, sin aviso previo, la escalera se deslizó y cayó. Pero yo caí con los pies bien apoyados sobre el techo. Sucedió tan rápido que ni siquiera supe qué pasaba.”6
Bartleman interpreta este accidente como un mero ataque del diablo. Él estaba iniciándose en el ministerio, sufriendo necesidades económicas y de salud. Hacía poco habían perdido a su pequeña hija Esther y su cosmovisión pentecostal lo lleva a interpretar este accidente como un intento, un ataque de Satanás contra su vida y ministerio.

Pero, como hemos visto el ejemplo de la vida de Job, que en todo momento reconoce a Dios obrando soberanamente, y nunca culpando o responsabilizando al diablo. Esto es porque el diablo no es responsable soberano de todo el mal, al menos no podemos acusarlo de eso. Debemos reconocer que es Dios el soberano. 

Vemos que cuando hay problemas en Corinto, específicamente “disensiones” Pablo no manda reprender al espíritu de disensión, en lugar de eso los anima a vivir en armonía y de un mismo sentir (1 Co 1.10). Ante el pecado de inmoralidad de uno que estaba “con la mujer de su padre” no ordena que expulsen al espíritu de lujuria o de adulterio, en lugar de eso manda  que disciplinen al pecador hasta que se arrepienta (1 Co 5.1-5). 

Por otro lado, cuando los cristianos pleitean entre sí y van a los tribunales, Pablo no les da indicaciones que echen fuera al espíritu de litigación, de egoísmo o de pleitos, sino que manda que con mansedumbre traten sus problemas en el seno de la Iglesia (1 Co 6.1-8). Tampoco manda que encadenen o aten al espíritu de glotonería, sino que “deben examinarse cada uno” antes de tomar la santa cena del Señor (1 Co 11.33, 28). El teólogo Wayne Grudem nos dice al respecto:
“En marcado contraste con la práctica de los que hoy hacen hincapié en un «nivel estratégico de guerra espiritual», en ningún caso en el Nuevo Testamento se ve que alguien (1) emplaza a un «espíritu territorial» al entrar en una región a predicar el evangelio, ni (3) dice que debiéramos creer o enseñar información derivada de los demonios, ni (4) enseña mediante la palabra o el ejemplo que ciertas «fortalezas demoníacas» sobre una ciudad debieran ser derribadas antes de que se pueda proclamar el evangelio con eficacia. Más bien, los cristianos predican el evangelio, ¡Y este llega con poder para cambiar vidas! (Por supuesto, la oposición demoníaca puede surgir, o Dios mismo puede revelar la naturaleza de cierta oposición demoníaca, en cuyo caso los cristianos debieran orar y luchar en su contra, según 1 Ca 12: 10; 2 Ca 10:3-6; Ef 6: 12.)”7

Por tanto, aunque el Nuevo Testamento reconoce claramente la influencia de la actividad demoníaca en el mundo, e incluso sobre la vida de los creyentes, su enfoque primario en cuanto a la evangelización y el crecimiento cristiano está en las decisiones y acciones tomadas por las personas mismas (lo podemos ver en Gá 5:16-26; Ef 4:1-6:9; Col 3:1-4:6). 

Del mismo modo, este debiera ser el enfoque primario de nuestros esfuerzos hoy cuando nos esforzamos por crecer en santidad y fe y vencer los deseos y acciones pecaminosos que permanecen en nuestra vida (cf. Ro 6:1-23) y vencer las tentaciones que vienen en contra nuestra de parte de un mundo incrédulo (1 Ca 10:13). 

Tenemos que aceptar nuestra propia responsabilidad de obedecer al Señor y no pasar la culpa de nuestros propios fallos a alguna fuerza demoníaca. Dios es soberano sobre todo y nada lo toma por sorpresa. Así lo leemos en las siguientes citas bíblicas:
“¡Tuya, oh YHVH, es la grandeza y el poder, y la gloria, y la victoria y el honor; porque todo cuanto existe en los cielos y en la tierra tuyo es! ¡Tuyo, oh YHVH, es el reino, que se eleva por cabeza de todo! De ti procede la riqueza y la honra, y Tú lo gobiernas todo, y en tu mano está el poder y la fortaleza, y en tu mano está el hacer grande y el dar poder a todos.” (1 Cr 29.11-12 BTX)
“Nuestro Dios está en los cielos, Todo lo que quiere hace.” (Sal 115.3 BTX)
“Y todos los moradores de la tierra son considerados como nada, y Él hace según su voluntad en el ejército de los cielos y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, ni quien le diga: ¿qué haces?” (Dan 4.35 BTX)
“Pero ahora mirad: Yo soy Yo, Y no hay Dios fuera de mí: Yo hago morir y Yo hago vivir: Yo hiero y Yo sano, Y no hay quien libre de mi mano.” (Deu 32.39 BTX)
“Pero YHVH le respondió: ¿Y quién ha dado boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al vidente y al ciego? ¿No soy Yo YHVH?” (Éx 4.11 BTX)
“¿Quién dijo algo y ocurrió, sin que Adonay lo dispusiera? ¿No procede de la boca de ‘Elyón tanto las desgracias como lo bueno?” (Lam 3.37-38 BTX)
De manera que así como lo vimos en Job, y lo revisamos por el Nuevo Testamento, y lo podemos encontrar en toda la Escritura, no podemos atribuirle al diablo una actuación como si a Dios lo tomara por sorpresa. 

Dios es soberano y nada ni nadie hace algo sin que Dios lo permita. De manera teórica creemos y aceptamos la soberanía de Dios, pero en la práctica muchas veces lo ignoramos, y procedemos de tal manera que pareciera que los creyentes estuviéramos a merced del enemigo cual lucha entre el bien y el mal, cuando en realidad, los creyentes tenemos la victoria en Jesús, quien al morir y resucitar ha “despojado al enemigo” y ahora su poder, aunque es limitado, sólo “opera en los hijos de desobediencia” (son los incrédulos), mientras que a los creyentes “el maligno no nos toca”. 

Esta es una contundente evidencia por la que el pentecostalismo le ha dado mucho énfasis al diablo, innecesariamente; como en el ejemplo de lo narrado por Cindy Jacobs en su libro, en lo cual no encontramos respaldo bíblico para ninguna de sus afirmaciones y conclusiones, pues sólo son subjetividades originadas por una cosmovisión no bíblica de la guerra espiritual. 

Pero esto debe cambiar, la cosmovisión debe volverse bíblica. Sin ignorar las maquinaciones del enemigo, y estando listos para el día de la prueba, el creyente pentecostal debe ver a Dios obrando soberanamente sobre su vida, y sobre la vida de la iglesia, y sobre el mundo en general. Esto ayudará inclusive a tener un culto o un tiempo de oración a Dios en paz y en calma, sin estar orando a Dios y trayendo a memoria constantemente al diablo, él seguramente tiene sus planes para ejercer maldad y estropear la obra y la vida de los creyentes, pero lo que manda la Biblia es tener fe, confianza y mantenerse en santidad y resistirlo. 

Cuando vemos al diablo por todo lado, y le estamos atribuyendo todo mal sobre nuestras vidas, bien podríamos caer en el error del dualismo maniqueista, y rebajar a Dios al mismo nivel del diablo, cuando sabemos que esto de ninguna manera es así. Dios es soberano y nada sucede sin que Él lo permita para que sus designios se cumplan.

¡Dios los guarde íntegramente!
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BIBLIOGRAFÍA CITADA:

  1. GRUDEM, W.2009, Teología Sistemática, Miami FL: Editorial Vida. Pág.515
  2. JACOBS, C. 1996. La voz de Dios, Nashville-TN: Editorial Caribe, Pág. 239-240
  3. Ibid. Pág.240-241
  4. Recuperado de https://es.wikipedia.org/wiki/Manique%C3%ADsmo
  5. BARTLEMAN, F. 2006. Azusa Street. Bs. As.: Editorial Peniel, 2º edición. Pág.34-35
  6. Ibid. Pág. 38
  7. GRUDEM, W.2009, Teología Sistemática, Miami FL: Editorial Vida. Pág. 451
  8. Ibid. Pág.279-280. Sobre el dualismo Grudem nos dice: "El relato bíblico también descarta el dualismo. Esta es la idea de que Dios y el universo material han existido eternamente lado a lado. Por tanto, hay dos fuerzas supremas en el universo: Dios y la materia. El problema con el dualismo es que indica un conflicto eterno entre Dios y los aspectos de maldad del universo material. ¿Triunfará a la larga Dios sobre el mal del universo? No podemos estar seguros, porque Dios y el mal al parecer siempre han existido lado a lado. Esta filosofía negaría el señorío supremo de Dios sobre la creación y también que la creación resultó debido a la voluntad de Dios, que se debe usar sólo para sus propósitos y que debe glorificarlo. Este punto de vista también negaría que todo el universo fue creado inherentemente bueno (Génesis 1.31) y animaría a los seres humanos a ver la realidad material como algo malo en sí misma, en contraste con un relato bíblico genuino de una creación que Dios hizo para que fuera buena y que él gobierna para sus propósitos. Un ejemplo reciente del dualismo en la cultura moderna es la serie de películas La guerra de las galaxias, que postula la existencia de una «Fuerza» universal que tiene un lado bueno y un lado malo. No hay concepto de un Dios santo y trascendente que lo gobierna todo y que ciertamente triunfará sobre todo. Cuando los que no creen hoy empiezan a darse cuenta del aspecto espiritual del universo, a menudo se vuelven dualistas, meramente reconociendo que hay aspectos buenos y malos en el mundo sobrenatural o espiritual. La mayor parte de la religión de la «Nueva Era» es dualista. Por supuesto, a Satanás le deleita que la gente piense que hay una fuerza de maldad en el universo que es tal vez igual a Dios mismo."

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